¿Se han preguntado alguna vez cuánta distancia puede aguantar una persona? Hablo de que no caiga en la locura o pueda cometer estupideces; yo, en lo personal, aun no encuentro algo como un mínimo o un máximo y, sin embargo, siento en ocasiones que me pierdo, mi corazón se acongoja, se vuelve un capullo y se siente como si algo le faltase, hay un camino largo y estrecho por el cual le falta recorrer. No he sido tonto, , nunca lo he parecido; pero este hecho se parece tan hiriente que Carla me preguntó que es lo que sucede: ¿Que puedo responderle? ¿Cómo le digo que, a pesar de su amor, aun extraño a una presencia etérea? Tengo que tragarme las palabras y decirle que son cosas del trabajo, del jefe, algo que a ella le complazca y me deje tranquilo. Ella se siente satisfecha y para mí es un gran alivio, porque ya no viene esa tormenta cuando se hace el silencio. Aunque es cierto, siento que ella no me cree; esta percepción es tan palpitante que puedo sentirla como una venda en los ojos. Siento un poco de lastima por esa manera de engañarla, pero más daño le haría si le digo lo que pienso, que ese pensamiento tiene forma, tamaño, olor, cuerpo: no sé quién, pero sé que es alguien y que su silueta se alza entre las sombras a trozos de mis recuerdos. Lo tengo tan latente que casi puedo palparlo. En la noche, mientras buscaba el sueño, escucho a Carla sollozando, encogida entre las sábanas. ¿Qué ocurre?, le digo, mientras intento abrazarla, pero ella me rechaza y siento frío por su lado: Algo me ocultas, reclama ella con molestia en sus palabras, es tan molesto...; ya no solloza, ahora llora, ¿ha llegado el momento de explicaciones? Miré a su espalda unos segundos, buscando una respuesta, pero no encontraba ninguna, solo podía sujetarme a mis mentiras; esas eran mis únicos besos: Te juro, le dijo, acercando mi cuerpo al de ella, que no sucede nada, solo que el trabajo me tiene cansado; ahora soy el encargado de que funcione un proyecto de la empresa... No quería decírtelo hasta que fuera oportuno, pero ya que ahora si requieres de alguna explicación, te lo digo. Ella me toma de la mano y la sujeta firmemente: No me engañes, vuelve a insistir ella y yo le digo que es la purita verdad. Su llanto se suaviza y en un susurro dice te amo. Ya no vuelve a llorar. Me quedo mirando al techo, pensando en lo que dije y en lo difícil que fue engañarla; aunque una parte de mí se sentía tranquilo, sin culpa. Es mejor no saber la verdad cuando las cosas están bien. Todos los días salgo. Carla se despide con un beso y sus mejillas se sonrojan, parece una chiquilla. Yo le sonrío también, aunque es algo que no quiero hacer, así que apenas salgo de la casa, mi rostro se convierte en una amargura sin máscaras y me dirijo al trabajo. No siento ninguna angustia por Carla, ya que tengo entendido que mi corazón no late por ella, ni siquiera se emociona; la pienso y mi mente divaga entre un montón de cosas para olvidar a esa mujer. Por el contrario, cuando pienso en esa figura enigmática, mi pecho estalla, revienta de curiosidad y un amor extraño; me arden los labios y mis manos sudan. Cierto día ocurrió un hecho inevitable, quizá lo que estaba esperando silenciosamente.
¿Dónde has estado?
Afuera.
Todos los días te has quedado hasta tarde, ¿qué sucede?
..., suspiro, te he estado engañando. No, no es ninguna mentira, es un hecho, una verdad. Ella abre los ojos y veo la intención de querer pegarme, más luego solo los cierra y veo como en su garganta pasa la saliva espesa como un amargo presentimiento; se controla, aunque sus manos empezaron a temblar.
Imposible...
Es cierto, hasta hace poco estuvimos teniendo relaciones.
Carla se desmorona, se cae al suelo y llora. Llora como una niña, es tan fastidiosa esos llantos grotescos que me hacen querer estrellarla contra el suelo. Ella niega con la cabeza, busca la forma de que esta situación fuera mentira, pero no lo es. He engañado a Carla y esa es toda la verdad. Paso por el lado de ella y voy a la cocina a tomar algo, por suerte hay una cerveza en la nevera. Es curioso cómo llegué a engañar a Carla porque presiento que la engaño incluso antes de nuestra relación, cuando le sonreía, cuando le decía que la amaba; quizá en algún punto esas palabras fueron ciertas, pero sigue siendo una vana justificación.
Hola Carla, saluda ella, la que abrió la puerta y ahora ingresa hasta la cocina. Su imagen se volvió latente, perfecta. No puedo estar separado de ella ni un minuto.
Ni un metro más he podido estar separada de ti, dice y vuelve a besarme. La ropa huye, nos embriagamos.
Carla solo grita por qué, por qué en la sala. En la cocina solo se escucha más, más.
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Cronicas dispersas
Short StoryCronicas dispersas. Un mundo lleno de algarabia, de tiempos perdidos, de ensueños efimeros.