Capitulo 2

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Los días pasaron sin que pudiera sacarme a Nicholas de la cabeza. Cada vez que el teléfono vibraba, una pequeña parte de mí esperaba que fuera él. Y cuando no lo era, me sentía ridícula por haberlo esperado.

Estaba acostada en mi cama, mirando el techo y escuchando la misma canción en repetición por quinta vez, cuando el teléfono vibró. Lo alcancé rápido, antes de siquiera ver el nombre. Era Nicholas. "¿Por qué te afecta tanto?" pensé, pero contesté igual, con el mismo tono despreocupado que usaba siempre, aunque por dentro todo se sentía diferente.

—¿Qué haces? —preguntó, como siempre, como si nada hubiera cambiado. Como si no se diera cuenta de cómo estaba afectándome.

—Nada importante —mentí, porque, ¿qué iba a decirle? "Aquí pensando en lo raro que se siente todo entre nosotros últimamente".

—Bien, pensé que podríamos salir hoy en la noche. ¿Te parece?

Suspiré, agradecida de que no podía verme. Me estaba cansando de fingir que todo estaba igual. Todo en nuestra rutina estaba roto, pero no sabía cómo decirlo.

—Claro, ¿a dónde?

—No sé, tal vez al parque. Hace rato que no vamos.

El parque. El lugar donde solíamos ir a despejarnos, a reírnos de cualquier cosa y hablar de los problemas más insignificantes. Era nuestro espacio, pero ahora, la idea de estar ahí con él me ponía más nerviosa que relajada.

—Va, paso por ti a las siete —dije, intentando sonar casual.

Casi me arrepentí apenas colgué. Me quedé mirando el teléfono, como si esperara que él llamara de nuevo, diciendo que cancelaba. Pero no lo hizo. Y entonces ahí estaba yo, a punto de salir para otro de nuestros "encuentros normales", que ya no se sentían tan normales.

Cuando llegamos al parque, todo parecía igual, pero dentro de mí, nada lo era. Caminamos en silencio por un rato, y aunque intentaba actuar normal, me era imposible no sentir la tensión. Sentía su mirada en mí, pero cuando lo miraba de reojo, él parecía completamente tranquilo. ¿Era solo yo?

Nos sentamos en el banco donde solíamos pasar horas riendo, pero esa noche las risas no salían. Había algo en el aire, y ni él ni yo nos atrevíamos a mencionarlo.

—¿Te pasa algo? —preguntó de repente, rompiendo el silencio, su voz más seria de lo normal.

—No, estoy bien —respondí demasiado rápido, mirando al frente, evitando sus ojos.

—Mía... —empezó, y ese simple gesto, decir mi nombre de esa manera, hizo que mi corazón diera un salto—. Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad?

Lo miré, y en ese momento sentí que tal vez, solo tal vez, él también lo sentía. Esa incomodidad, esa tensión que crecía entre nosotros. Pero, ¿y si no? ¿Y si solo estaba imaginando todo?

—Sí, lo sé —dije, forzando una sonrisa—. Es solo que estoy cansada. La escuela, ya sabes.

Él asintió, pero no parecía convencido. Estábamos los dos guardando tanto silencio, reprimiendo lo que sentíamos, que comenzaba a ser insoportable. Algo tenía que ceder, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a ser el primero.

Cuando regresamos al auto, él encendió la radio. La música llenaba el espacio, pero el silencio entre nosotros aún se sentía más fuerte. Estaba exhausta, no físicamente, sino mentalmente. Cada vez que estaba con él, sentía que algo estaba a punto de romperse. Pero por más que quisiera enfrentar lo que estaba sintiendo, el miedo de perderlo si decía algo era mayor.

—Gracias por esta noche —dije al final, cuando llegamos a mi casa.

—Siempre —respondió él con esa sonrisa que ahora solo me confundía más.

Lo vi alejarse mientras entraba a casa. Quería gritarle que dejara de actuar como si nada pasara, como si todo estuviera bien entre nosotros. Pero me quedé en silencio, como siempre. Seguía atrapada en esta rutina rota, sin saber cómo arreglarla.

bad habit › nicholas chávezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora