Mi teléfono vibró sobre la mesa, sacándome de mis pensamientos. Miré la pantalla y vi el nombre de Nicholas. Sentí una pequeña sacudida en el pecho, pero traté de ignorarla. Últimamente, ese tipo de cosas me pasaban con más frecuencia cuando hablaba con él. Dejé que sonara un poco antes de contestar.
—Hola —dije, tratando de sonar normal, aunque algo en mi voz se sentía distinto incluso para mí.
—¿Qué onda? —respondió Nicholas con su tono relajado. Pude imaginar la sonrisa despreocupada en su rostro, como si nada hubiera cambiado entre nosotros.
—Nada, aquí en casa —contesté, mirando el libro que tenía abierto en la mesa, aunque no había leído ni una palabra en los últimos minutos.
—¿Tienes planes para después? —preguntó, como si fuera algo sin importancia. Pero para mí, todo con él últimamente parecía tener un peso mayor.
—No, nada especial —respondí, mordiéndome el labio, preguntándome por qué esta simple conversación me hacía sentir tan nerviosa.
—Genial. ¿Te parece si nos vemos? Un café o algo, como siempre.
"Como siempre." Esas dos palabras me hicieron sentir aún más incómoda. Nada se sentía como antes, al menos no para mí. Sin embargo, no quería que él lo notara.
—Claro, nos vemos en un rato —respondí, intentando sonar despreocupada.
Colgué y me quedé mirando la pantalla en silencio por unos segundos, mi mente ya enredada en todo lo que estaba pasando últimamente. Nicholas y yo siempre habíamos sido amigos, pero últimamente... algo había cambiado. No podía ponerle nombre, pero sabía que algo estaba diferente.
Cuando llegué al café, él ya estaba ahí. Me miró y sonrió de esa forma que siempre lo hacía parecer tan seguro de sí mismo. Mientras me acercaba, sentí que mi estómago se encogía un poco, como si cada paso que daba hacia él aumentara el peso de lo que estaba ocurriendo entre nosotros.
—Hey —me saludó con una sonrisa que me desarmaba por completo.
—Hola —respondí, forzándome a sonreír de vuelta.
Nos sentamos, pedimos café y empezamos a hablar, como siempre lo hacíamos. Pero incluso en medio de las risas, yo no podía dejar de sentir esa tensión, ese algo que antes no estaba ahí. Intenté ignorarlo, hablar sobre cosas triviales, pero en el fondo, sabía que no iba a poder seguir haciéndolo por mucho tiempo.
—¿Todo bien? —preguntó de repente, sus ojos fijos en los míos. Mi corazón dio un vuelco.
—Sí, claro, solo estoy un poco cansada —mentí rápidamente, desviando la mirada hacia mi taza de café.
Nicholas no insistió, pero sabía que no me había creído del todo. Y eso solo me hacía sentir peor.
Cuando finalmente nos despedimos, él me dio un abrazo rápido, como siempre lo hacía, pero esta vez noté algo diferente. Su mano se quedó un poco más en mi espalda, y el latido de mi corazón se aceleró, aunque traté de ignorarlo.
—Nos vemos luego, ¿sí? —dijo, mirándome de una manera que me hizo sentir aún más confundida.
—Sí, claro —respondí, sin saber muy bien qué más decir.
Mientras lo veía alejarse, me quedé de pie unos segundos más, respirando hondo, tratando de calmarme. Algo estaba cambiando, y aunque no quería admitirlo, sabía que pronto tendría que enfrentar lo que fuera que estaba pasando entre nosotros.