Capitulo 9

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Nicholas soltó un suspiro, pero no apartó la mirada. El peso de las emociones entre los dos era casi palpable. No había marcha atrás, no después de lo que se había dicho y lo que estaba a punto de suceder. Sentía el pulso de su mano a través del roce de nuestros dedos, un latido nervioso que reflejaba el mío. Estábamos al borde de algo que ambos habíamos evitado por demasiado tiempo, pero ya no podíamos seguir pretendiendo.

—Mía —murmuró mi nombre, como si estuviera probando cómo se sentía decirlo en este nuevo contexto—, no quiero arruinarlo... pero tampoco puedo seguir ignorando lo que siento por ti.

Sentí un nudo en la garganta. Era la primera vez que lo decía en voz alta, y aunque era lo que había estado esperando escuchar, una parte de mí aún no estaba lista para lo que vendría después. Pero ya no había espacio para dudas.

—¿Entonces? —Mi voz salió más suave de lo que pretendía, temblorosa, como si no pudiera sostener todo lo que estaba pasando dentro de mí.

Él no contestó de inmediato, en su lugar, dio un paso más hacia mí. La distancia entre nosotros desapareció, y el calor de su cercanía me envolvió. Podía sentir su respiración, lenta, pesada, como si también estuviera luchando con sus propios demonios.

—¿Esto es lo que quieres? —preguntó, su mano soltando la mía para rozar mi mejilla, sus dedos apenas tocando mi piel. Cerré los ojos por un momento, dejándome llevar por ese pequeño gesto, intentando encontrar alguna forma de mantenerme firme. Pero no podía.

—Es lo único que quiero, Nicholas —susurré, abriendo los ojos para encontrarme con los suyos. El mundo se había reducido a ese instante. Todo lo que había sucedido antes, las dudas, el miedo, la confusión, parecía desvanecerse frente a lo que estaba por suceder.

Y entonces, como si el tiempo se detuviera, Nicholas inclinó su cabeza hacia mí. El beso fue suave, lento, casi temeroso. No era solo el beso que había esperado durante tanto tiempo, era el reconocimiento de todo lo que habíamos sido y todo lo que podríamos ser. Sus labios eran cálidos, delicados contra los míos, pero en ese pequeño acto, sentí un torrente de emociones que apenas podía contener.

No era solo deseo. Era alivio, miedo, esperanza... todo lo que habíamos reprimido durante tanto tiempo, todo lo que nos había llevado hasta aquí, en una simple conexión de piel.

Cuando nos separamos, nuestros frentes se quedaron juntas, nuestras respiraciones entrelazadas. Podía sentir las lágrimas en mis ojos, no por tristeza, sino por todo lo que habíamos pasado para llegar hasta aquí.

—Lo siento —susurró, su voz quebrándose un poco—. Siento haber tardado tanto en darme cuenta. Siento haberte hecho esperar.

Negué con la cabeza, sin poder hablar. Las palabras ya no eran necesarias. Ambos sabíamos lo que significaba ese momento, lo que estábamos dispuestos a arriesgar para no perdernos.

—No importa cuánto tardaste —logré decir, apenas en un susurro—. Lo único que importa es que estamos aquí, juntos.

bad habit › nicholas chávezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora