Capitulo 10

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Nos quedamos ahí, con nuestras frentes juntas, sin decir más. Era como si el silencio entre nosotros hablara por sí mismo, llenando los espacios que antes se sentían vacíos. Todo lo que había sido incierto, ahora parecía tener un sentido claro. Nicholas levantó la cabeza ligeramente, sus ojos buscaban los míos, y en ese instante, pude ver el mismo alivio, la misma vulnerabilidad reflejada en él.

—Mía, quiero hacer esto bien. No solo... nosotros, sino todo —su voz temblaba ligeramente, pero era firme, decidido—. No quiero que esto se trate solo de un momento. Quiero que sea algo real, algo que podamos construir, algo que podamos... proteger.

Mi corazón se aceleró al escuchar esas palabras. La lluvia seguía golpeando las ventanas, y la noche parecía envolvérnoslo todo, como si estuviéramos en una burbuja aislada del resto del mundo. Y por primera vez en mucho tiempo, esa idea no me asustaba. No había más dudas, ni miedos que me retuvieran.

—Yo también quiero eso —dije, con más convicción de la que había tenido en mucho tiempo—. Estoy cansada de esconder lo que siento, cansada de fingir que no me importas de esa manera. Ya no puedo hacer eso más. Si tú estás dispuesto... entonces, también lo estoy.

Nicholas sonrió, una sonrisa pequeña pero genuina, como si le costara procesar lo que acababa de escuchar. Sus dedos seguían acariciando mi mejilla, su tacto era ligero, pero su presencia era todo lo que necesitaba en ese momento.

—Nunca pensé que te escucharía decir eso —dijo, su tono incrédulo, pero al mismo tiempo lleno de admiración—. Siempre creí que eras demasiado buena para mí... y tal vez aún lo creo, pero estoy dispuesto a intentarlo, a demostrarte que puedo ser todo lo que mereces.

—No quiero perfección, Nicholas —respondí, con una media sonrisa—. Solo quiero a alguien que esté dispuesto a intentarlo conmigo, que esté dispuesto a fallar y a levantarse de nuevo, siempre y cuando no se rinda. Eso es todo lo que pido.

Sus ojos brillaron, y pude ver una mezcla de emoción y miedo en ellos. Pero ya no importaba. Ambos estábamos asustados, sí, pero también estábamos decididos. Y eso era suficiente.

Se inclinó hacia mí otra vez, pero esta vez el beso fue más seguro, más profundo. No había espacio para dudas ni temores. El torrente de emociones que sentía antes ahora se liberaba por completo, como si una presa se hubiera roto, dejando que todo fluyera entre nosotros sin barreras.

Cuando nos separamos nuevamente, ambos respirábamos con dificultad. Pero esta vez no había lágrimas, solo una certeza compartida.

—Vamos a estar bien —dije en voz baja, más para mí misma que para él—. No importa lo que venga, vamos a estar bien.

Nicholas asintió, sus ojos nunca apartándose de los míos.

—Juntos —añadió él, como si esa sola palabra tuviera el poder de sellar lo que habíamos iniciado.

bad habit › nicholas chávezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora