Sólo yo puedo tocarte

CAPITULO VIII

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Realidad

El silencio inundaba la habitación, el diseño barroco de la arquitectura oscurecía el interior, las luces estaban apagadas y las ventadas cerradas y en ellas unas cortinas color marrón. - ¿Dónde estoy?

Mi respiración comenzó a cortarse, mis manos sudaban y mi vista empezó a nublarse al no ver una puerta en la habitación. 

– Carlos (En voz baja)

El pecho daba una presión dolorosa.

 – Carlos (Nuevamente)

No escuchar ningún ruido me provocaba mas temor, me recargue en la cabecera de la cama abrazándome a mi mismo y con la voz entre cortada una vez más.

– Carlos.

Mi cuerpo comenzó a sentir calor y entonces comezón, al cual de una forma apresurada iniciaba a rascarme.

La mirada perdida solo nublaba más mi juicio.

La respiración cada vez era más dolorosa y de un de grito – ¡Carlos!

Al cual rápidamente subió a la habitación y sin pensar al abrir la puerta, fue directo a abrazarme, sujetándome con las manos apretándome con sus brazos, haciendo que ya no me rascara más.

– Ayúdame Carlos – le decía. Mientras inhalaba y exhalaba ya, con la boca.

– Estoy aquí, estoy aquí decía.

– Vi a Max; está aquí, está aquí. - Diciéndole con mi poco aliento.

En mi vista nublada podía ver a mis padres mirándome parados en la puerta, el señor Sainz tomándole de las manos a su esposa.

No distinguía bien sus expresiones, pero los movimientos que hacían eran de terror. - Los estaba asustando.

Concentre mi audición en la voz de Carlos dejando de agitarme.

- Shhhhhh hey Shhhhhhh – decía.

Deje de hacer fuerza y el poco a poco dejo de hacer presión.

– Shhhhh hey Shhhhh, estoy contigo mencionaba en susurros.

Carlos al momento de soltarme; me escondí en sus brazos, ocultando mi rostro en su cuello. 

– No quería que me vieran mis padres así.

- ¿Sergio? ... ¿Estas bien? - Mencionaba mi padre con la voz quebrada, al verme con miedo acurrucado en los brazos de Carlos. Al cual no le respondí.

Sentí el corazón de Carlos aumentar su velocidad, me aferraba a él cada vez más, hasta que escuché su pequeño y diminuto suspiro.

Me solté y observé su rostro, sus lagrimas brotaban de sus ojos de una manera que no podían parar, sus ojos cafés cristalinos estaban dando gritos de ayuda. Esas gotas de agua solo las veía bajar por sus mejillas, que se volvieron rojas. Fruncía las ceñas al querer contenerse, pero no podía.

Trato de agachar su mirada en el que al hacer eso, sus lágrimas caían en mi pierna.

Tome su barbilla de una manera suave levantándole la mirada – Él no tenía la culpa.

Su mirada estaba repleta de sentimientos no expuestos, sus ojos comenzaron hacerse rojos.

Solo lo abrace del cuello diciéndole. - Voy a estar bien, deja de llorar, por favor. En el que no aguante derramando lágrimas de llanto.