Heredera de Slytherin ♡ Harry Potter - Draco Malfoy ♡ [2]

22. LA VICTORIA

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Mientras Selena entraba al gran comedor, sus compañeros de Slytherin se abalanzaron sobre ella, ofreciéndole abrazos llenos de preocupación que la envolvieron con calides. Sus ojos destilaban una mezcla de alivio y ansiedad. La joven tuvo que apresurarse a explicarles lo sucedido, omitiendo deliberadamente los detalles más oscuros sobre su condición de obscurial y mencionando brevemente el diario. Sin embargo, en su interior, sentía que había algo más urgente: necesitaba hablar con Draco sobre esa cuestión, aunque sabía que ese no era el momento adecuado. Había demasiadas preguntas que la carcomían.

En medio de la cena, la voz resonante de Dumbledore cortó la tensión en el aire. Anunció que Hogwarts volvía a la normalidad, y como recompensa, suspendían los últimos exámenes. La noticia iluminó los rostros de los estudiantes, y el alivio se sintió en cada rincón del gran comedor al enterarse de que todos los estudiantes petrificados estaban a salvo. Diez minutos después, las puertas se abrieron y aquellos que habían estado en peligro entraron, el murmullo de alegría llenando el ambiente.

Selena sintió que un impulso desconocido la levantaba de la mesa de Slytherin, como si una fuerza invisible la guiara. Su corazón latía con tal fuerza que temía que todos pudieran escucharlo. Sin prestar atención a las miradas confundidas que la seguían, corrió hacia la mesa de Gryffindor. Su mente estaba vacía de dudas, enfocada únicamente en el deseo apremiante de reconciliarse. Con un impulso emocional que no podía controlar, envolvió a Hermione en un abrazo apretado, el mundo a su alrededor desvaneciéndose momentáneamente.

— Lo siento —dijeron al unísono, sus voces entrelazadas en un susurro tenso y entrecortado por la emoción.

El abrazo se convirtió en un refugio, un espacio donde ambas se sintieron seguras. Era un momento frágil, y Selena se aferró a Hermione como si la vida dependiera de ello, temerosa de que al separarse, todo volviera a desmoronarse.

Cuando finalmente se soltaron, Hermione no pudo evitar temblar un poco, sus ojos brillaban con lágrimas que amenazaban con desbordarse. — Perdón por desconfiar de ti —dijo, su voz temblando con el peso de la culpa—. Nunca debí dudar de ti.