Entre matices de gris

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Todo era brillante, reluciente y armónico. O por lo menos eso es lo que pensaba Helia desde que lo pusieron a trabajar con Flora.

Los recreos se basaban en ellos dos guiando a los estudiantes hasta que formarán un corazón con paraguas rojos y cartones blancos.

¿Así de brillante era su corazón?

Incluso podía verla a través de los alumnos, su sonrisa, su voz, todo en ella siempre estaba en perfecta sintonía.

Y lo mejor era que ella deseaba pasar las tardes con él. Iban a comer juntos y contemplaban la diversidad de comida de un nuevo restaurante cada vez, con pláticas más profundas en cada momento.

Luego pasaban aún más tiempo charlando en su oficina, su risa era como música. Cómo si todo estuviera destinado a salir bien y ella sonreía.

Todo era extraño, pensó Flora, ¿Cómo algo podía ser dulce y ácido a la vez?

En la escuela se sentía un espíritu libre y destinado a grandezas. En su casa la cosa más grande que se le permitía era pelar manzanas y dárselas a su prometido. Sin aspiraciones, sin sueños, solo tareas y más tareas.

Pero en la escuela, podía ser diferente, podía tener sueños, nuevos lugares, más vida. Podía incluso pensar en ella.

En casa solo podía pensar en su futuro y le resultaba tan cercano que la dejaba sin aire.

Todo era de un sombrío gris, y si apenas resaltaba una pizca de luz, estaba destinada a destruirse, eso era lo que pensaba Brandon mientras miraba el mar en su pequeño patio flotante, ese pensamiento, sin decirlo, también lo compartía Riven.

Ambos suspiraron con resignación mientras Riven se sentaba a su lado.

Y entonces un torbellino rosa de cabello rubio apareció, saludando a ambos con un asentimiento y sentándose al lado de Riven.

¿Cómo podía no haberse dado cuenta antes?, se repitió Brandon mientras la miraba de reojo, ¿Cómo podía haber si quiera pensado en rechazarla? ¿Por qué pasó tanto tiempo ignorando los latidos de su corazón y escuchando a esa estúpida voz en su cabeza que le decía que se alejara?

Apartó la mirada volviendo a fijarla en el mar, a veces, la vida era injusta, pero con él, parecía que tenía una cuenta infinita que saldar.

Musa llegó y se sentó junto a Stella. Sonriendo a la rubia e ignorando a los otros dos. Era como si un lazo invisible la obligará a estar ahí.

Sky levantó las manos con dos bolsas de comida.

—¡Traje el mejor baklava de la ciudad!— anuncio emocionado —¿Quieres un poco?— Musa hizo un sonido negativo —¿Y tú rubiecilla?

Stella se acercó a la caja —Se ve muy rico— los otros dos negaron y entonces Stella se puso de pie al lado de Sky, para poder comer y hablar mejor —Sky, tengo una pregunta— él la miró dejando de lado lo que estaba haciendo —¿Por qué el dinero es tan importante para ti? ¿Lo necesitas por una razón en específico? ¿Por qué  trabajas tanto?

Sky siguió masticando, era obvio que ella y Riven no lo entendían como los otros, ellos eran ricos, tenían dinero asegurado para toda una generación y la siguiente. La familia de Stella tenía dinero para mantener hasta sus tataranietos, y a los hijos de ellos.

—Le gusta el dinero— dijo Riven poniéndose de pie para alcanzar un baklava.

—Si, ¿Pero no te cansa pensar tanto en el dinero?— dijo Musa sentándose del otro lado de Brandon.

—Así es— Sky suspiro de mala gana —quiero ganar mucho dinero para no preocuparme por él, a como yo lo veo, el dinero es un obstáculo. Más bien, no tenerlo es un obstáculo entre tú y lo que quieres hacer— se metió otro pedazo a la boca —Tienes que tener dinero para no pensar en él.

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⏰ Última actualización: Oct 10 ⏰

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