Capitulo 9.

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Christopher.

Veo a Rachel moverse con soltura por todo el jardín. Es enorme y parece que si es una buena área para que hagan su camping ahí, sin contar el bosque frondoso que se forma a quizá kilómetro y medio.

Se que la zona está protegida, hay un límite bordeado con bardas, cerca eléctrica y alambres de púas.

Saca varias cajas que reconozco porque estuve involucrado en cargarlas. Son casas de campaña. Muchas.

Suspiro y voy a ayudarle, porque si están pesadas. Y pensar que todavía las tiene que armar. De alguna manera se que también voy a terminar involucrado.

Ella me sonríe cuando me acerco y la comienzo a ayudar, esto va a ser demasiado pesado.

Sin contar que está lloviendo y si no fuera por el techo que está puesto desde la mañana nos estaríamos mojando.

—Mi amor —medio asiento para hacerle saber que la escucho—, ¿Me ayudas a armarlas? —volteo para verla con un puchero en los labios—, por favor.

—Eres soldado, seguro puedes hacerlo rápido.

—Pero terminaría más rápido si recibo ayuda —me sonríe.

—¿Y al final que ganó yo? —enarco una ceja.

Deja la caja que comenzaba a abrir y se acerca hasta que tengo que dejar yo también la caja y sostenerla de la cintura.

—Dejaré que me hagas lo que quieras mañana en la noche —se pega más a mi, sintiendo mi erección contra su abdomen—, ¿Que dices?, Es un buen trato, yo te pago con cuerpo y tu me ayudas.

Bufo. Ella sonríe ampliamente y me da un beso corto, que me encargo de alargar, introduzco mi lengua en su boca, arrancándole un gemido bajo, cómo siempre, se vuelve una batalla para ver quién domina el beso. Y como siempre. Termino ganando yo.

La dejo libre cuando se queda sin aire y ella me da otra sonrisa antes de soltarse de mi agarré y comenzar a sacar las cosas para armar las casas.

Nos lleva al rededor de tres horas armar todas. Empeora cuando comienza. Sacar colchones inflables, pero estos los infla con una máquina, aún así, tengo que ayudar a meternos a cada casa.

¿Quien le dijo que era buena idea hacer esto?

Después de los colchones saca mantas, pero las acomoda ella sola, miro lo que hace en cada una, no es mucho, solo coloca mantas y deja otras dobladas sobre los colchones.

Saca almohadas y cojines que también va dejando sobre los colchones y finalizando eso, cierra las casas.

—Los niños dijeron que quieren mirar una película también, así que tengo que poner la pantalla para usar el proyector.

Bufo cómo por milésima vez en el día.

—Consientes mucho a esos niños.

—Porque son mis hijos. Y tengo las posibilidades para hacerlo. Nadie va a hacer que deje de hacerlo.

Desaparece dentro de una bodega y regresa con la pantalla, claro.

—¿Y según tu, de dónde la vas a colgar, lista? —mascullo.

Ella me da una sonrisa de superioridad y saca un control pequeño de el bolsillo trasero de sus vaqueros, presiona un botón y observo como bajan unas argollas del mismo material del que está hecho el techo con lentitud.

—No es la primera vez que vemos películas en el jardín. Quizá hace tres meses fue la última vez —se encoge de hombros.

Deja la pantalla en el suelo y se va, dejándome con el ceño fruncido. Cuando regresa, la veo con una escalera de mano, ¿Que mierda?

𝙼𝚢 𝚋𝚘𝚢 𝚘𝚗𝚕𝚢 𝚋𝚛𝚎𝚊𝚔𝚜 𝚑𝚒𝚜 𝚏𝚊𝚟𝚘𝚛𝚒𝚝𝚎 𝚝𝚘𝚢𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora