𝙼𝚢 𝚋𝚘𝚢 𝚘𝚗𝚕𝚢 𝚋𝚛𝚎𝚊𝚔𝚜 𝚑𝚒𝚜 𝚏𝚊𝚟𝚘𝚛𝚒𝚝𝚎 𝚝𝚘𝚢𝚜

Capitulo 5.

Rachel.

Me tiemblan las manos. Y mucho. Soy consciente de lo que su presencia aquí conlleva y no se cómo dio conmigo.

Aunque debí deducir que mi posición ya no estaba tan oculta cuando comenzaron a entrevistarme para saber más de las guarderías y colegios.

Lo busque, pero nunca revele mi posición. Así que... Creo que es por eso, por lo de las entrevistas y más.

—¿Que qué hago aquí?, Creo que la pregunta va para ti, ¿Cómo coño se te ocurre lárgate como si nada? —sisea, me alejo un poco, pegándome a la puerta ya cerrada. Pero a él no le importa, claro, porque ahora estoy acorralada.

—Me fui por mi propio bien, creo que tengo el derecho de ver por mi misma después de que me utilizarás como si fuera una puta más en tu harem de mujeres.

Tensa la mandíbula.

—¿De dónde sacas ideas tan estúpidas?, A veces me sorprende tu imaginación —niega.

—No es que saque ideas de ningún lado —bufo, intentando aparentar seguridad—, ¿Querías que me quedara para que pudieras follarme cómo no puedes hacerlo con tu mujer?, Ni de coña. Ya no soy la misma estúpida que se deja pisotear y usar como si no tuviera valor alguno.

—Mi mujer eres tú —me toma del mentón, hago una mueca, no quiero que me toque, pero por más que lucho, no puedo hacer que me suelte—, deja de hacerte ideas erróneas en la cabeza.

—Son ideas que tú metiste, así que no se de qué te quejas. Suéltame.

Suelta una risa irónica.

—Jamás metería ideas tan estúpidas como las que plasmaste en esa carta. No me case con Gema, ni con nadie, ¿Quien te dijo esa tontería?

Mis intentos de soltarme se ven frustrados ante su declaración.

—No te creo. Era tu elemento clave para ganar, ¿No?, Alex me lo dijo y...

—Mi elemento clave para ganar fue nunca depender de nadie. Gema era un pieza, si, pero no esencial. Y Alex lo dijo porque tú, por irte detrás de ese maldito pordiosero, arruinaste una maldita propuesta de matrimonio.

—Mientes —los ojos se me llenan de lágrimas—, lo que dices no es cierto. Tu no...

—Si, Rachel, yo si. El maldito día que fuimos a Cadwin, no fue porque tuviera negocios que hacer, fue porque tenía una propuesta para ti. Y tú por irte a socorrer a otro idiota lo arruinaste —la rabia y la seriedad... Me confunde.

Pero también me lo afirma.

Parpadeo, pero de todas maneras las lágrimas comienzan a bajar.

—Christopher...

—Nada. Te lo dije. Eres mía y siempre lo serás, así que déjate de tonterías, que vas a regresar conmigo —la barbilla me tiembla y no se cómo logro reaccionar cuando su mano presiona mi cuello y sus labios atacan los míos.

Jadeo y es todo lo que me lleva a corresponder el beso cargado de furia, pasión y desesperación.

Y vuelvo a paralizarme cuando siento algo frío en mi mano, más en concreto, en mi dedo anular, bajo la vista, viendo cómo desliza un precioso anillo. La manda de oro blanco y rodeado de zafiros azules que destellan contra la luz de las lámparas que alumbran la calle.

—¿Que es esto, Christopher?, No...

—Un anillo. Eres mía. Siempre te lo he dejado claro y eres consciente de eso. Y este anillo no hace más que gritarle a todos que lo eres. A el maricón de tu ex, al pordiosero o al italiano.