Capitulo 13.

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Rachel.

Mi emoción por pisar Londres es palpable. Estoy feliz. Demasiado.

Y los nervios de Melanie disminuyen cuando Alexa se acercó a ella y comenzaron a hablar, hasta que los nervios de ella fueron olvidados.

Mis amigos van en otro avión, custodiandolo a los halcones y a Antoni.

En cierto punto del vuelo, vamos a acostar a los mellizos y mis amigas se duermen también. Así que los únicos despiertos somos Christopher y yo.

Y también estoy quedándome dormida cuando siento como una mano comienza a subir por mis muslos.

—Ministro, comportese, que sus hijos pueden venir en cualquier momento —murmuro.

—Mis hijos están durmiendo —responde, su mano se mueve hacia en lado interno de mis muslos, instandome a abrir las piernas.

Cierro los ojos al sentir su caricia. Y apuesto a que tiene una sonrisita idiota.

Me muerdo el labio y dejo que me acaricié, hasta que logra tensar mis piernas, pero el saca la mano, obligandome a abrir los ojos, mirándolo con reproche.

Pero el hace lo siguiente: desliza mis bragas por mis piernas hasta quitarmelas y reclina mi asiento y veo como se pone de rodillas frente a mi con una sonrisa ladina.

—Eres un maldito pervertido, degenerado que...

—Hay muchos calificativos, nena. Y el ser execelente en darte orgasmos en mi favorito —mis piernas vuelven a tensarse cuando pasa la lengua por mi intimidad—, ¿Te he dicho que eres uno de mis sabores preferidos?, El que encabeza la lista.

De ahí en fuera, no vuelve a hablar, estoy muriéndome de placer y tengo que tragarme los gemidos para no despertar a nadie. El orgasmo que me provoca arrasa con todo. Mis manos tienen su cabello entre los dedos y lo levanto para besarlo, me pruebo a mi misma en sus labios, aún brillantes por mis fluidos.

Acomoda mi vestido y se sienta para llevarme a su regazo. No dejo de besarlo en ningún momento, sus labios no me dan para hacer una tregua, es que las experiencias con el siempre se vuelven las mejores y nunca creí que me permitiría ser tan abierta en cuanto al sexo como lo soy ahora.

—Montame —ordena.

Niego.

—Ya fue demasiado dejar que me hicieras un oral aquí, dónde cualquiera pudo haber salido de la habitación, amor...

—¿Desde cuándo te fijas en eso? —sonríe, esa jodida sonrisita pícara y ladina que me enloquece—. Quiero que mi mujer me monte, ¿Es mucho pedir?

—Si. Mucho... ¿Porque no vamos a una habitación o algo así...?

—Porque en nuestra habitación están tus hijos y en la otra están tus amigas.

Hago una mueca.

—¿Que tal el baño?, Es un espacio pequeño, pero siempre hemos sabido arreglarnoslas bien —sin decir palabra, ni dudar, se pone de pie, obligandome a afianzar mis piernas al rededor de sus caderas.

Corre la puerta del baño y accedemos. Me deja sobre el mini lavabo, antes de cerrar y venir a mi, besándome con desesperación. Cualquiera diría que no hemos follado desde hace una semana.

Sacudo la cabeza, sonriendo ante su asalto, saco su miembro, estimulando con el líquido preseminal que escapa de la punta de su falo. Logró tensarlo y entonces me sostiene de las caderas para pegarme a el y clavarme de una estocada su miembro.

El golpeteo de nuestros cuerpos resuena en el cuarto de baño diminuto y el ahoga mis gemidos y sus jadeos contra sus labios. Joder.

Nuestras extremidades se tensan y ambos nos corremos. Muerde mi labio y no puedo evitar quejarme, porque lo hace con fuerza, aunque no la suficiente para hacerlo sangrar.

𝙼𝚢 𝚋𝚘𝚢 𝚘𝚗𝚕𝚢 𝚋𝚛𝚎𝚊𝚔𝚜 𝚑𝚒𝚜 𝚏𝚊𝚟𝚘𝚛𝚒𝚝𝚎 𝚝𝚘𝚢𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora