La noche aún era joven, pero parecía alargarse en una eternidad de sucesos que jamás habría creído posibles. Mi cuerpo, cubierto de sangre, se sentía pesado y entumecido, mientras Evangeline, con su toque frío pero sorprendentemente reconfortante, me acariciaba el cabello con una suavidad que contrastaba con la violencia del momento. Mis manos, manchadas de rojo, temblaban ligeramente, aún aferradas a la realidad de lo que acababa de suceder.
Habíamos matado a un hombre lobo. Un hombre lobo real.
El peso de esa verdad me aplastaba. La sangre que cubría mis ropas, mis manos y la misma tierra bajo mis pies era la prueba tangible de que el mundo en el que ahora existía estaba muy lejos de cualquier noción de normalidad. Mis ojos todavía estaban fijos en el cuerpo inerte frente a nosotros. Aquella criatura, con su pelaje oscuro y ojos que brillaban con un odio salvaje momentos antes, ahora yacía sin vida. No era solo el hecho de que había visto morir a una bestia mítica, sino que, de alguna forma, había participado en su muerte.
Me sentía como si estuviera flotando en una neblina de confusión. No solo por la sangre o por la violencia del enfrentamiento, sino por lo que había hecho. Había matado. No sabía si era más perturbador haber acabado con la vida de alguien o el hecho de que esa vida pertenecía a una criatura que no debería existir.
Evangeline, con su porte elegante e impasible, parecía completamente en control. Acariciaba mi cabello como si fuera un perro asustado, un gesto casi condescendiente, pero que me mantenía anclado en ese caos surrealista. "Lo hiciste bien", susurró, su voz tan suave como el viento nocturno. Sus dedos recorrían mi cabeza con un toque relajante, casi hipnótico, mientras mi cuerpo seguía temblando, incapaz de procesar todo lo que había sucedido.
"¿Qué... qué era eso?", logré preguntar, mi voz apenas un murmullo. "Un hombre lobo... Realmente era un hombre lobo, ¿verdad?"
Evangeline asintió lentamente, sin apartar su mano de mi cabeza. "Sí", respondió con calma, como si hablara de algo tan mundano como el clima. "Era un hombre lobo. Y uno bastante feroz, debo añadir. Aunque no para alguien como yo." Sus labios formaron una leve sonrisa, esa sonrisa que ya empezaba a reconocer como su sello personal, una mezcla de diversión y misterio.
Me quedé en silencio, tratando de asimilar sus palabras. Vampiros, hombres lobo... todo lo que una vez había considerado mitos o leyendas se estaba desplegando frente a mí de la manera más brutal y tangible posible.
"¿Por qué... por qué tuvimos que matarlo?", pregunté finalmente, aún sin poder apartar la mirada del cadáver a pocos metros de nosotros. "No entiendo qué está pasando. ¿Por qué están en guerra? ¿Qué tiene que ver esto conmigo?"
Evangeline dejó de acariciarme y se arrodilló a mi lado, mirándome directamente a los ojos con una seriedad que rara vez había visto en ella. Su mirada, normalmente fría y calculadora, se volvió más intensa, como si lo que iba a decirme fuera algo de vital importancia. Se aclaró la garganta y comenzó a hablar con un tono más bajo y cauteloso.
"Lo que ves aquí", señaló al cadáver del hombre lobo, "es solo una pequeña muestra de una guerra que ha estado ocurriendo durante siglos. Los vampiros y los hombres lobo han sido enemigos desde tiempos inmemoriales. Hay una rivalidad ancestral, una lucha por el dominio de los territorios, por el control de ciertos recursos que son vitales para nuestra supervivencia".
Me estremecí. No solo porque ella hablaba de esto como si fuera una simple lección de historia, sino porque ese 'nuestra' me incluía a mí ahora.
"La sangre", continuó ella, casi en un susurro, "es lo que nos da poder a los vampiros. Nos nutre, nos mantiene fuertes. Pero para los hombres lobo, es diferente. Ellos luchan por su libertad, por sus tierras y su autonomía. Nos ven a nosotros como una amenaza, una plaga que consume todo a su paso, y en parte, no están equivocados".
"¿Pero por qué nos atacó?", pregunté, sintiendo un atisbo de indignación en mi voz. "No hicimos nada para provocarlo".
Evangeline suspiró y se puso de pie, mirando al horizonte, donde la luna llena brillaba intensamente en el cielo. "No es tan simple", dijo, su voz cargada de cierta melancolía. "Para ellos, nuestra mera existencia es una provocación. Y tú... bueno, ahora que eres uno de los nuestros, ya no eres inocente. Eres parte de esta guerra, quieras o no".
La revelación cayó sobre mí como una losa de granito. Desde el momento en que Evangeline me había transformado, sin mi consentimiento, había sido arrastrado a un conflicto que ni siquiera sabía que existía. ¿Cómo podía yo, un simple humano transformado en vampiro, ser parte de algo tan grande, tan antiguo?
"Pero no quería esto", protesté débilmente. "No quiero ser parte de ninguna guerra. No quiero matar a nadie".
Evangeline volvió a mirarme, su expresión suave, pero firme. "No tienes elección", dijo, con una franqueza que me hizo estremecer. "Esto es parte de lo que eres ahora. Ser vampiro no es solo inmortalidad y poder. Es supervivencia. Y en este mundo, hay enemigos que quieren verte muerto simplemente por lo que eres".
Un escalofrío recorrió mi columna. El peso de lo que me decía era abrumador. A pesar de que el poder que había sentido corriendo por mis venas al enfrentar al hombre lobo me había llenado de una adrenalina insólita, el hecho de que ahora mi vida estuviera ligada a una guerra eterna entre seres de la noche me hacía sentir impotente.
"Entonces, ¿esto es todo?", pregunté en voz baja. "¿Vivir matando o ser cazado?"
Evangeline se acercó nuevamente, su mirada ahora más suave, casi comprensiva. "No todo es muerte y destrucción", dijo, colocando una mano en mi mejilla. "Hay placeres en la inmortalidad que aún no comprendes. Poderes que te harán sentir más vivo de lo que jamás fuiste como humano. Pero sí... habrá momentos como este. Momentos en los que tendrás que elegir entre tu vida o la de otro. Entre tu supervivencia o la extinción".
Su toque era frío, pero reconfortante en una forma extraña. Sin embargo, nada de lo que decía lograba calmar la tormenta que rugía dentro de mí. Había matado. Y lo había hecho sin pensarlo dos veces, impulsado por una necesidad que ni siquiera entendía. El instinto de supervivencia había sido abrumador, y ahora la culpa comenzaba a instalarse en mi pecho, junto con una desconcertante sensación de vacío.
Evangeline debió haber notado mi confusión, porque me miró con una mezcla de lástima y admiración. "Sé que esto es mucho para ti", dijo suavemente. "Pero lo superarás. Con el tiempo, aprenderás a abrazar lo que eres. Y yo estaré aquí para ayudarte en cada paso del camino".
Me quedé en silencio, mis pensamientos un caos de preguntas y dudas. La sangre que cubría mi cuerpo empezaba a secarse, tirante sobre mi piel. No estaba seguro de cómo podría abrazar esta nueva realidad, pero una cosa era clara: el mundo al que pertenecía ya no existía más. Ahora, era parte de algo mucho más oscuro y peligroso.
Y, aunque no quería admitirlo, una parte de mí comenzaba a aceptar ese destino.
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VAMPIRA....[T/N]
WampiryUn pueblo el cual es para turistas, que esconde un pasado de horror