Nunca hubiera imaginado que una simple caminata por el bosque podría cambiar el rumbo de mi vida. Al principio, todo parecía como cualquier otro día: el sol descendía lentamente detrás de las copas de los árboles, tiñendo el cielo con tonalidades cálidas de naranja y rosa. El aire fresco traía consigo el olor terroso del follaje húmedo, impregnando el ambiente con una serenidad extraña. Sin embargo, había algo diferente en esa tarde, algo que no lograba identificar, pero que me llenaba de una inquietud creciente.
Avancé más allá de donde usualmente me atrevía, como si una fuerza desconocida me guiara. Siempre había considerado el bosque un lugar de misterio, lleno de susurros y secretos escondidos en la penumbra, pero nunca había sentido la necesidad de explorar más allá de sus límites conocidos. Esa tarde fue diferente. Mis pasos me llevaron a través de senderos que parecían aparecer de la nada, hasta llegar a una parte del bosque que jamás había visto. Y ahí, entre los árboles, lo vi por primera vez: una mansión antigua, majestuosa y al mismo tiempo siniestra, oculta como un secreto esperando ser descubierto.
La estructura parecía extraída de alguna leyenda olvidada, con sus muros cubiertos de musgo y enredaderas, y sus torres asomándose entre el follaje como guardianes de un pasado sombrío. Había algo fascinante en su decadencia, algo que me incitaba a acercarme.
La puerta principal, apenas entreabierta, parecía ofrecer una invitación silenciosa, aunque no por ello menos aterradora. Con el corazón acelerado, empujé la pesada madera que crujió bajo mi toque. Al entrar, el olor a polvo y madera vieja invadió mis sentidos, mientras una penumbra espesa envolvía la estancia. Pese a la escasa luz, pude distinguir los contornos de muebles antiguos, cubiertos por mantas de olvido, y cuadros cuyas figuras parecían observarme desde tiempos remotos.
Y entonces la vi.
Sentada en un sillón de terciopelo oscuro, sostenía un libro en sus delicadas manos. Era, sin duda, la mujer más fascinante que había contemplado en mi vida. Su cabello, largo y negro, caía en cascada sobre sus hombros, enmarcando un rostro de una palidez que parecía casi irreal, como si estuviera esculpido en mármol. Su piel, inmaculada y perfecta, contrastaba con la intensidad de sus ojos verdes, que brillaban bajo la tenue luz con una intensidad hipnótica.
Sentí que el tiempo se detenía al mirarla. Había algo en su presencia que me atraía de una manera inexplicable, algo oscuro y magnético que no me permitía apartar la vista. Pero fue su figura lo que terminó de cautivarme. El vestido que llevaba se ajustaba a su cuerpo con una elegancia imposible, destacando su silueta con una perfección casi perturbadora. Mi mirada se desvió, por un momento, hacia sus curvas, y me maldije a mí mismo por no poder controlarme. Sentí el calor subir por mis mejillas, pero no pude evitarlo. Era como si algo en ella me hubiera despojado de todo razonamiento.
El libro que sostenía en sus manos llamó mi atención. "Drácula". La ironía no pasó desapercibida, pero me dejó con más preguntas que respuestas. ¿Qué hacía una mujer como ella leyendo una obra tan antigua, una historia de vampiros en una mansión que parecía extraída de ese mismo relato? Mi mente intentaba desesperadamente descifrar el misterio, pero mis pensamientos eran incapaces de apartarse de su presencia abrumadora.
En ese instante, sus ojos se alzaron, y nuestras miradas se cruzaron. Me quedé inmóvil, atrapado bajo su escrutinio. Sus ojos parecían leerme, despojándome de cualquier defensa que pudiera tener, como si fueran capaces de ver más allá de la superficie, hasta lo más profundo de mi ser. Un escalofrío recorrió mi espalda, y sentí que todo el aire en mis pulmones desaparecía.
—¿Quién eres? —su voz, suave pero firme, resonó en el silencio de la estancia. Era una voz llena de misterios, con una cadencia casi musical, pero teñida de algo oscuro, algo que no podía definir pero que me provocaba una mezcla de temor y fascinación.
El pánico me invadió. Mi mente quedó en blanco, incapaz de encontrar palabras que estuvieran a la altura de la situación. El corazón me latía con tanta fuerza que pensé que se me iba a salir del pecho. Y, en un acto de puro instinto, giré sobre mis talones y salí corriendo, sin mirar atrás.
Corrí como si mi vida dependiera de ello. El bosque, que antes me había parecido tranquilo y acogedor, ahora se había transformado en una maraña de sombras amenazantes. Los árboles se cerraban a mi alrededor, y el sonido de mis propios pasos parecía multiplicarse, como si algo o alguien me estuviera persiguiendo. No me detuve hasta estar seguro de haber dejado aquella mansión muy atrás.
Con el pecho agitado y las piernas temblorosas, me apoyé contra un árbol, intentando recuperar el aliento. La imagen de aquella mujer seguía grabada en mi mente, su mirada intensa, su voz melodiosa y oscura, su figura perfecta. No podía sacármela de la cabeza, y cuanto más lo intentaba, más me obsesionaba con ella.
¿Qué era aquella mansión? ¿Quién era esa mujer? Y, sobre todo, ¿por qué sentía que, de alguna forma, ese encuentro había cambiado algo dentro de mí para siempre?
ESTÁS LEYENDO
VAMPIRA....[T/N]
VampirUn pueblo el cual es para turistas, que esconde un pasado de horror