Capítulo 4

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—¿Qué pasa? —dijo Sam—. Estás rara.

—Estoy concentrada pensando en los estudios —le dije.

Era lunes, muy lunes para mi mala suerte. Acababa de salir de la Universidad y al profesor se le había ocurrido añadir, de último momento, el nuevo tema al examen, poniendo la excelente excusa de que era fácil. Ahora estaba terminando un frappuccino para una clienta de unos trece años que iba con sus amigas.

—¿Segura? —volvió a insistir—. Tienes esa mirada.

—¿Qué mirada?

Le entregué el frappuccino a la niña, que me agradeció con una sonrisa y se fue.

—De cuando algo te inquieta, y no creo que sea lo de tu profesor, porque siempre terminas aprobando tus exámenes.

La miré, suspirando y dudando si contarle lo que pasaba por mi cabeza desde la tarde anterior. Volví a limpiar la mesada con un trapo, que la dejaba aún más sucia, pero era lo único que había.

—Están pasando muchas cosas por mi cabeza —le confesé—. Y algunas no son muy buenas.

—¿En qué sentido lo dices? —preguntó su mirada se volvió seria y muy oscura —. Ay por favor Olivia, no me digas que tienes pensamientos suici…, ya sabes, porque tendré que activar el protocolo, y no sé muy cómo se hace. Entré en pánico, ay Dios, estoy entrando en pánico.

Fui directo a calmarla, me dio un poco de risa y ternura su manera de reaccionar.

—No, no —le dije y se me escapó una risa —. Es otra cosa, jamás serás capaz de imaginarla.

—Entonces, ¿qué es?

No sabía cómo decírselo, además había una gran cola de personas esperando por su pedido. Así que le pedí a Evan, un compañero de cabello rubio y ojos marrones, que nos cubriera unos segundos.

—¿Me van a dejar solo? —se quejó él.

—No, está Charlie también —contesté—. Tenemos una emergencia de chicas.

—Siempre tienen una emergencia de chicas.

—¡Enseguida volvemos!
Entonces nos encerramos en el baño, lo que no fue una buena idea porque acababa de salir Charlie.

—¿Qué pasó? —insistió ella—. Cuéntame eso que parece afectarte tanto.

—El otro día, ayer —corregí—. Fui a misa, pero no estaba el padre MIchael, como de costumbre. Sino que había alguien nuevo… Se llama Nicholas y es… Debería ser un pecado poner un sacerdote tan atractivo a dirigir la misa. —Me tapé la boca al instante—. Ay Dios, no dije eso, olvida que dije eso.

—¿Te gusta el nuevo sacerdote? —dijo ella entre risas —. Ay cosita, a todos nos ha pasado alguna vez.

—¿A ti te ha pasado? —pregunté.

—Nunca he pisado una iglesia, pero le pasó a mi prima, y no terminó bien.

—No quiero saber.

—Como sea, ¿lo buscaste en Instagram?

—No se me ocurrió. ¿Por que tendría Instagram?

—Todo el mundo tiene Instagram, menos Evan —dijo—. Pero es Evan, así que no cuenta.

Entonces ella tomó su celular y abrió la app.

—¿Cómo dijiste que se llamaba?

—Nicholas —repetí.

—¿Y el apellido?

—No lo sé, no se lo pregunté.

—A ver —suspiró— Padre Nicholas, ¿dónde estás?

TENTACIÓN SAGRADA | Nicholas Chavez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora