Nicholas no me correspondió al principio, sus labios estaban duros cual rocas, y fue entonces cuando empezó a dejarse llevar. Su boca tenía un extraño gusto a miel y canela. Besaba de forma vaga, como si no quisiera despegarse ni para que yo pudiera envolver mi lengua con la suya.
Fue cuando caí en la cuenta de lo que estaba haciendo, y me separé bruscamente.
-Lo siento, no debí...
Nicholas tomó mi cabeza por los lados y enterró sus labios con los míos. Me tomó por sorpresa la intensidad con la que nos volvimos a unir, como si no aguantara ni un segundo más separado de mí, como si estuviera sediento y yo fuera la última gota de agua que existe. Su lengua estaba en todos lados, enredada con la mía. Sabía besar, era obvio que lo había hecho antes, lo que me puso un poco celosa, debo admitir.
Apretó su cuerpo aún más con el mío y me quitó la gorra estúpida que todavía llevaba sobre mi cabeza. Sus manos subían y bajaban por mi espalda y enterraba sus yemas en mis costillas de forma leve, pero percibí la frustración con la que lo hacía.
Quería más, él quería más.
-Esto no está bien -dijo entre besos-Eres una feligresa y yo tu sacerdote.
Volvió a besarme, como si sus palabras no tuvieran el más mínimo significado. Esta vez sus caricias resultaron tener un toque más de dulzura. Noté en sus manos que no se arrepentía de lo que estaba pasando. Y yo tampoco, porque aunque la culpa me hubiera consumido tiempo atrás, había aceptado lo que sentía por él, por sus palabras, por su penetrante mirada.
Sus ojos, ahora cerrados, se convirtieron en mi principal tentación. Cuando volvió a abrirlos, estaban totalmente oscurecidos, como si la adrenalina de nuestros cuerpos lo hubiera consumido por completo.
-Tú mismo lo dijiste -susurré en su oído cuando sus labios empezaron a bajar por mi mandíbula-. No somos santos, somos pecadores.
Nicholas se alejó un poco para mirarme a los ojos, dejando un rastro de besos morados. No despegué mi mirada ni por un segundo de sus iris acarbonados. Estaba sudado y su pecho subía y bajaba con una velocidad que no pensé posible.
Hice algo que nunca pensé hacer delante de un cura, de una eminencia como la de su estatus. Tomé las orillas de la fea chomba del trabajo y la deslicé por mi cuerpo de forma lenta, de manera que él pudiera recorrer todos mis movimientos con determinación. Cuando terminé de quitármela, la tiré a un lado del living.
Entonces vi cómo su mirada quedaba clavada en mis pechos, cubiertos aún por un sostén blanco. Bajé la mirada hacia su garganta y noté cómo su nuez de adán subió y bajó cuando tragó. Era como si se estuviera preparando para devorarme, y eso me gustó más de la cuenta.
-Eres hermosa -dijo, y volvió a unir nuestros labios.
Sus manos ya no tenían miedo, me tocaban en todas partes, recorrían mi cintura como se recorre un mapa con los dedos. Luego empezó a juguetear con el gancho del sostén, pero no podía desprenderse y a ambos se nos escapó una risita nerviosa.
-Deja, yo lo hago -dije.
-Está bien -murmuró con voz ronca, y mi cuerpo se derritió ante aquella oración.
Él hizo lo mismo, se deshizo de toda la ropa de su torso en un instante. Fue cuando me quedé completamente asombrada ante lo que tenía delante de mí. Estaba repleto de lunares, era toda una galaxia que bajaba hacia su pelvis, una que moría por besar. Su abdomen estaba tan marcado que pensé que era un chiste, y en sus brazos -al igual que sus manos- se encontraban ríos de venas visibles. Un camino de bellos bajaba por su pecho hacia un lugar que quería conocer, probar por completo.
Me quedé observándolo con la boca abierta. Recordé la primera vez que lo ví, con su vestimenta de sacerdote, hablando en la misa de Pentecostés. Y ahora estaba así delante de mí, semidesnudo, solo para mí. Me alegré por un segundo y mi piel se puso de gallina.
Por fin desabroché mi corpiño y lo dejé caer a mi lado. Su mirada se posó de nuevo sobre ellos y levantó una mano para acariciarlos. Justo cuando sus labios se posicionaban sobre mi cuello y empezaban a succionar. El placer se apoderó de mi cuerpo cuando sus yemas pellizcaron de forma suave uno de mis pezones.
-Nicholas.. -gemí en su oído mientras tiraba un poco de su cabello.
Para ser cura, sabía muy bien cómo complacer a una mujer.
-¿Te gusta? -susurró en mi clavícula, con esa voz ronca que parecía un gato ronroneando.
Asentí como pude, ya que sus manos me alzaron en el aire y sus labios chocaron contra los míos. Nicholas comenzó a caminar hacia el pasillo que estaba detrás mío, y como puso, abrió una puerta de una patada. Una risa se escapó de mi boca cuando volví a besarlo.
Nuestros cuerpos cayeron juntos sobre una cama, que supuse por la obviedad que era la suya. Él siguió con sus besos por todo mi cuerpo, pero lancé un grito cuando atrapó entre sus dientes uno de mis pezones, aunque fue delicado no pude evitar gemir del placer. Me retorcía en la cama por los movimientos de su boca y lengua sobre mi piel, en especial por ese punto, en donde tanto me gustaba que me besaran.
Solo se detuvo para desabrochar sus jeans y tirarlos junto con sus calzoncillos. Fue cuando dejó ver en toda su expresión su masculinidad, tan dura que casi me vengo de solo verla. Nicholas me sacó los pantalones, pero dejó mis pequeñas bragas. Me observó desde donde estaba, comiéndome con la mirada. Yo era su presa, estaba segura de eso.
-Eres tan hermosa -dijo cuando se acercó para volver a besarme-. Tenía ganas de hacer esto desde que te ví. Traté de ocultarlo, pero siempre volvías, una y otra vez. Estoy sucumbiendo ante ti, Olivia.
Sentí cómo sus dedos jugaban con el borde de mi ropa interior, lo único que tenía puesto. Su mirada seguía sobre mí cuando bajó para colocarse entre mis piernas. Besó el interior de mis muslos y los masajeó un poco antes de llegar a donde yo quería. Me quitó las brgas con desesperación y fue cuando su lengua acarició mi clítoris. Sentí cómo se movía en círculos para generar más placer, y la manera en que sus ojos no dejaron de mirarme en ningún momento. Mi espalda se arqueó por sí sola y mis caderas empezaron a moverse, queriendo más de él. Gemí enloquecida ante la succión de sus labios, entonces me tapó la boca con una de sus manos para que nadie nos escuchara.
Introdujo dos dedos dentro de mí sin ningún aviso previo y estuvo un rato jugando dentro de mí, sentía sus dedos rozando con mi punto de placer, sabía a ciencia cierta dónde se encontraba. Llegué al orgasmo con un grito que calló su mano; me encontraba totalmente mojada para ese momento.
-Sabes tan bien -murmuró en mi boca cuando volvió a besarme y se desplomó a mi lado, atrayéndome hacia él.
Le acaricié el pecho preguntándome por qué se detuvo.
-No tengo condones -indicó mientras quitaba un mechón de pelo de mi rostro.
-Está bien -contesté devolviéndole la caricia.
-Lo siento -murmuró en mi frente-. Pero no quiero joderlo por eso.
-No te preocupes -le conté-. Me ha gustado...mucho.
Y nos quedamos así, abrazados hasta que nuestras respiraciones se regularizaron.
Ese fue nuestro primer pecado, pero no sería el último, y mucho menos el peor.
*
Disfruten 🤭
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TENTACIÓN SAGRADA | Nicholas Chavez
FanfictionDesde que tengo memoria me he criado en un ambiente religioso, desde escuelas hasta estar todos los domingos rezando delante del altar. Hace unas semanas tuve que mudarme por la Universidad, y desde entonces he ido a la capilla de este nuevo y de...