19. Lascivia

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Quería irme a casa por dos razones. La primera es que estoy empapada por el té que esa estupida me tiro, lo que me dejo una mancha que cubre literalmente casi todo mi vestido, él cual por desgracia es blanco, y la segunda es porque me quede con hambre. Esas malditas hijas de perra no me pusieron ni un solo pan en la mesa de donde estaba.

Cuando había salido del salón sin intensiones de regresarme, me había encontrado con otra persona que no quería encontrarme el día de hoy.

—Duque... —Suspire al verlo y lo rodeaba para continuar caminando pero él me sostuvo de la muñeca.

—¿Quién fue? —Se volteó a verme con la cara sería.

—¿Qué? —Pregunté sin entenderlo.

—¿Quién carajos te hizo eso? —Había dicho con odio mientras miraba la mancha roja en mi vestido y mi cabello empapado.

—¿La vas a matar? Si las vas a matar solo te diré una pequeña descripción de ella... Ah... —Inhale un poco de aire— Una de las invitadas de la amante del príncipe, lleva un peinado feo y un vestido qué parece de mi abuela con colores marrones con morado, está en la mesa 5 del lado izquierdo y lleva maquillaje muy cargado, si la encuentras quitale la peluca qué lleva por mí—. Le sonreí.

No le iba a decir que no hiciera nada, quería ver como se creaba un escándalo desde cero. El Duque solo pudo suspirar y soltar su mano de mi muñeca.

—Vi que el príncipe fue corriendo al salón al escuchar a alguien gritar, ¿eras tú? —Me miró.

—No entiendo porque me preguntas que quién fue para después cambiar el tema... —Hice un puchero por la decepción de no ver una pelea— Pero no... no corrió donde mí —Miré la mancha en mi vestido. ¿Cómo diablos iban a sacar esa mancha de este vestido?

Antes de hablar, vi como el Duque suspiraba con alivio antes de mirarme.

—Princesa, la llevaré a casa... —Sostuvo mi mano de nuevo.

Lo miré feo antes de hablar.

—Solo acepto que me lleve porque necesito con urgencia un baño, si no fuera por eso, lo morderderia la mano.

—Dios mío... si qué eres una animal... —Río mientras soltaba mi mano y nos dirigimos fuera del palacio imperial.

—¿Qué? ¿En serio casi la dejas calva? —Decía entre risas Emilio al escuchar el porque el grito qué habían escuchado el príncipe heredero y él

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—¿Qué? ¿En serio casi la dejas calva? —Decía entre risas Emilio al escuchar el porque el grito qué habían escuchado el príncipe heredero y él.

—No te rías, desgraciado. ¿No ves que le iba a quitar todo el cabello pero el príncipe me detuvo antes de hacerlo? —Se quejó Leila al verlo reírse tanto de su intento fallido de dejar calva a Isabel.

—Pero sinceramente aún no entiendo... El porque... —Continuaba riéndose mientras sostenía su barriga.

—Ya deja de reírte y habla bien... —Puso los ojos en blanco mientras volteaba para otro lado su mirada.

—Bueno, bueno... ya dejaré de reír... —Seco las lágrimas qué le salieron de los ojos.

—Por cierto... ¿Puedo ir a su residencia? —Lo miró.

Emilio dejo de reírse y se puso serio cuando escuchos las palabras de Leila.

—¿Q-qué? —La miro.

—Si, es que para manejar uno de estos correctamente, hay que asegurarse de encontrar un rincón íntimo y cálido en tu hogar. Es importante frotarlo con suavidad y mantenerlo bien húmedo para que no se agriete antes de tiempo.

»No te olvides de darle la vuelta regularmente, asegurando que cada parte reciba el cuidado necesario. Aunque pueda tomar tiempo, la recompensa será algo impresionante, algo que no podrás dejar de admirar cuando finalmente se abra por completo.

—¿Q-qué? —Se puso rojo— F-frotar... ¿D-de qué hablas?

Leila lo miro confundido, ¿en que diablos estaba pensando?

—Obvio de un huevo de dragón, ¿que diablos pensabas tú? —Hizo una mueca de confusión.

¡¿Dónde está mi maldito romance ficticio?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora