Emely fue transportada a una novela romántica de la Edad Media, que por cierto, no había leído y que tampoco, era la protagonista. Era la villana. Ningún hombre la miraba por ser malcriada, mal hablada, sin educación y la loca obsesionada con el prí...
Una chica que acababa de despertarse en un lugar desconocino, estaba acostada en el piso frío de una construcción sin terminar. Parecía pérdida, no sabía a donde ir o mejor dicho en que sitio se encontraba. Por alguna extraña razón, había "perdido" la memoria y se encontraba en un lugar desconocido para ella.
Ella miraba confusa a su alrededor, notando qué a su lado veía como corría un manantial igual que un río. Estaba en una especie de columnas qué no entendía su propósito ya que el sintió no tenía techo y estaba casi cubierto con platas.
—¿Dónde diablos...?
Se dijo así misma para luego ponerse de pie y mirar mejor su alrededor el cual por alguna razón recordaba de algo. Un cierto chico, amado y odiado por muchos, se estaba acercando al lugar donde estaba ella. Estaba caminando y se veía con la mente despejada, también se puede decir que estaba un poco distraído por algunos pensamientos que llegaban en aquella mente.
Él veía su alrededor sin importancia, parece que había pasado por el lugar muchas veces, quizás hasta con los ojos cerrados aún se acordaria del camino e iría por él con tranquilidad. Pero esta vez había sentido una presencia extraña en el lugar que él consideraba "secreto", donde solo él conocía con perfección.
—¡¿Quién se atreve a indagar en la propiedad de la familia imperial?! —Dijo con enojo al sentir la presencia de ella. No la podía ver.
—L-lo siento de verdad... —Dijo con timidez mientras salía detrás de la columna qué se había escondido.
Él chico al verla se quedo perplejo... no sabía como reaccionar a la hermosa presencia de aquella mujer en su lugar secreto.
—¿Quién eres? ¿Por qué te atreves a desafiar a los caballeros del emperador de este país? —La miro con un poco de desprecio para disimular el interés qué tenía por ella.
—N-no sé donde estoy... —Bajo la mirada— usted debe de ser alguien que vive cerca de este palacio... ¿verdad? —Volvió a decir con timidez— N-no quiero ser una m-molestia pero ¿Me podría ayudar?
A los ojos del chico, ella parecía una oveja pérdida, una suave y dulce oveja pérdida. Algo que lo hizo sentir atracción por aquella chica, haciéndolo qué se acercará a ella un poco.
—A-aparecí en este lugar de repente... quizás me caí y me desmayé sin darme cuenta... pero creo que me disloque el tobillo... —Miró al chico con ojos sumisos y timidos— ¿Me puede ayudar...? N-no quiero ser descortés... Príncipe.
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—Isabel... ¿Sabes que estoy comprometido de hace años... verdad? —La miraba mientras acariciaba su cabello.
—S-si, príncipe... ¿Por qué le viene eso a la mente...? —Lo miró con timidez.
—No es nada... —Sonrió mirandola— Y ya te he dicho que me llames por mi nombre... —Le caricio la mejilla.
—L-lo siento... Nicolás... —Sonrió.
Habían pasado algunas meses desde que ellos se habían conocido por primera vez en el lugar secreto del príncipe heredero. Ese día él tenía que encontrarse con Leila... pero Emely en ese momento no invadía el cuerpo de ella, esa era la verdadera.
—¿Y bien... vamos? —Le sonrió tomando de la mano.
Leila y él tenían planeado verse, bueno... Leila tenía planeado verlo como siempre ya que él nunca tenía la misma emoción qué ella al verse otra vez.
—No te acerques mucho a ella, es solo para decirle que tú y yo estamos juntos, ¿bien? —Isabel asintió con una sonrisa.
Ellos fueron tomados de la mano hacia el estudio del príncipe, en el cual ya Leila estaba allí.
Cuando Leila escucho la puerta abrirse sonrió apleamente ya que iba a ver al hombre que le gustaba, otra vez, pero cuando él entro con Isabel tomados de la mano, su sonrisa cambio a una cara de odio.
—¡¿Quién es la perra a la que sostienes?! —Dijo enojada mientras iba donde ellos a tomarla del cabello.
—¡Leila! —Dijo con enojo el príncipe, haciendo que ella se detuviera, pero aún sostenía el cabello de Isabel— Sueltala, ahora.
Leila río sarcásticamente, soltó a Isabel del cabello aunque eso no quitaba el hecho que tenía la mitad del cabello de ella en sus manos.
—Quería hablar con normalidad contigo pero veo que no se puede. —Aún miraba con enojo y desprecio a Leila— Ella es mi amante, y desde ahora la tienes que respetar.
—¡Ja! —Río— ¿Es enserio? —Miró al príncipe qué la veía con la cara sería— Bien... me largo de este puto lugar. —Dijo mientras se retiraba del estudio del príncipe.
—¿P-puedo ir hablar con ella, Príncipe? —Lo miro con timidez.
—No, ella es como una animal salvaje, no te atrevas a hablar con alguien tan despreciable—. Dijo serio.
—Por favor... Nicolás... —Lo miró con ojos sumisos— Se que podemos acabar esto... lo juro.
—Esta bien... ve si quieres. —Suspiro— Pero vuelve de inmediato cuando veas que te quiere agredir.
—¡Si! —Le sonrió mientras se iba detrás de Leila.
Mientras que Leila iba a bajar las escaleras del lugar para poder irse, Isabel se acercó a ella.
—¿Leila? Hablemos... —Sonrió.
—¡¿Qué quieres hija de perra?! —La miro molesta mientras le gritaba.
—Solo es hablar, tranquilizate —Río— ¿O es que piensas que te voy a matar?
—¿D-de qué diablos hablas...? —Se hecho para atrás al sentir una vibra extraña de ella.
—Ten cuidado... te puedes caer... —Sonrió.
—¿Q-qu- —Pudo decir antes de sentir como ella la empujaba por las escaleras.
—¡Ah! Príncipe...
Fue corriendo donde él a decirle que Leila casi la empujaba pero se tropezó y calló.