Capítulo 1: Susurros en la Oscuridad

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La mañana en Florencia despertaba lentamente, como si la ciudad misma se resistiera a abandonar la calma nocturna. Los rayos del sol filtraban a través de las cortinas de la habitación de Victoria Emilia De la Fuente, iluminando el desorden de papeles y libros apilados en su escritorio. Sin embargo, no era la luz la que la despertaba, sino el eco de un sueño aterrador que aún reverberaba en su mente.

Victoria se sentó en la cama, con el corazón acelerado. Su mirada se perdió en la distancia, recordando el adiós que había compartido con Sebastián Eduardo Montemayor, un adiós que sentía tan real como el aire que la rodeaba. En su sueño, las lágrimas caían de sus ojos mientras él se alejaba, su figura desvaneciéndose entre la bruma de la tristeza. "¿Qué significaba todo eso?", se preguntó, mientras un escalofrío recorría su espalda. Un presentimiento inquietante se aferraba a su corazón, como si algo terrible estuviera por suceder.

Se levantó de la cama, pero el peso del mundo parecía aplastarla. Las paredes de su habitación estaban adornadas con fotografías de momentos felices: risas compartidas, sueños por realizar y promesas que se sentían eternas. Pero en su pecho había un vacío que la hacía sentir atrapada en un laberinto de dolor. Su mente giraba en torno a Sebastián, a su sonrisa y a la forma en que su risa llenaba el aire. "A donde quiera que vayas, allí te seguiré", se repetía, intentando aferrarse a la esperanza de que su amor podría superarlo todo.

El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos, y su mano temblorosa se movió para contestar. "¿Victoria? Es tu madre", la voz de su madre resonó al otro lado, con un tono que presagiaba lo peor. "Necesito hablar contigo... algo ha ocurrido". Las palabras se sentían como un peso sobre su pecho, y la angustia se intensificó. El destino, cruel y despiadado, estaba por revelar su verdad.

Victoria se apresuró a vestirse, sintiendo cómo la incertidumbre y el miedo se apoderaban de ella. Caminó por las calles empedradas de Florencia, donde la luz del día apenas podía disipar la sombra que se había posado sobre su corazón. Cada paso la acercaba más a su madre, pero también a una revelación que cambiaría su vida para siempre.

La brisa suave acariciaba su rostro, pero no podía sentir el calor. Su mente seguía atrapada en recuerdos y presagios, sin poder escapar de la idea de que su vida podría desmoronarse en un instante. Al llegar al café donde su madre la esperaba, se encontró con su rostro pálido y los ojos llenos de lágrimas. Un nudo se formó en su garganta mientras se sentaba frente a ella. "¿Qué ha pasado?", preguntó, su voz temblando.

Su madre tomó aire, y Victoria sintió que el mundo se detenía. "Es Sebastián... ha tenido un accidente".

El tiempo se detuvo. El dolor la atravesó como un rayo, y el aire se volvió denso. Las palabras de su madre resonaban en su mente, cada una más pesada que la anterior. **El eco de su risa, el brillo de sus ojos, todo se desvanecía, y con él, sus sueños. En ese instante, Victoria supo que su vida jamás volvería a ser la misma.

La angustia, el miedo y la tristeza se entrelazaron en su corazón, como un abrazo mortal que la aprisionaba. La vida, con todas sus promesas, se había convertido en un abismo insondable.

Y mientras el sol brillaba en el cielo de Florencia, una sombra oscura se cernía sobre su futuro.

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