Capítulo 11: Sombras de un Compromiso

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La cena en casa de los Hartwick se organizó con gran formalidad. La opulencia del lugar brillaba con candelabros centelleantes, y las flores frescas adornaban la mesa larga donde todos estaban sentados. Las risas y las conversaciones se mezclaban en un bullicio constante, pero yo me sentía aislada, como si estuviera viendo todo desde detrás de un vidrio.

Mi corazón latía con fuerza mientras esperaba el anuncio que sabía que vendría. El duque Hartwick, mi padre, miraba a mi madre con complicidad, y un destello de emoción se reflejaba en sus ojos. Pero para mí, la anticipación se sentía como un peso aplastante en el pecho. No podía concentrarme en la conversación ni en los manjares que se servían. Mi mente estaba llena de una confusión abrumadora.

Finalmente, mi padre se puso en pie, y el murmullo de la cena se detuvo. El silencio se hizo presente en la sala, y todos dirigieron su atención hacia él. Me sentía como un animal atrapado en una trampa.

- Quiero dar un anuncio muy importante esta noche -comenzó mi padre, su voz resonando con autoridad y orgullo-. He encontrado un partido excelente para mi querida hija, Victoria.

No sabía qué pensar. La palabra "partido" me llenó de desasosiego, y antes de que pudiera procesarlo, continuó.

- A partir de esta noche, me complace anunciar el compromiso de Victoria con Azael Hartwick.

Las palabras flotaron en el aire como un eco lejano. A medida que mi padre hablaba, me sentía desvanecerme. Las miradas de todos se centraron en mí, pero no podía devolver la atención. Estaba atrapada en un laberinto de pensamientos, cada uno más oscuro que el anterior. Azael, el hermano de Sebastián, era ahora el centro de mi vida, y eso me llenaba de angustia.

Azael se levantó, tomando la palabra. Su sonrisa era arrogante, y mientras comenzaba a hablar, podía sentir el frío que me invadía.

- Es un honor para mí unirme a la familia de Victoria. Sé que juntos podemos construir un futuro brillante. -Su tono era suave, pero había un destello de desafío en sus ojos. - Estoy emocionado por lo que está por venir.

A pesar de la elocuencia de sus palabras, solo pude sentir un vacío. Cada declaración de Azael resonaba en mi mente, pero no podía aferrarme a ninguna de ellas. Estaba atrapada en un torbellino de emociones que no sabía cómo manejar. Sentía que mis padres estaban tomando decisiones sobre mi vida sin considerar mis deseos. ¿Qué pasaba con lo que quería?

Sebastián estaba a mi lado, y podía ver la tensión en su rostro. Su mirada estaba fija en el suelo, como si estuviera tratando de contener algo. Su frustración era palpable, pero yo no sabía qué hacer. En ese momento, Azael se erguía como un victorioso conquistador, y yo me sentía como un trofeo.

La cena continuó con risas y celebraciones, pero yo no podía participar. Estaba atrapada en mis pensamientos, y el eco de las palabras de Azael resonaba en mi mente. El compromiso era inminente, y yo me sentía impotente para evitarlo.

Días después, en la biblioteca de la mansión Hartwick, la tensión entre Sebastián y Azael llegó a un punto crítico. Mientras los libros llenaban las estanterías, la atmósfera estaba cargada de hostilidad.

- ¿Cómo te atreves a presentarte como el héroe, Azael? -comenzó Sebastián, su voz baja pero llena de ira. - Sabes que no hay amor entre tú y Victoria.

Azael se giró, con una sonrisa burlona que desnudaba su desprecio. - ¿Y qué sabes tú de amor? Siempre has sido el consentido, el favorito de padre. Pero eso no significa que tengas derecho a opinar sobre lo que es mejor para ella.

- ¡No se trata de mí! -gritó Sebastián, acercándose a su hermano. - Se trata de lo que ella quiere. ¿Acaso te importa un carajo su felicidad?

Azael dio un paso adelante, desafiando a Sebastián. - Me importa más que a ti. Sé que soy lo que necesita. Tú solo eres un niño mimado que no entiende nada de la vida real. Tu egoísmo te ciega, y no ves cómo puedes arruinarle la vida.

- ¡Eres un arrogante! No sabes nada de ella, ni de lo que ha pasado. Solo quieres obtener lo que crees que mereces.

Las palabras cortantes se convirtieron en gritos, y la pelea continuó. En medio del caos, los dos hermanos se golpeaban con furia, cada uno intentando demostrar su superioridad. El ambiente estaba impregnado de una tensión insostenible.

- ¡Eres solo un estorbo! -rugió Azael, su voz llena de desprecio mientras se lanzaba sobre Sebastián. - Nunca has sido lo suficientemente bueno para nada. Tu madre siempre te ha protegido, y tú eres solo un niño mimado que no merece la felicidad.

Sebastián sintió cómo la ira le subía por la cabeza. - ¡Cierra la boca! -gritó, lanzando un golpe que conectó en el rostro de Azael. - No tienes idea de lo que has hecho. No sabes cómo ha luchado ella.

Azael se recompuso, sus ojos centelleando de rabia. - ¿Luchar? ¿Crees que sabes lo que es luchar? Eres un perdedor que nunca ha tenido que enfrentarse a nada. Solo te preocupas por tu propia vida y tus propios deseos.

- ¡Eres tú el que está obsesionado con tenerlo todo! -gritó Sebastián, su voz llena de furia. - Quieres lo que es mío, y no tienes idea de lo que significa amar de verdad.

A medida que las palabras se intensificaban, el aire se volvió denso y pesado. Azael, cegado por la rabia, se lanzó sobre su hermano, y la pelea se volvió física. Los dos se golpearon con una brutalidad que resonaba en las paredes de la biblioteca. Los sirvientes, alarmados por el ruido, entraron rápidamente, intentando separarlos.

- ¡Basta! -gritó uno de los sirvientes, tratando de agarrar a Azael. - ¡Deténganse!

- ¡Déjame! -rugió Azael, forcejeando mientras intentaba alcanzar a Sebastián, quien estaba igual de furioso.

Los gritos de los hermanos resonaban en la biblioteca, un torbellino de emociones que era difícil de contener. Los sirvientes lucharon por separar a los hermanos, pero la rabia era palpable, y los dos seguían golpeándose con una intensidad que asustaba.

- ¡Tú no eres más que un impostor! -gritó Azael, su rostro rojo de ira mientras un sirviente lo sostenía de un brazo. - Te deseo lo peor. Nunca serás nada comparado conmigo.

- ¡Eres un monstruo! -respondió Sebastián, temblando de furia mientras se debatía en los brazos de los sirvientes. - No entiendo cómo puedes tratar así a tu propia sangre.

Finalmente, después de un esfuerzo titánico, los sirvientes lograron separar a los hermanos. Azael respiraba con dificultad, y Sebastián temblaba de rabia, su mirada fija en su hermano. La tensión era palpable, y el aire en la biblioteca se sentía cargado de hostilidad.

A medida que los sirvientes los mantenían apartados, ambos hermanos intercambiaron miradas llenas de rencor y desprecio. No había vuelta atrás. La lucha por el control, por el amor de Victoria, había comenzado, y las consecuencias serían devastadoras.

En mi habitación, el aire se volvió denso y frío. A medida que los días avanzaban, la sombra del compromiso con Azael se cernía sobre mí, y el dolor de la lucha entre Sebastián y Azael resonaba en mi corazón. Mi mente estaba atrapada en una espiral de emociones conflictivas, y el vacío se convertía en una carga cada vez más pesada. La lucha entre el deber y el deseo se tornaba más intensa, y yo me sentía atrapada en un juego que no quería jugar.

Mientras tanto, Sebastián continuaba colándose en mis noches, trayendo consigo un atisbo de consuelo en medio del caos. Pero la sombra de Azael siempre estaba presente, y la lucha por mi libertad se convertía en una batalla interminable.

Las noches se hicieron más oscuras, y el grito de mi corazón resonaba en la soledad de mi habitación. Mi futuro parecía desvanecerse ante mis ojos, y la presión del compromiso se alzaba como un gigante, amenazando con devorarme.

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