Ecos del pasado

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Tenía esté one-shot desde hace mucho, no sabía si publicarlo o no.

Creo que me gustó el resultado, pero hay partes que no me gustaron, pero, no se me ocurría nada.

❗⚠️❗
Violencia.

El sonido de la lluvia golpeando las ventanas solía calmarme

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El sonido de la lluvia golpeando las ventanas solía calmarme. Cuando era niña, me acurrucaba bajo las sábanas, escuchando cómo las gotas formaban una especie de melodía tranquila, como si el mundo exterior estuviera lejano, incapaz de tocarme. Pero ahora, cada gota que caía sobre el vidrio solo parecía intensificar la inquietud que sentía. Sabía que algo no estaba bien. Mi corazón latía de forma irregular, y aunque intentaba concentrarme en la revista que había estado hojeando, mis pensamientos siempre volvían a lo mismo: mi padre.

Armando me había dejado sola por unas horas, asegurándome que volvería rápido. Traté de convencerme de que no pasaría nada en su ausencia, que todo estaría bajo control, pero no podía quitarme de la cabeza lo que había pasado la semana pasada. La llamada de la policía, la voz indiferente del oficial al otro lado de la línea cuando me informó que mi padre había sido liberado después de años en prisión. La liberación de mi padre había reabierto heridas que pensé que ya habían sanado, pero cada día desde entonces, ese miedo, esa ansiedad, había ido creciendo, apoderándose de mí.

Me levanté del sofá y caminé por la sala, tratando de sacudir esa sensación de incomodidad. Hacía frío, y me envolví con la manta que Armando había dejado en el respaldo de la silla. Cerré los ojos por un momento, inhalando profundamente para calmar mi mente. Necesitaba distraerme. Todo estaría bien, me repetí una y otra vez.

Pero entonces lo escuché.

El leve sonido de la puerta principal al abrirse. Me congelé en mi lugar, mi respiración detenida en mi garganta. Sabía que había cerrado la puerta con llave. Armando no estaba aquí todavía. No podía ser él. Me giré lentamente hacia el pasillo, mi corazón latiendo descontrolado.

—¿Armando? —pregunté, esperando una respuesta.

El silencio fue devastador. Un silencio frío, vacío. Sabía que algo estaba mal. Avancé hacia la entrada, mis pasos eran lentos y ligeros, como si de alguna manera pudiese desaparecer en el aire si no hacía ruido.

Y entonces lo vi.

Mi padre estaba allí, en la puerta del salón, su silueta recortada por la luz débil del pasillo. Mi corazón se detuvo al verlo. Todo en él me recordaba por qué había pasado tantos años evitando pensar en él, en los recuerdos que había intentado enterrar.

—¿Esperabas a alguien más? —preguntó con una voz gélida, dando un paso hacia mí.

Sentí un nudo en la garganta. Retrocedí instintivamente, mi espalda chocando contra la pared. El frío de la superficie me recorrió la columna. No podía estar aquí. No debía estar aquí.

One Shots (Armando Aretas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora