Amor Completo

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En una ciudad impregnada de sombras y secretos, Armando Aretas, conocido como un frío y calculador asesino a sueldo, nunca esperó encontrar la luz en su vida. Sin embargo, su destino cambió la noche en que conoció a Hannah Marsh, una enfermera que trabajaba en un hospital local.

Armando había sido herido durante una misión que salió mal. Con una bala en el costado, se arrastró hasta el hospital más cercano, donde Hannah estaba de guardia. Ella, con su amabilidad innata y sin preguntas, lo atendió con una calma que desarmó las defensas de Armando. Mientras Hannah cosía la herida, él la observaba con atención. Sus manos eran hábiles y gentiles, y sus ojos, llenos de una calidez que él nunca había experimentado. Ella era un contraste absoluto con el mundo oscuro y violento que él conocía.

—No deberías moverte tanto —dijo Hannah, mientras ponía una venda sobre la herida de Armando—. Si te sigue doliendo, deberías venir a revisarte.

Armando asintió, sin quitarle los ojos de encima.

—No suelo quedarme mucho tiempo en un lugar, pero tal vez pueda hacer una excepción —respondió, con una media sonrisa.

Los días pasaron, y aunque la herida sanaba, Armando se encontraba volviendo al hospital, buscando cualquier excusa para verla. Era como si una parte de él, una parte que había olvidado, anhelara esa luz que Hannah irradiaba. Hannah, por su parte, no podía evitar sentirse intrigada por este hombre misterioso que aparecía con frecuencia.

Una noche, cuando el hospital estaba en silencio y sólo el zumbido de las máquinas rompía la quietud, Armando y Hannah se encontraron en una pequeña sala de descanso. Ella había traído café, y se sentaron en silencio durante unos momentos.

—¿Te duele mucho la herida? —preguntó Hannah, rompiendo el silencio.

Armando negó con la cabeza.

—No más de lo habitual. He tenido peores.

Hannah levantó la vista, sorprendida.

—¿Peores? ¿Te has metido en muchas peleas?

Él sonrió, un gesto que rara vez mostraba, y luego se quedó pensativo.

—Digamos que mi vida no ha sido fácil. He hecho cosas de las que no estoy orgulloso... pero hay algo en ti que me hace querer cambiar.

Hannah sintió su corazón acelerarse. Nunca había sentido una conexión tan profunda con alguien en tan poco tiempo.

—No sé cómo explicarlo —dijo Armando, tomando una respiración profunda—. Siento que hay algo en mí que tú puedes ver, algo que ni siquiera yo sabía que existía.

Hannah lo miró con ternura y apretó su mano. Hubo un momento de silencio, cargado de emociones no dichas.

—Todos tenemos un pasado, Armando —respondió suavemente—. Pero lo que importa es lo que hacemos con nuestro presente y futuro. Si quieres cambiar, puedes hacerlo. Nadie está condenado a ser quien fue.

—Entonces, ¿crees que puedo cambiar? —preguntó Armando, con una vulnerabilidad que Hannah no esperaba.

Ella sonrió y asintió.

—Sí, lo creo. Y estaré aquí para ayudarte, si me dejas.

Sus palabras fueron como un bálsamo para Armando. Sentía una mezcla de alivio y miedo. Alivio por la posibilidad de un futuro diferente y miedo de no ser capaz de alcanzar esa redención.

—Eres... eres increíble, Hannah. No entiendo cómo puedes ver algo bueno en alguien como yo —murmuró, bajando la mirada.

Hannah levantó su barbilla suavemente, obligándolo a mirarla a los ojos.

—Porque veo a la persona que puedes ser, no a la que has sido. Todos merecemos una segunda oportunidad.

Con el corazón latiendo con fuerza, Armando se inclinó y, con una delicadeza que no sabía que poseía, la besó. Fue un beso suave, lleno de promesas no dichas, de futuros inciertos. Sin embargo, era un beso que sellaba un pacto silencioso: Armando quería dejar atrás su vida de sombras y, junto a Hannah, buscar la redención.

Los días siguientes fueron como un sueño. Armando comenzaba a cambiar, a abrirse más con ella. En sus momentos juntos, Hannah sentía que el hombre que había conocido bajo esa fachada fría era alguien capaz de amar profundamente.

Una tarde, mientras paseaban por un parque cercano, Armando se detuvo y la miró con una intensidad que hizo que el corazón de Hannah se acelerara.

—Hannah, nunca he sentido esto antes. Este... amor. Me asusta, pero al mismo tiempo, no quiero perderlo —dijo, acariciando su mejilla con ternura.

Hannah sintió sus ojos llenarse de lágrimas. No había esperado escuchar esas palabras de él tan pronto.

—Yo tampoco quiero perderte —susurró—. No importa lo que pase, quiero estar contigo.

Armando sonrió y la besó de nuevo, esta vez con más pasión. Fue un beso que expresó todo lo que las palabras no podían: la promesa de un futuro juntos, lleno de desafíos pero también de amor y esperanza.

Una noche, mientras la luna iluminaba la habitación, Armando se volvió hacia ella, sus ojos reflejando una mezcla de gratitud y miedo.

—No sé qué hice para merecerte, pero prometo que haré todo lo posible para ser el hombre que mereces —dijo, su voz cargada de emoción.

Hannah lo abrazó con fuerza, sus labios encontrando los de él en un beso profundo y lleno de amor. Fue un beso que selló su compromiso mutuo, una promesa de luchar por su amor contra todo pronóstico.

A medida que las estaciones cambiaban, Armando y Hannah continuaron construyendo su vida juntos. Hubo momentos de dudas y desafíos, pero siempre volvieron el uno al otro, fortalecidos por su amor. Armando dejó atrás su vida de crimen, trabajando en pequeños trabajos honrados, mientras Hannah lo apoyaba en cada paso del camino.

Su amor, aunque imperfecto, era completo. Era un amor que celebraba las imperfecciones y luchaba por superarlas juntos. Hannah y Armando, dos almas que se encontraron en la oscuridad, ahora caminaban hacia la luz, con la promesa de un nuevo comienzo y la esperanza de un futuro lleno de amor y cariño.

One Shots (Armando Aretas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora