¿Te quedarías conmigo sabiendo que estoy embarazada?

63 6 0
                                    

El amanecer se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación con un resplandor dorado. Desperté sintiendo la calidez de su cuerpo a mi lado, su brazo envuelto en mi cintura, su respiración tranquila y profunda contra mi cuello. Me quedé inmóvil, disfrutando del momento, del latido rítmico de su corazón, mientras mis dedos jugueteaban con las sábanas.

Aún no le había dicho nada. ¿Cómo podría? Cada vez que intentaba encontrar las palabras, me invadía el miedo. ¿Y si lo arruinaba todo? ¿Y si su mundo se desmoronaba al escuchar lo que tenía que decir? Pensar en el futuro me asustaba. Estábamos tan bien juntos, en nuestro pequeño refugio lejos del caos. Pero ahora todo era diferente. Mi mano, casi inconscientemente, se deslizó por mi vientre, notando un leve abultamiento que pronto sería imposible de ignorar.

—¿Estás despierta? —su voz ronca me sacó de mis pensamientos.

—Sí —respondí en un susurro, sin atreverme a mirarlo.

Sentí sus labios en mi hombro, besándome suavemente, recorriendo mi piel con una delicadeza que me hacía estremecer.

—Te he sentido inquieta. ¿Estás bien? —Su pregunta estaba cargada de preocupación, pero también de amor. Me conocía demasiado bien.

Quería decirle que no estaba bien, que el miedo me estaba consumiendo, pero no pude. No quería arruinar el momento.

—Estoy bien —mentí, cerrando los ojos mientras él continuaba dejando besos en mi cuello.

Mis pensamientos eran un caos. Me sentía atrapada entre lo que sentía por él y el miedo a lo que podría suceder. Pero cuando me giré para mirarlo a los ojos, algo en su mirada me calmó. Siempre tenía ese efecto en mí, esa manera de hacer que todo lo demás desapareciera, dejándome sola con él y el latido acelerado de mi corazón.

Sus manos, siempre firmes y cálidas, se deslizaron por mi costado, recorriendo mi piel con una suavidad que me hacía olvidar por un momento todas mis preocupaciones. Él no sabía nada. Aún no. Y temía el momento en que lo descubriera.

—Te amo —susurré, sin pensarlo demasiado, dejando que las palabras fluyeran.

Armando sonrió, esa sonrisa que hacía que todo en el mundo pareciera estar bien, como si en su presencia nada malo pudiera suceder. Pero no era cierto. El mundo a nuestro alrededor estaba lleno de peligros. Y ahora, con esta nueva vida creciendo dentro de mí, todo parecía aún más frágil.

—Y yo a ti —respondió antes de inclinarse para besarme.

El beso comenzó suave, una promesa silenciosa de lo que estaba por venir. Pero pronto la pasión tomó el control, y sentí cómo sus manos recorrían mi cuerpo con más urgencia, como si estuviera buscando asegurarse de que realmente estaba allí, a su lado.

Mis dedos se deslizaron por su espalda, sintiendo cada músculo tensarse bajo mi toque. El calor entre nosotros era innegable, y me entregué completamente a él, dejando que mis sentidos se inundaran con su presencia, con su toque, con su respiración contra mi piel.

Nuestros cuerpos se movían en perfecta sincronía, una danza que habíamos perfeccionado a lo largo de los años. Cada roce, cada caricia, cada beso era un recordatorio de lo que éramos, de lo que habíamos construido juntos. Sabía que lo que compartíamos iba más allá del deseo físico. Era una conexión profunda, emocional, algo que pocas personas podían entender.

Mis manos se aferraron a sus hombros, mientras mi respiración se volvía más errática, mis pensamientos desvaneciéndose en el placer que solo él podía darme. Lo sentía en cada parte de mi ser, llenando cada rincón de mi mente, de mi cuerpo.

One Shots (Armando Aretas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora