—Mi nombre es Gulf Kanawut —comenzó, tan callado e inseguro—. Tengo veintitrés años. Nací en Tailandia, aunque mi madre era inglesa. No sé nada sobre mi padre. En casa se hablaba principalmente inglés, lo que dificultaba la escolarización. Me di cuenta de que me gustaban los chicos, o los hombres, diría yo, cuando tenía diecisiete años, aunque nunca actué en consecuencia. Al menos no entonces. Estaba en una casa de niños en Venecia, nos mudábamos mucho, pero me encontré reaccionando a las instrucciones y la disciplina de una manera que ningún otro niño lo hizo. —Sonrió con tristeza—. Odiaban la forma en que los maestros los disciplinaban. Yo... no lo hice.
Faltaban muchos años de ese breve resumen de su vida, pero no interrumpí.
Gulf tragó saliva.
—Uno de los guardianes se dio cuenta de cómo reaccionaba mi cuerpo, y después de un tiempo me llevaba a su sala de oración para lo que él llamaba disciplina interior-reflexiva. Me hacía arrodillarme, desnudo, con las manos en la espalda. A veces en el suelo, a veces en un asiento de banco. Hacía que le contara todos los pensamientos impuros que había tenido, y luego se la chupaba. A veces me chupaba o veía cómo le daba placer, y cuando le rogaba que me cogiera, lo hacía.
Joder.
—Me dio un collar y me dijo que eso me hacía suyo. Y me encantó. Finalmente tuve a alguien que me quería como suyo, y le pertenecía a él. Pero entonces tuve un cumpleaños de más, y mi tiempo en la casa se acabó. Tenía que entrar al sacerdocio o salir. Lo consideré, pero no por las razones correctas. Me gustaba la idea de la disciplina, de las reglas estrictas y de la vida reglamentada, pero no era para mí. Quería más de su disciplina privada, pero él dijo que no. Así que recuperó el collar y no entendí por qué. Pero luego me llevó con un hombre que conocía, un sacerdote retirado. Dejó la iglesia por sus impulsos.
Gulf se mojó los labios y pude ver en sus ojos que recordaba a este hombre con cariño. No se me escapó que para él era un tema difícil, hablaba con facilidad. Y no pude evitar preguntarme, o incluso esperar, que era porque se sentía seguro allí.
—Y me acogió y me dio lo que necesitaba. Me dio una banda de cuero para que me la pusiera para saber a quién respondía, pero no pasó mucho tiempo antes de que yo necesitara más de lo que él podía dar. Como tú, Type —dijo tímidamente Gulf—, no quería que se jugaran escenas o juegos. Necesitaba más. Quería vivirla.
—¿Era un hombre amable? —preguntó Type. Gulf asintió.
—Sí. Pero el estilo de vida de veinticuatro horas al día le pareció demasiado. No era para él, y dijo que ya no podía hacer lo correcto por mí. Pero conocía a alguien que podía.
—Maestro Ivar —le dije. Gulf me sonrió y asintió.
—Sí. Él me acogió, y yo sabía que era lo correcto para mí. Él, el Sanctus, sumisión total. Quería quedarme con él como uno de los suyos. Pero ya tenía sus tres subs.
—Así que te entregó a Avento —le dije, tratando de no dejar que mis emociones se manifestaran.
Gulf frunció el ceño.
—Era estricto y estaba bien, al principio —susurró—. Hasta que me presionó para que me probara a mí mismo, y luego no fue bueno. Me dijo que renunciaría a todos los límites para probar mi sumisión. Eso fue... —Se estremeció—. Tenía miedo de lo que podría hacer ahora.
—Avento estaba equivocado —dije, mi voz firme y seria—. Y está siendo castigado en consecuencia. No volverá a hacer daño a nadie, te lo aseguro. Su papel como tu Dom fue el de nutrir y proveer un ambiente seguro, y falló.
Asintió, pero mantuvo la mirada baja. Pero entonces Type se acercó y tomó la mano de Gulf. Me sorprendió tanto como a Gulf.
—Gulf —dijo gentilmente—. Quiero que sepas que te mereces algo mejor. Mereces tener un Dom que te trate con respeto, que sepa lo que necesitas y que te lo dé libremente. No debería haber nunca un precio por tu sumisión.
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KNIGHT
FanfictionFundada hace más de cuatrocientos años, Sanctus Dominus Infinitus es una sociedad privada y muy elitista donde se reverencian la dominación y la sumisión. Empapados de tradición y excelencia, cada Dominante y cada Sumiso, y su pareja, son selecciona...