Capitulo 10

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Damián respiró hondo mientras sus dos madres le brindaban su apoyo. El aroma de la cocina, mezclado con el olor de la madera de la casa y los pasteles que Harley solía hornear, lo calmó un poco, pero la molestia y la tristeza aún seguían presentes en su pecho. Sabía que en la escuela no todos lo entendían; no todos tenían dos madres, y mucho menos un omega como figura materna. Era algo que, aunque a él le parecía lo más normal y natural del mundo, a otros les causaba burla y críticas.

"Un día hablando con su novio salió a relucir la violencia con la cual siempre fue parte de la vida del Omega"

Connor frunció el ceño. —No siempre se trata de pelear con los puños, Damián. A veces se trata de demostrar que eres más grande que ellos, que no te afecta lo que dicen. Y si no te dejan en paz… —sonrió de lado—, entonces les damos una lección.

Damián no estaba del todo convencido, pero algo en su interior se encendió. Quería ser fuerte, como Ivy le había enseñado. Quería ser valiente, como Harley, quien siempre enfrentaba las adversidades con una sonrisa .

Al día siguiente, en el recreo, los mismos chicos que lo habían molestado anteriormente se le acercaron de nuevo, con sus risas burlonas y sus miradas despectivas. Damián sintió que sus manos comenzaban a temblar, pero recordó las palabras de Harley e Ivy. Respiró hondo, y en lugar de encogerse, se plan

—¿Sabes? —dijo uno de los chicos, sonriendo con malicia—. Tener dos mamás es raro, y más aún si una de ellas es un omega. Deberías avergonzarte.

Connor, que había estado observando desde la distancia, se acercó, poniéndose al lado de Damián. —Y tú deberías aprender a mantener la boca cerrada —replicó con frialdad—. Las familias no

Damián, animado por la presencia de su amigo, alzó la voz. —Mis madres me han dado más amor y cuidado del que tú podrías entender. Y si eso te parece raro, entonces no me importa. Yo sé quién soy y sé que soy valioso, y eso es suficiente.

El grupo de chicos se quedó en silencio por un momento, sorprendidos por la reacción de Damián. Uno de ellos intentó responder, pero antes de que pudiera decir algo, Ivy apareció en la entrada de la escuela. Su presencia,

Damián sintió un nudo en la garganta, pero era un nudo de orgullo. Había enfrentado sus miedos, y aunque sabía que no sería la última vez que lo haría, se sintió más fuerte. Ivy lo miró con una sonrisa cálida, mientras Harley, que lo esperaba en casa, tenía preparada su comida favorita.

Esa noche, cuando se acomodó en la cama, Ivy le contó otro de sus cuentos fantásticos, y Harley le arropó con el mismo cuidado de siempre. Damián sonoro para sí mismo, porque entendió que, pase lo que pase, siempre tendría el amor incondicional de sus madres y de aquellos que








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