𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 29

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Elisabeth:

El desastre que teníamos frente a nosotros era digno de una película de catástrofes. El caos no tenía límites: cojines desparramados por el suelo, copas vacías tiradas por todas partes, restos de comida sobre los muebles. La alfombra de la entrada parecía haber sido usada como improvisada pista de baile, llena de manchas pegajosas que seguramente nadie querría identificar. Cedric apretó la mandíbula con tanta fuerza que temí que se le fuera a dislocar, mientras yo me quedaba en shock al lado de él, incapaz de procesar lo que estábamos viendo.

—¡¿Qué diablos?! —murmuró Cedric, visiblemente irritado y sorprendido a la vez. Claro, él era siempre el hombre controlado, frío, pero hasta el más estoico podía perder la calma con un panorama así. Yo no sabía ni por dónde empezar.

Cedric se llevó las manos a las caderas, un gesto que claramente decía "esto es el fin de los tiempos". Yo todavía no podía encontrar las palabras para describir lo que veíamos. Realmente, todo parecía como si un huracán hubiera pasado por aquí esa mañana. O quizás dos.

—¡Dios mío! ¡¿Pero qué pasó aquí?! —gritó Hendrik, el mayordomo, que acababa de llegar al lugar del crimen. Cedric levantó una ceja, esa ceja que solía reservar para los momentos en los que su paciencia estaba a punto de colapsar.

—¿Me lo estás preguntando a mí, Hendrik? —replicó Cedric lleno de sarcasmo. El pobre mayordomo bajó la mirada, claramente avergonzado. No es que fuera culpa suya, pero Cedric no estaba de humor para racionalizar.

—Le juro que no sé qué pasó aquí —se defendió Hendrik, y pude ver una pequeña vena sobresalir en la frente de Cedric. Eso no era buena señal.

—¿Cómo que no lo sabes? —Cedric lo miraba como si le hubiera dicho que había visto a un unicornio.

—Sus hermanos le dieron el día libre a todo el personal hasta esta tarde, no sabía que era para... esto —balbuceó Hendrik, haciendo un gesto amplio con la mano que cubría la magnitud del caos.

Cedric no dijo nada de inmediato. Se quedó mirando a un punto fijo, y la verdad, ya no estaba segura si estaba considerando darse la vuelta y huir o si estaba pensando en la forma menos ilegal de asesinar a sus hermanos.

—No se preocupe, señor, en menos de dos horas dejaremos la casa impeca...

—No —Cedric lo interrumpió, levantando la mano para silenciarlo—. Las llaves —ordenó con una calma que me puso los pelos de punta.

Hendrik entró en pánico, como si estuviera en medio de un interrogatorio de película de espías.

—Señor, llevo trabajando años aquí, no es justo que...

—Las llaves, dije —repitió Cedric, esta vez con una mirada que podría haber derretido el acero. Hendrik se las entregó con manos temblorosas, y antes de que pudiera reaccionar, Cedric nos dejó plantados y empezó a subir las escaleras como un depredador que va a cazar a su presa.

Miro a Hendrik, que se veía casi traumatizado, o algo peor.

—Mi trabajo... —murmuró, completamente decaído. Por primera vez, no tenía esa cara de arrogancia y superioridad que tanto le caracterizaba, y hasta pena me dio.

—Oiga, no pasará nada, créame, Cedric es muy comprensible —intenté consolarlo, aunque ni yo me lo creía.

De repente, un grito ensordecedor rompió el silencio.

—¡AAAAAH! —Ambos miramos hacia las escaleras, viendo a una chica que bajaba corriendo, apenas con ropa, y pasaba por nuestro lado como si le persiguiera el mismo diablo. Me quedé mirándola salir, sin entender una sola palabra de lo que acababa de ocurrir.

ꨄ︎𝑆𝑒𝑛̃𝑜𝑟𝑖𝑡𝑎 𝑀𝑎𝑙𝑎 𝑆𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora