𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 14

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Cedric:

Llegué a la empresa después de dejar a Elisabeth en la universidad. Apenas crucé el umbral de mi oficina, Megan, mi secretaria, ya estaba a mi lado con su tableta, recitándome las reuniones y tareas que tenía pendientes, como si fuera un disco que no se detiene.

—La reunión con los administradores de la empresa asociada no la puede cancelar —dijo con su tono habitual, serio pero algo nervioso.

Suspiré, sintiendo una presión incómoda en la sien, mientras trataba de no perder la paciencia.

—No la canceles —respondí, frotándome el entrecejo. El día apenas había comenzado y ya me sentía abrumado—. ¿Algo más?

La miré, esperando que esto fuera lo último por ahora. Megan, una mujer de cabello castaño y gafas siempre algo torcidas, revisaba frenéticamente su tableta. Cuando finalmente encontró lo que buscaba, ajustó de nuevo sus lentes, un gesto que hacía cada vez que estaba a punto de decir algo importante.

—Sí, el viernes de la semana que viene es el aniversario número 48 de la empresa. ¿Tiene algo en particular que le gustaría hacer para celebrarlo? —preguntó con cautela.

Me quedé pensativo. A decir verdad, no tenía nada en mente. Antes, siempre era Amanda la que se encargaba de esas cosas cuando estábamos juntos, pero ahora… solo pensar en organizar un evento me causaba molestia.

—¿Alguna sugerencia? —me dejé caer hacia atrás en la silla de cuero, mirándola fijamente mientras esperaba su respuesta.

Megan se acomodó los lentes nuevamente, pensando detenidamente antes de responder, como si estuviera caminando sobre hielo delgado.

—Estaba pensando en un viaje —dijo finalmente, desviando la mirada como si esperara que la rechazara de inmediato—. Podríamos hacer un fin de semana en uno de sus hoteles en Miami, algo exclusivo para los empleados y sus familias. Podrían relajarse y disfrutar, sería una buena forma de fortalecer el ambiente laboral.

La idea, sorprendentemente, no me parecía mala. La tensión en la empresa había sido palpable últimamente, y algo como esto podría aliviar la presión.

—Muy bien, avísale a los demás. Yo me encargaré de lo que falte —respondí con un tono más relajado. Megan asintió rápidamente antes de salir de la oficina, dejándome solo con mis pensamientos y la interminable pila de trabajo sobre mi escritorio.

Las horas pasaron y el medio día llegó. No había comido nada, solo un café matutino que ya había perdido su efecto. Estaba sumido en un reporte cuando alguien tocó la puerta y la abrió sin esperar respuesta.

—Déjame adivinar, no has comido nada —Issac, entró con su típica sonrisa y varias bolsas de comida en las manos. Se dejó caer en la silla frente a mí con la misma despreocupación de siempre.

—¿Qué esperas? Recoge todo esto —dijo antes de que pudiera protestar, apartando sin cuidado los documentos que cubrían mi escritorio.

Le observé con el ceño fruncido, pero decidí no decir nada. Recogí el resto de los papeles y los hice a un lado, rindiéndome ante su insistencia. Nos acomodamos para comer en silencio por unos minutos, pero sabía que la calma no duraría mucho.

—Entonces… ¿En este viaje conoceré a mi cuñada? —preguntó con una sonrisa traviesa.

—No voy a ir en primer lugar —respondí sin mirarlo, concentrado en mi plato.

—¿Y eso?

—Tengo trabajo —contesté sin ganas, sabiendo que no se conformaría con esa respuesta.

Issac puso los ojos en blanco, tomando un bocado antes de responder.

—A mí se me hace que hay algo que te tiene pensativo y estás tratando de mantener tu mente ocupada —dijo con una astucia que siempre me irritaba.

—En vez de estar analizando mi vida, deberías preocuparte más por tu esposa y tu hija —repliqué, esperando desviar la conversación.

—Que tú seas un traumado con el matrimonio no es mi problema. Isabel es una niña excelente y su madre es una cocinera excepcional, gracias —replicó con orgullo, haciendo que frunciera el ceño.

—No estoy traumado, simplemente pienso que no se necesita firmar un papel legal para ser feliz con alguien. El matrimonio es como ponerse cadenas.

—Bueno —sonrió con esa misma calma que a veces me hacía querer tirarlo por la ventana—, feliz de estar encadenado.

No respondí, porque la verdad era que no había nada más que decir. Nunca me había sentido cómodo con la idea del matrimonio, y aunque Amanda había insistido en ello, nunca fue algo que quise de verdad.

Issac, aparentemente satisfecho, continuó con su comida antes de cambiar de tema.

—¿Cómo es tu novia?

—¿Por qué te da tanta curiosidad? —murmuré entre dientes, sintiendo que esta conversación iba a durar más de lo que quería.

—Tranquilo. Yo soy un hombre casado, ¿ves? —mostró su anillo de bodas con una sonrisa—. No seas celoso.

—No estoy celoso.

—Vale, entonces descríbela.

—No es mi novia de verdad, por si ya lo olvidaste —le recordé, pero sabía que no iba a rendirse tan fácil.

—No tienen que ser nada para que me la describas, así que habla —insistió, mirándome con una sonrisa burlona.

Suspiré, cansado de la insistencia, y empecé a hablar sin pensar demasiado.

—Describirla... —la palabra suena en mi mente un par de veces.

—Ella es... Primavera.

—¿Primavera?

—Si... Es cálida e hermosa, y ni siquiera estoy hablando de una belleza física, lo de ella es único e enigmático, como un rocío de cálidas aguas cristalinas en primavera, es un sol, imperfecta, y todo eso es lo que la hace tan perfecta a la vez. —Issac levanta una ceja con una sonrisa, pienso en lo que acabo de decir y un gruñido se me escapa de mis labios.

—Pero está loca —agregué rápidamente, tratando de restarle importancia.

Issac soltó una carcajada.

—¿Loca ahora?

—Sí. Habla sola, es insegura, siempre está distraída y, aunque es hermosa, ni siquiera se da cuenta de ello. Es emocionalmente impulsiva y, bueno, nunca la he visto peinarse el cabello como una persona normal.

—En resumen —dijo, disfrutando demasiado la conversación.

—Es ese tipo de persona que, aunque sabes que tiene todos los defectos del mundo, no le cambiarías nada aunque pudieras hacerlo.

Issac me observó por un momento antes de sonreír ampliamente.

—Novia falsa, ¿eh?

—Sí, falsa —contesté, mirando por la ventana. Afuera, el cielo se había oscurecido, anunciando una tormenta.

Issac recogió sus cosas y se levantó.

—Bueno, me voy a mi zona de trabajo. —Hizo una pausa antes de salir—. Espero que no seas tan idiota como para no darte cuenta.

—¿De qué? —pregunté, aunque sabía que probablemente me dejaría sin respuesta.

—Nos vemos luego —dijo simplemente, saliendo de la oficina y dejándome con más preguntas que respuestas.

Me froté el entrecejo una vez más, intentando despejar mi mente. Tenía una reunión importante con los administradores de la empresa de automóviles en unas horas, y no podía permitirme distracciones.

Llamé a Megan. Era hora de enfocarse en el negocio.

ꨄ︎𝑆𝑒𝑛̃𝑜𝑟𝑖𝑡𝑎 𝑀𝑎𝑙𝑎 𝑆𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora