𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 31

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Cedric:

Después de salir de la tienda de ropa, el hambre nos lleva a un restaurante cercano. La tarde se nos va entre conversaciones triviales, platos servidos con prisa y el murmullo incesante de otros comensales. Más tarde, cuando llegamos al hotel, el día ya está en su crepúsculo. El sol comienza a ocultarse, bañando el cielo en tonos amarillos, naranjas y algunos toques de rosa. Me detengo un momento frente a la ventana, contemplando esa paleta natural que parece casi surrealista, como una pintura en constante movimiento. Es una vista que tranquiliza, que invita a la reflexión, pero pronto mis pensamientos se ven interrumpidos.

La puerta del baño se abre con un suave clic. Elizabeth aparece, vestida con el conjunto que eligió más temprano. No puedo evitar que mi mirada se fije en ella. Es como si el ambiente se tornara más cálido solo por su presencia. Sus facciones, el brillo en sus ojos, todo en ella parece más hermoso que el propio crepúsculo que hace un momento me cautivaba. Me sacudo esos pensamientos. No puedo permitirme perder el control ahora.

—¿Cómo me veo? —pregunta mientras ajusta un pequeño detalle en su ropa.

Tomo mis llaves, metiéndolas en el bolsillo de mis pantalones para disimular el momento en el que me faltan palabras.

—Te ves... inefable.

Su ceño se frunce, una expresión de genuina confusión que casi me arranca una sonrisa.

—¿Inefable? ¿Eso es algo bueno o malo?

Sacudo la cabeza con diversión, y sin dar explicaciones, paso por su lado, sabiendo que la dejaré pensando en lo que acabo de decir.

—Ya vámonos, mujer —digo con un tono más ligero, y ella me sigue a la salida, aún con esa duda en la mente.

La noche ha caído cuando finalmente nos ponemos en marcha. El cielo, oscuro y profundo, está acompañado por el susurro del viento de octubre, que trae consigo una sensación de frescura. Elizabeth, absorta en su teléfono, apenas levanta la vista mientras yo mantengo mi mirada en la carretera, disfrutando del silencio pasajero que compartimos.

Cuando llegamos a nuestro destino, estaciono el auto en un lugar seguro. Al bajar, noto cómo sus ojos se agrandan al ver las luces brillantes y coloridas que adornan el lugar. La feria, con su bullicio y vitalidad nocturna, parece transportarnos a otro mundo. Elizabeth me mira con una sonrisa radiante, esa sonrisa que uno podría comparar con la de un niño al recibir un regalo inesperado.

—La feria —susurra, casi con reverencia.

—¿Te gusta?

Sus ojos se iluminan mientras vuelve a mirar los juegos que parecen cobrar vida bajo la noche.

—La amo. —Me mira de nuevo, agradecida—. Gracias.

No respondo. Solo tomo su mano, una acción simple, pero suficiente para sellar el momento. Caminamos hacia la entrada, y una vez dentro, la variedad de juegos parece abrumarla. No sabe por dónde empezar, pero pronto sus ojos se fijan en una montaña rusa.

—¿Y si nos subimos a la montaña rusa? —sugiere con entusiasmo.

—¿Nos subimos? Eso suena a mucha gente. Yo paso.

—No seas aburrido, todos necesitamos adrenalina de vez en cuando. —La veo echar su cabello hacia atrás, decidida.

—No.

—Por favor.

—He dicho que no, maldita sea, y no voy a cambiar de opinión.

>>>

Me veo atrapado en la montaña rusa antes de darme cuenta, y mientras nos acomodamos en los asientos, mi estómago ya se revuelve. Elizabeth está a mi lado, irradiando entusiasmo. Yo, por otro lado, solo siento una creciente ansiedad. No puedo evitar pensar que esto fue una terrible idea.

ꨄ︎𝑆𝑒𝑛̃𝑜𝑟𝑖𝑡𝑎 𝑀𝑎𝑙𝑎 𝑆𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora