Hope: "Confianza de que aquello que se desea va a suceder"
Albus Potter había perdido la esperanza de que todos olvidaran el caos que su imprudencia había ocasionado.
La gente murmuraba a sus espaldas, el Quidditch parecía detestarlo, los recuerdos...
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Kaia tuvo que releer la carta en sus manos unas diez veces más antes de estar segura de que había leído bien el contenido.
—Por la gran madre de la vida —fue lo único que pudo susurrar con asombro y tanto Albus como Scorpius se observaron con sorpresa ante su expresión.
—¿Todo bien, Kaia? —quiso saber Scorpius, sobretodo por la mirada perdida de Kaia. Le recordaba a la famosa mirada de las mil yardas—. ¿Qué dice la carta de tu mamá?
—Puedo ir.
—¿Qué? —Albus enarcó una de sus cejas ante el balbuceo de su amiga.
—Mi mamá... Me dió permiso —se puso de pie y caminó unos pasos antes de detenerse y girarse a verlos desde ahí. Sonrió con emoción y movió la carta de un lado a otro—. Puedo ir con ustedes a la fiesta de madam Coldwell.
—Goldwell —corrigió Albus con diversión.
—Sí, ella —rió y volvió a mirar la pulcra letra de su madre en la que le comunicaba que no había ningún problema—. No puedo creerlo, siento que estoy soñando.
Que Aleyda Alarie le diera la autorización para que Kaia fuera a una fiesta externa a las tradicionales de su clan era uno de los avances más importantes para la vida de la adolescente. Sentía que le habían dado un grato obsequio, un pequeño fragmento de libertad.
—Bueno, ahora que está resuelto el tema del permiso, ya podemos enfocarnos en el siguiente paso importante. —Scorpius acomodó la maleta en su brazo—. Vamos hacia los carruajes.
Kaia asintió con alegría y sostuvo el mango de la pequeña maleta con rueditas a su lado, comenzando a arrastrarla mientras avanzaba hacia la salida de la sala común de Slytherin junto a Albus y Scorpius.
Kaia agradecía inmensamente que su madre le hubiera dado el permiso de ir a la fiesta de madam Ivelle Goldwell, porque de lo contrario habría tenido que regresar a su habitación en Slytherin y desempacar la maleta que había preparado la noche anterior con precaución, solo por si el 5% de posibilidad de que le dejarán asistir a la fiesta, sucediera.
Muchos de los estudiantes con los que se encontraban en los pasillos los miraban de vez en cuando, pues sabían que todos aquellos que no estuvieran portando el uniforme del colegio y que llevaran consigo una maleta, serían los que asistirían a la fiesta del año. Entre las cotidianas miradas de molestia y miedo, habían también las que estaban llenas de envidia porque ellos tres hubieran sido invitados a tan importante ceremonia.
Una vez que llegaron a la reja trasera de Hogwarts, se formaron en la mediana fila de estudiantes que, al igual que ellos tres, irían a la fiesta.
—Recuerden mostrar sus invitaciones ante la esfera de los carruajes, sino, no podrán subir —recordaba Rubeus Hagrid cada cinco minutos, usando el megáfono mágico que le habían dado para amplificar su voz.