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El frío de mi habitación cala mi piel, intento volver a conciliar el sueño, pero es casi imposible. Lorde y su madre gritan afuera de mi habitación emocionadas por esta noche, no sé qué horas serán, pero el sol apenas entra por los pequeños espacios que hay entre mis cortinas. No he podido dormir bien durante los últimos días pensando en lo que pasara está noche, los retratos de los príncipes hicieron que mi ansiedad aumente, ambos se ven tan imponentes, son la viva imagen de sus padres. 

Mis damas no tardan en aparecer por la puerta con varias canastas llenas de productos para ponerme decente. Una de ellas desaparece por el baño para comenzar a llenar la tina de agua caliente y verter sales y flores aromáticas en ella, mientras la otra me levanta de manera cuidadosa y se deshace de el pijama, dejándome completamente desnuda, una sensación de la cual ya estoy acostumbrada, me meto a la tina y mis músculos dejan de tensarse, absorbo cada aroma y sensación del momento intentando alejar algún pensamiento de mi mente. Mi piel es tallada con una pequeña esponja, me estremezco cuando llegan a la espalda y el material toca mi cicatriz, mis damas parecen no notarlo. 

Mis uñas de manos y pies son arregladas con una manicura simple, depilan algunas partes de mi cuerpo y por último colocan diferentes mascarillas sobre mi rostro. Me sacan de la bañera permitiéndome secarme, me siento frente a mi tocador y mi cabello es desenredado con extrema delicadeza, una de ellas trae té caliente y un diminuto plato de fruta, mi expresión cambia al instante. 

 - El rey nos pidió que comiera lo menos posible – dice una de ellas – para que el vestido entre a la perfección. 

Me limito a sonreír y asentir, tomo el té en pequeños sorbos intentando ignorar mis nauseas. Mi cabello es secado y peinado en pequeños mechones ondulados sobre mis hombros, ocultando mi cuello y parte de mi espalda, mi maquillaje es tan sencillo que yo apenas puedo notar que llevo algo por encima de mi rostro. Cuando me doy cuenta miles de sirvientes entran con lo que alcanzo a contar diez cajas con zapatos, me mido todos y cada uno hasta que mi modista decide que unos blancos con un tacón de no más de cinco centímetros con los adecuados para el vestido. Este es llevado cuando estoy casi lista, es un vestido azul marino, los hombros van descubiertos y es de mangas largas, la falda tiene volumen y llega hasta el piso. Mi corsé es ajustado por ambas damas impidiéndome casi respirar, mi vestido es colocado con sumo cuidado sobre mi cabeza. 

- Se ve preciosa su alteza – dice mi modista quien da los últimos detalles al gran vestido. 

- Ya están llegando su alteza – dice una de mis damas mirando por la ventana.

 Inhalo y exhalo el poco aire que queda en mis pulmones, me miro una última vez antes de que me coloquen mi pequeña tiara de plata sobre mi cabeza. Puedo escuchar a la orquesta comenzar a tocar para los invitados, mi puerta se abre por un guardia indicando que es la hora, me encamino a paso lento por los pasillos del palacio, con mis damas detrás, la voz de mi padre retumba por todo el palacio junto con aplausos y gritos de la nobleza de los tres reinos, nos detenemos en la puerta del gran salón principal. Puedo escuchar el murmullo a través de la gran puerta.

 - Señoras y señores – la voz de mi padre hace que los murmullos secén – es un honor para mi familia y para mí, presentar a mi quería hija, la princesa Azra.

Ambos guardias me hacen una señal antes de abrir las puertas de par en par, dejándome ver a la gran multitud. De un lado el Reino rojo y del otro el Reino Negro, la mirada de ambas familias recaen en mí, me obligo a comenzar a caminar hacia mi padre, sostengo ambas manos frente a mí, mi mirada va dirigida hacia enfrente sin desviarla. Subo al trono y me coloco de lado derecho a mi padre, hago una gran reverencia ante la multitud. 

 - Que los príncipes se presenten ante mi – pronuncia después del silencio. 

- Del Reino Rojo – anuncia un representante – el rey Zeb y la reina Anna Polat junto a su hijo Altan Polat. 

 Los tres hacen una reverencia en nuestra dirección, mantengo mi mirada en el joven un momento, es igual al de las pinturas, más alto de lo que imaginaba el parecido con su madre es impresionante, la quito de inmediato para mirar a ambos reyes y a la nobleza. 

 - Del Reino Negro – anuncia un representante del otro lado – el rey Asher y la reina Iris Zar junto a su hijo, el príncipe Filippo Zar. 

Majestuoso, esa es la palabra cómo describiría al príncipe, destaca al ser el más alto de la multitud, al igual que su padre quien se ve imponente es su viva imagen, un escalofrío recorre mi espalda.  Mi padre toma mi mano para avanzar hacia adelante y decir algunas palabras.

 - Princesa Azra Avci – pronuncio en voz alta – del Reino Blanco, es un honor para mí presentarme ante ustedes, esperamos que su estadía en el palacio sea agradable y que alguno de ustedes pueda tomar mi mano en matrimonio. 

Regreso a mi lugar, todos me miran con fascinación. Ver por primera vez a la hija que el Reino Blanco dará en matrimonio antes que todos es un honor, para nosotras es posible conocer a ambos príncipes antes de la ceremonia, pero para ellos no, nosotras somos mantenidas en secreto, en palabras de mi padre, el objeto más sagrado de todas las familias. La multitud aplaude y mi padre ordena a la orquesta que comience a tocar y la comida sea servida, la servidumbre comienza a pasearse con grandes platos y pequeños bocadillos, los reyes y la nobleza se saludan entre ellos otros bailan en el centro de la pista. 

Nadie durante los minutos de la velada me dirige la palabra, estoy sentada en una silla alado del trono de mi padre, toda la atención se la lleva Lorde quien luce un hermoso vestido verde que con su cabello recogido la hace ver preciosa, habla con el príncipe Altan mientras los que están a su alrededor ríen, los reyes me saludan a la distancia, ya que no puedo tener contacto con alguien que no sean mis damas, el rey y los príncipes. La canción termina y todos aplauden hacia la orquesta mientras despejan el centro, una voz extraña hace que mi atención se desvíe.

 - Su alteza, ¿me permitiría bailar con usted? -Unos ojos negros que me miran fijamente aparecen en mi campo de visión al igual que una mano se extiende hacia mí, la tomo, me guía hasta el centro de la pista de manera delicada, todos nos miran, pero mi atención se queda fija en nuestras manos. 

Nuestras miradas vuelven a conectar, el príncipe Zar es mucho más alto que yo, su cabello perfectamente peinado deja ver completamente su rostro. Ojos tan negros como la noche, al igual que su cabello, piel blanca y sin ninguna imperfección, una pequeña sonrisa se escapa dejándome ver un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha. La música comienza, aleja el toque de mi mano para ponerla sobre mi cintura acortando la poca distancia que manteníamos, mi respiración se detiene por un momento hasta que comienza a guiarme. Nuestro baile comienza a sincronizarse, su toque delicado en mi cintura y sobre mi mano, sus brazos me rodean para elevarme. 

El baile lo conocía perfectamente bien, durante mi niñez mi institutriz me hacía repetirlo una y otra vez hasta que me saliera a la perfección, o al menos no tropezara con mis propios pies, también cuando fue la pedida de mano de Eli lo aprendí por si alguien quería bailar conmigo, pero no fue así, todos estaban fascinados con Elizabeth y Lorde, no los culpo, mi padre no me dejo estar más de una hora y media en el baile, cuando mando a mi nana a que me llevara a la habitación, siempre fui la menos atractiva de mis hermanas y mi personalidad jamás ayudaba siempre he sido bastante tímida, mi padre nunca me ha alagado por algo y realmente nunca creí que alguien notaria mi presencia. 

De pronto todos dejaron de existir, solo quedamos él y yo, la canción comenzó a ir más lenta indicando el fin de está, sus manos volvieron a rodear mi cintura para una vez más elevarme y la música ceso, mi respiración estaba agitada y no lo había notado. Sus manos aún permanecían en mi cintura, me aleje un poco al notar los aplausos hacia nosotros, hago una reverencia antes de mirar detrás de su hombro el rostro de mi padre, serio y frío, sentí miedo como cuando era una niña. 

Corona blancaWhere stories live. Discover now