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Aun podía sentir sus labios junto a los míos, el aroma de su perfume y sus manos acariciando mi cintura, al llegar a mi habitación no pude evitar reír como tonta, me desnudé para secar mi cuerpo y cabello, poniéndome de nuevo mi vestido de seda. Aquel vestido empapado lo guarde debajo de mi cama, por la mañana lo sacaría y les pediría a mis damas que lo secasen, me acosté quedándome dormida casi al instante.

Mis damas me despertaron para arreglarme para el desayuno, un vestido rosa fue el elegido, mi cabello fue dejado al natural, partiríamos de regreso al palacio por la tarde. Servidumbre y pajes entraban y salían de las habitaciones sacando maletas y cajas, pertenencias de los reyes o duques. El desayuno fue servido cuando todos los miembros estuvieran en la mesa, Altan se puso junto a mí y del otro lado su madre, Lorde alado de Filippo y su madre.

- ¿Descansaste? – pregunte a Altan en voz baja para evitar interrumpir las demás pláticas, no sé en qué momento comenzamos a hablarnos de forma informal, pero no parecía molestarle – no pareces tener una buena cara.

- Odio a los insectos – dice comiendo un pedazo de fruta – en la habitación estaba un mosquito que no dejaba dormir y había una araña en la esquina de la pared que desapareció en cuanto me descuide– sonríe antes de acercarse un poco a mí y susurrar – y tu madrastra no paro de gritar toda la santa noche.

Un pedazo de fresa se quedó atascada en mi garganta por la risa involuntaria, tosí un par de veces llamando la atención de todos en la mesa, Altan da golpecitos en mi espalda quitándome esa sensación bebo del jugo diciendo a los demás que no se preocupasen, todos vuelven a sus pláticas y yo sonrío para evitar la atención hacia mí.

- No quería detalles – susurro hacia Altan – que desagradable.

- Lo fue – suspira y vuelve a comer de su plato – parecía una matanza – ambos reímos.

Siento la mirada de Filippo, pero la evito porque sé que me sonrojare, por lo que me limito a mirar mi plato y a Altan quien habla de temas al azar y reímos de unos cuantos chistes, al terminar mi padre les da libertad a reyes y príncipes que pueden recorrer la propiedad o descansar el tiempo restante.

- Gracias a Dios iré a descansar – menciona Altan.

- No creo que puedas – señalo con la barbilla hacia la entrada donde mi padre le susurra algo al oído a Rebecca quien se sonroja de inmediato, Altan suspira derrotado – a un costado de mi habitación hay una libre, solo avisa a las mucamas que la usaras y te la prepararan, diles que yo te dije.

Me despido de él con una sonrisa, antes de salir miro a Filippo quien se encuentra con su madre y Adelyn, me guiña un ojo disimuladamente y sonreír de lado. Salgo del comedor para dirigirme al patio trasero, aviso a mis damas que saldré a dar un paseo por el bosque, dándoles la tarde libre, ambas me agradecen antes de meterme entre los árboles por un camino de flores. Hoy no era un día soleado, varias nubes cubrían el cielo azul, aun así, el calor del sol estaba presente en aquel espacio lleno de árboles de los cuales flores de tonos naranjas caían poco a poco, sabía que se acercaba el invierno porque pocos pájaros cantaban esa mañana y el aire frío que corría entre los árboles hacía que me arrepintiera de no llevar mi capa, el sonido y la presencia de alguien a mis espaldas me hizo girar de inmediato.

Filippo se encontraba a unos metros de mí, ya no llevaba un elegante saco, ahora solo una delgada camisa azul sin botones, que solo cubría la parte alta de sus codos, sobre su frente caían pequeños mechones de su cabello negro. -

- Sabía que estabas aquí – me sonríe y se acerca hasta quedar frente a frente.

- Pareces un acosador – sonrió - ¿no tenías cosas importantes que hacer?

- Y las estoy haciendo – me toma de la cintura para pegarme a su cuerpo – estoy aprovechando el poco tiempo que nos queda juntos – se acerca a mi rostro – como no te sentaste conmigo en el desayuno, te seguí hasta aquí.

- Sabes que yo no soy la que asigna los lugares – besa mi mejilla haciéndome suspirar.

- Te veías bastante divertida con Altan – susurra en mi oído – estoy celoso.

Besa mi mejilla de nuevo, siento mi respiración atascarse en mi garganta y mi cara sonrojarse.

- Eres un tonto – logro susurrar.

- Esta noche volveré a mi palacio – se separa para mirarme – y no te vere hasta dentro de una semana, prometo escribir algunas cartas, mantente sana ¿sí? – acaricia mi rostro.

- No te preocupes por mí, todo saldrá bien – sonrío – lo prometo.

Nuestros labios se unieron en un beso lento, sus labios se separaron de los míos haciéndome suspirar, su pulgar se deslizo por mi labio inferior antes de volver a unirnos en otro beso, un sonido involuntario salió de lo más profundo de mi garganta. Sus labios se movían tortuosamente lento, nunca había besado a otra persona, pero sabía que no se sentiría igual que como besa Filippo, el sabor a menta de su boca, su lengua que se mueve lentamente junto a la mía, como mi mente deja de pensar de forma coherente cuando su rostro está a centímetros del mío deseando que no se detenga.

No sé cuánto tiempo hemos pasado besándonos, pero mi respiración esta acelerada, mis labios hormiguean y siento mi cara arder, él me abraza y dice palabras dulces en mi oído, yo apenas puedo prestar atención, me siento mareada. Sabía que su partida me dolería, pero solo quedaba a esperar la decisión final del rey si su decisión era negativa entonces no lo volvería a ver, enrede mis brazos en su cuello intentando no derramar mis lágrimas, inhalando su aroma para quedarme con él, acaricio su rostro y repaso cada una de sus facciones para evitar olvidarlas, paso mis dedos por sus labios suspirando, esta vez soy yo quien lo besa, ahí es donde mis lagrimas caen, él se separa para secarlas.

- ¿Nos volveremos a ver? – susurro cerca de sus labios.

- Te juro con mi vida que si – besa mis parpados – asique no derrames una lagrima más hasta que nos volvamos a encontrar ¿de acuerdo?

Un último beso, no necesitaba más que una última caricia suya, la despedida esa misma noche fue un más dolorosa. No pude tocarlo, nuestras miradas volvieron a unirse, pero fue a través del cristal del carruaje, una sonrisa fue lo que recibí antes de que comenzara a avanzar y desapareciera por la puerta principal del palacio.

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Corona blancaWhere stories live. Discover now