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Mi madre era una más de la dinastía Avci, una mujer de belleza inigualable. Mi padre era parte de la nobleza del Reino Rojo, mi abuelo acepto su unión porque mi padre pago gran cantidad por ella. Cuando tomaron el trono pasaron varios meses antes de que yo naciera, mi madre no me alimentaba y cuando cumplí cuatro años me rechazaba y no quería verme. 

En cierta parte intento comprenderla, mi padre ya tenía una concubina antes de casarse con mi madre, era la madre de Elizabeth con quien ya tenía una hija, la vida con mi él no era agradable, podía escuchar como la golpeaba y después como la forzaba, no fue hasta que cumplí 12 años que la ejecutaron, la ahorcaron frente a todo el pueblo. La acusaban de engañar al rey, me obligaron a ver aquel acto, su mirada vacía clavada en mí, lagrimas corrían por mis mejillas. Se había despedido de mí minutos antes, se arrodillo a mis pies pidiendo perdón por todo, me abrazo, pero yo no pude, no le devolví el abrazo a pesar de sus gritos y súplicas hacia mí. 

Me beso las mejillas y las manos antes de que dos guardias me tomaran de los brazos para sacarme, y ahí me derrumbe, me grito por primera vez que me quería, antes de que un guardia la golpeara con fuerza frente a mi padre. Un moretón en su cuello y cara resaltaban en ella, cuando colocaban la soga sobre el cuello una sonrisa dulce se formó en su rostro dedicándomela. Para después solo tener la imagen de su cuerpo inerte en el aire, los gritos de la gente no se hicieron de esperar, algunos alababan a mí padre y otros más lloraban de alegría, mi padre se levantó victorioso de su trono para dar un discurso sobre los castigos severos a aquellos que incumplían sus reglas. 

El cuerpo de mi madre fue enterrado en algún lugar de la inmensidad del bosque, jamás he tenido un lugar propio donde llorarle, ni siquiera pude decirle que la amaba a pesar de todo y que siempre la iba a querer, eso me carcome a diario. Sueño con esa expresión llena de tristeza y cansancio, con esos ojos que si la vieras pensarías que estaba muerta en vida. 


Despierto de un salto, mis mejillas están húmedas y mi respiración es agitada, no sé qué horas serán, solo sé que el sol no ha salido. Mi habitación está sumida en completa oscuridad, coloco mis manos sobre mi cara intentando controlarme, pero es casi inútil, el rostro de mi madre sigue en mi cabeza, me levanto casi desesperada. Recorro los pasillos del palacio a paso rápido, me encamino hasta la salida trasera del jardín, apenas soy consciente de que voy descalza y en camisón. 

Me adentro al bosque antes de que algún guardia me mire, no paro hasta encontrarme con un pequeño manantial, mis pies se detienen al sentir el agua fría. Mis lágrimas por fin caen, siento mi pecho encogerse y el aire me falta, me permito gritar porque sé que estoy muy lejos para que alguien pueda escucharme. Todo viene a mi mente de nuevo, no puedo ser fuerte, jamás podre ser mejor que Lorde, jamás podre tener una madre que me dé su amor, no volveré a ver a Eli. No podre ser amada por alguien. 

No sé en qué momento mi cuerpo se ha movido hasta que el agua queda en mi cintura, me quedo ahí un momento, unos rayos del sol se filtran entre los árboles calentándome la espalda a través de la tela delgada de mi única prenda, me sumerjo en el agua. El silencio que hay debajo calma todos mis pensamientos, no siento mi cuerpo, soy consciente de que el aire me falta, pero me obligo a mantenerme ahí, no quiero pensar, quiero descansar de mi tortuosa mente.

Mi cuerpo flota soy consciente que mi rostro sobre sale del agua y que el aire vuelve a mi sistema, pero me obligo a no abrir los ojos, me mantengo ahí serena y tranquila. No sé cuánto tiempo pasa, escucho como algo se mueve en el agua, no quiero moverme, pero en miedo me invade, me levanto de golpe encontrándome con la mirada preocupada del príncipe Zar, no está muy lejos de mí, aun así, el agua le llega a la parte alta de los muslos mientas que a mí me cubre hasta la cintura. 

 - Pensé que estaba – empieza a hablar, pero corta de golpe - ¿Está bien?

El príncipe intenta acercarse al notar mi expresión llena de miedo, pero me alejo, apenas soy consciente que no traigo algo que me cubra completamente, pero él no parece notarlo, su mirada esta fija en mi rostro, siento vergüenza y asco. 

- Necesitamos regresar al palacio, el Rey mando personas a buscarla – insiste – no parecía muy contento al notar su ausencia. 

 "Va a matarme" – pienso. 

 - Regrese – digo de forma brusca antes de caminar para salir del agua – regrese antes de que lo meta en un problema. 

Me detiene cuando su mano se envuelve en mi muñeca, me obligo a mirarlo, su expresión es de confusión y súplica. - Permítame llevarla devuelta, no quiero que se lastime más. 

Me miro, mis rodillas tienen raspones, mis tobillos están rojos y mis manos están llenas de sangre. Quiero llorar, pero no lo hago, retengo las lágrimas, una manta es puesta sobre mis hombros, antes de guiarme hasta el caballo. Sus manos rodean mi cintura en un movimiento rápido me eleva para subirme, luego con cuidado sube él, su barbilla choca con mi coronilla, pero no parece molestarse. El caballo avanza de manera lenta pero continua, mi mirada está clavada en el camino, su respiración caliente sobre mi frente y su aroma hace que mis ojos comiencen a cerrarse, su pecho es cómodo, no quiero moverme quiero quedarme así un rato más. 

Unas expresiones de alivio es lo que me hace abrir los ojos de golpe, mis damas están en la puerta trasera, corren a mi encuentro junto a un guardia. Filippo le dice al guardia que él me bajara, pero no parecer hacerle caso y me baja de una forma brusca tanto que mis costillas duelen. Mis damas me abrazan diciéndome que no vuelva a desaparecer, mi padre aparece por la puerta con una expresión tranquila pero esa expresión no toca sus ojos, le agradece al príncipe por llevarme de vuelta, pero se gira hacia mí, me toma del brazo apretándolo, haciéndome soltar un pequeño gemido de dolor que al parecer nadie nota. 

Mis damas distraen al príncipe, mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas que esta vez no reprimo, me mete dentro del palacio y me lleva hasta la cocina.

- ¿Dónde carajos estabas? – aprieta más su agarre elevándome - ¿Cómo te atreves a salir desnuda? ¿Querías acostarte con el príncipe? 

Mis lagrimas siguen cayendo, nublándome la vista, me suelta de forma brusca haciéndome caer, me quedo en el suelo viendo cómo se va, al instante el príncipe quiere ayudarme, pero su padre sale llamándolo.  

Corona blancaWhere stories live. Discover now