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Esa noche pude dormir más tranquila de lo acostumbrado, aun podía sentir la piel cálida de Filippo, sus labios sobre mi mejilla y sus dulces palabras cerca de mi rostro, todo fue como un sueño. A la mañana, fui despertada por mis damas más temprano de lo habitual, había olvidado el día de casería una tradición familiar que tiene mi padre antes de la boda para observar la destreza de los príncipes y que las familias convivan antes de que dejen el palacio para después que los reyes vuelvan a juntarse para la decisión final. 

Un vestido verde esmeralda fue el elegido para esta ocasión, unos zapatos cómodos, una capa color olivo y un sombrero para cubrirme un poco del sol de la mañana. Fui acompañada por mis damas hasta la puerta principal de donde saldríamos, la servidumbre caminaba de un lado para otro con maletas, otros alimentando y alistando a los caballos de los carruajes. 

 - Princesa Azra – Los reyes Polat junto con Altan me saludan acercándose a mí- luce hermosa esta mañana. 

- Sus altezas – hago una reverencia- gracias, usted también se ve preciosa. 

- ¿Te parece? He guardado este vestido de mi madre por años – sonríe la reina. 

- Cariño, vamos a saludar al rey – el rey la toma de la mano y se despiden de mí. 

- Su alteza – me saluda el príncipe Altan. – permítame decirle que se ve preciosa el día de hoy.

- Príncipe – hago una reverencia – usted tampoco se ve mal. 

- ¿Verdad que no? – se mira su traje- quien de verdad se mira mal es la esposa del duque ¿no cree? – mira a nuestras espaldas a una mujer mal encarada con un gran vestido esponjoso color naranja con purpura y entre sus brazos un pequeño cachorro – dios, ¿Quién usa esa combinación terrible? – su cara de desagrado me hizo reír. 

- No se mucho de prendas de vestir así que no opino – mordí mi labio. 

- Pero usa ropa de temporada, esos colores son de la pasada. 

- ¿Cómo es que sabe tanto de moda? – pregunto curiosa. 

- Mi abuela confeccionaba vestidos para mis tías y hermanas, yo la pasaba la mayor parte de mi tiempo escondido en su estudio para evitar que mi hermano mayor me molestara con sus clases de defensa personal – antes de que pudiera contestar continua – yo era el saco de boxeo. – río al ver su cara. 

- Mejor no lo hago recordar momentos traumantes – suspiro - ¿Ha descubierto alguna otra extravagancia de mi reino? 

- Estaba ansioso por que me lo preguntara – sonríe – y si, ayer por la noche fui sometido a una tortura mi madre me obligo a asistir a su noche de spa junto a mi padre, las sales y las flores aromáticas me encantaron, pero, hay una masa de consistencia rara que va sobre el rostro ¿Cómo se llama? – soba sus cienes – mascarilla. 

- Disculpe, sé que soy ignorante, pero ¿no en todos los reinos existen esos tratamientos? – pregunto. 

- Oh no princesa, en el mío no se encuentra, pero dios mío, esa cosa aumento mi belleza – dice comenzando a acariciar su piel y haciendo caras– mire, piel sedosa, brillante y blanca, cuidado que casi llego a su tono de piel. 

Ambos comenzamos a reír de manera escandalosa, agradezco que estuviéramos fuera y nadie pudiera notar lo fuerte que reíamos. Recobramos la postura al ver como mi padre se acercaba a Altan para saludarlo y llevárselo, yo aun con una sonrisa tonta me dirigí al que era mi carruaje para cubrirme un poco del sol, miré por la ventana como mi hermana convivía con todas las reinas junto con la bebé de algún duque, una escena realmente hermosa. El movimiento brusco del carruaje me hizo desviar mi atención, el príncipe Filippo estaba sentado frente a mí. 

Corona blancaWhere stories live. Discover now