Capítulo 10

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Fue durante la cena que Lord Jeno finalmente dio la noticia.

—Me iré pasado mañana. El viaje durará no menos de dos semanas. Tu... creo que tu celo...

—Es la semana que viene—, dijo Jaemin con dulzura.

—Sí. Bueno...

—Entiendo lo que dices—. Jaemin movió la comida con el tenedor. Por supuesto, había estado esperando alguna excusa para que Lord Jeno no le ayudara con su calor, pero finalmente escucharlo le produjo un escalofrío.

Jaemin aprovechó la oportunidad para simplemente observar a Lord Jeno. Tenía algo de barba en su cuadrado mentón, su cabello oscuro un poco despeinado. Sus ojos, tan hermosos como eran, miraban fijamente su propio plato, los hombros anormalmente rígidos. Parecía incómodo incluso comiendo cerca de Jaemin.

Qué carga debe suponer sentarse al lado de la persona a la que estás matando.

Jaemin dejó el tenedor con brusquedad y se levantó de la silla, apenas balanceándose.

—Creo que me retiraré—, declaró.

Jeno lo miró con el ceño fruncido.

—Apenas has comido.

Jaemin gruñó, dejando por fin traslucir su enfado. —¿Qué te importa si como o no?

No esperó respuesta, saliendo a zancadas con la poca dignidad que tenía intacta.

Jaemin estaba acostumbrado a esperar su celo con una mezcla de temor y excitación, pero el miedo que se apoderó de él cuando los primeros síntomas se arrastraron por su columna vertebral no era natural. Lo llamaban "calor" por una razón, Jaemin podía sentir que su cuerpo se agitaba como con una fricción interna, incluso cuando su piel empezaba a sudar. Por mucho que bebiera —y lo hacía poco, con el estómago revuelto—, su boca seguía reseca. El líquido que goteaba entre sus piernas le hizo sentir una extraña vergüenza.

Nunca se había sentido así por su fisiología.

Era aterradoramente claro desde casi el principio que el cuerpo de Jaemin no estaba preparado para el esfuerzo de lo que estaba a punto de suceder. La excitación era dolor, y la culminación traía consigo mucho más agotamiento que alivio. Incluso mientras su cuerpo se convertía en un caos, su mente se dividía en la locura. No sabía lo que le rodeaba, lo que decía, lo que hacían sus manos.

Hubo delirio, y pena, y súplica, y entre todo eso hubo un solo momento de claridad.

No voy a ganar.

Jaemin despertó, y despertó, y despertó. Había voces, gente, olores. Lo estaban quemando vivo. Lo estaban matando. Cada pensamiento que tenía era para desear que terminara: lo suplicaba, gemía. Nada podía sentirse peor que esto. No era sólo su cuerpo el que ardía, sino su alma. Jaemin podía sentir que se retorcía en el fuego, gritando por algo, por la muerte, por un respiro. Esperaba que la oscuridad no trajera consigo una luz cegadora.

Toma mi mano - NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora