La propiedad del señor McCartney consistía casi enteramente en una hacienda de dos mil libras al año. La fortuna de la madre, aunque abundante para su posición, difícilmente podía suplir a la de su marido. Su padre había sido abogado en Sgt. Pepper's Town y le había dejado cuatro mil libras.
La señora McCartney tenía una hermana casada con un tal señor Martin que había sido empleado de su padre y le había sucedido en los negocios, y un hermano en Londres que ocupaba un respetable lugar en el comercio.
El pueblo de Hold & Be estaba sólo a una milla de Sgt. Pepper's Town, distancia muy conveniente para la familia, que normalmente tenían la tentación de ir por allí tres o cuatro veces a la semana para visitar a su tía y, de paso, detenerse en una sombrerería que había cerca de su casa. Las que más frecuentaban Sgt. Pepper's Town eran las dos menores, Emily y Ruth, que solían estar más ociosas que su hermana mayor, Astrid, y cuando no se les ofrecía nada mejor, decidían que un paseito a la ciudad era necesario para pasar bien la mañana y así tener conversación para la tarde, porque, aunque las noticias no solían abundar en el campo, su tía siempre tenía algo que contar. De momento estaban bien provistas de chismes y de alegría ante la reciente llegada de un regimiento militar que iba a quedarse todo el invierno y tenía en Sgt. Pepper's Town su cuartel general.
Ahora las visitas a la señora Martin, proporcionaban una información de lo más interesante. Cada día añadían algo más a lo que ya sabían acerca de los nombres y las familias de los oficiales. El lugar donde se alojaban ya no era un secreto y pronto empezaron a conocer a los oficiales en persona.
El señor Martin los conocía a todos, lo que constituía para sus sobrinas una fuente de satisfacción insospechada. No hablaba de otra cosa que no fuera de oficiales. La gran fortuna del señor Sutcliffe, de la que tanto le gustaba hablar a su madre, ya no valía la pena comparada con el uniforme de un alférez.
Después de oir una mañana el entusiasmo con el que sus hijos hablaban del tema, el señor McCartney observó fríamente:
— Por todo lo que puedo sacar en limpio de vuestra manera de hablar debéis de ser las muchachas más tontas de todo el país, Emily, Ruth. Ya había tenido mis sospechas algunas veces, pero ahora estoy convencido.
Ruth se quedó desconcertada y no contestó. Emily, con absoluta indiferencia, siguió expresando su admiración por el capitán Gerard, y dijo que esperaba verle aquel mismo día, pues a la mañana siguiente se marchaba a Londres.
— Me deja pasmada, querido — Dijo la señora McCartney. —, lo dispuesto que siempre estás a creer que tus hijas son tontas. Si yo despreciase a alguien, sería a las hijas de los demás, no a las mías.
— Si mis hijas son tontas, lo menos que puedo hacer es reconocerlo.
— Si, pero ya ves, resulta que son muy listas.
— Presumo que ese es el único punto en el que no estamos de acuerdo. Siempre deseé coincidir contigo en todo, pero en esto difiero, porque nuestras dos hijas menores son tontas de remate.
— Mi querido señor McCartney, no esperarás que estas niñas tengan tanto sentido como sus padres. Cuando tengan nuestra edad apostaría a que piensan en oficiales tanto como nosotros. Me acuerdo de una época en la que me gustó mucho un casaca roja, y la verdad es que todavía lo llevo en mi corazón. Y si un joven coronel con cinco o seis mil libras anuales quisiera a una de mis hijas, no le diría que no. Encontré muy bien al coronel Andrew la otra noche en casa de sir Vaughan.
— Mamá— Dijo Ruth. —, la tía dice que el coronel Andrew y el capitán Gerard ya no van tanto a casa de los Weigel como antes. Ahora los ve mucho en la biblioteca de Evans.
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𝐎𝐫𝐠𝐮𝐥𝐥𝐨 & 𝐏𝐫𝐞𝐣𝐮𝐢𝐜𝐢𝐨 & 𝐏𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨 | 𝘔𝘤𝘓𝘦𝘯𝘯𝘰𝘯
Romance🗝️⋆。𖦹°‧★ ─ 𝘏𝘦 𝘭𝘶𝘤𝘩𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘷𝘢𝘯𝘰. 𝘠𝘢 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰 𝘮𝘢́𝘴. 𝘚𝘰𝘺 𝘪𝘯𝘤𝘢𝘱𝘢𝘻 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴. 𝘗𝘦𝘳𝘮𝘪́𝘵𝘢𝘮𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘦 𝘥𝘪𝘨𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘰 𝘢𝘥𝘮𝘪𝘳𝘰... 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘰 𝘢𝘮𝘰, 𝘭...