7

111 11 0
                                        

Mehmet y Miriam permanecían en silencio, observando a su madre mientras trataba de explicar lo inexplicable. El peso de la traición que sentían hacia su padre, Suleiman, los mantenía inmóviles. Habían crecido creyendo que su madre lo amaba intensamente, pero ahora esa creencia se desmoronaba, dejándolos sumidos en una profunda confusión.

Hurrem respiró hondo, como si el aire pudiera calmar el dolor que emergía desde lo más profundo de su ser. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, aunque su expresión aún mantenía una firmeza que sus hijos no podían ignorar.

—Yo amaba a Suleiman —dijo con voz quebrada—. En serio, lo amaba con mi alma.

Mehmet frunció el ceño, sintiendo una punzada de resentimiento. Las palabras de su madre no coincidían con los recuerdos que él tenía, con la imagen de esa mujer fuerte que nunca había mostrado debilidad.

—Pero las noches que pasé llorando por su ausencia, por su frialdad, me hacían sentir abandonada. —Hurrem bajó la mirada, y en un gesto casi imperceptible, tomó la mano de Ibrahim, como buscando apoyo en él.

El ambiente en la habitación se tensó aún más. Ibrahim, siempre silencioso y distante en su presencia, habló por primera vez.

—No les pido que lo acepten, ni que lo entiendan de inmediato, pero les aseguro que amo a Hurrem. —Su voz, firme y segura, resonó en el espacio, rompiendo la tensión por un momento.

Mehmet entrecerró los ojos, intentando comprender la escena frente a él. Su madre, tan vulnerable, y ese hombre, Ibrahim, que se atrevía a hablar de amor frente a ellos, como si el mundo no estuviera al borde del colapso. Algo dentro de él comenzaba a cambiar, pero aún no era suficiente.

—Es solo que... —dijo Mehmet, las palabras saliendo lentamente, como si cada una pesara toneladas—. Jamás te vi llorar por mi padre. Ni una sola vez.

Su mirada se clavó en la figura de su madre, buscando alguna señal de verdad en su dolor. Hurrem soltó un suspiro, más profundo que cualquier palabra que hubiera dicho antes.

—No quería que me vieran débil —confesó, levantando la cabeza y enfrentando las miradas de sus hijos—. Siempre quise ser fuerte para ustedes, para que tuvieran una madre que pudieran admirar, no una mujer rota por dentro.

El silencio cayó sobre la habitación como una manta pesada. Miriam, que hasta ese momento no había dicho nada, observaba a su madre con una mezcla de tristeza y desconcierto. Su mente se llenaba de preguntas que no sabía cómo formular, mientras el conflicto interno de su madre se desbordaba frente a ellos.

—Entonces, ¿nunca amaste a nuestro padre? —preguntó finalmente, con la voz casi inaudible, como si temiera la respuesta.

Hurrem negó con la cabeza, apretando los labios antes de responder.

—Lo amé... con todo lo que tenía. Pero también sufrí, más de lo que podrían imaginar. Y cuando el dolor se vuelve insoportable, cuando la soledad se instala en tu corazón, empiezas a buscar consuelo donde menos te lo esperas.

Las palabras resonaron en el aire, cada una más dura que la anterior. Mehmet miró a Ibrahim, quien se mantenía en silencio, pero su sola presencia parecía agregar una capa de incomodidad a la situación. El resentimiento de Mehmet hacia él era palpable, pero algo en la mirada de su madre lo hacía dudar. Tal vez Ibrahim no era el enemigo, tal vez había algo más profundo que aún no entendía.

—¿Y él? —preguntó Miriam, señalando a Ibrahim con un movimiento sutil de la cabeza—. ¿Qué lugar ocupa él en todo esto?

Hurrem no apartó la mirada de su hija. Acarició lentamente la mano de Ibrahim antes de responder.

solo tu (Hurremxibrahim)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora