Me giré hacia la puerta cuando escuché el eco de unos pasos, el sonido reverberando en el silencio tenso de la habitación. Al ver a Hatice entrar, un pequeño suspiro de frustración se escapó de mis labios, apenas audible, pero cargado de la resignación que su presencia siempre me causaba. Sabía que no traía nada bueno; seguramente venía a maldecirme o a lanzarme acusaciones por algo que, con toda probabilidad, ella misma había provocado.
"Sultana," murmuré mientras inclinaba mi cuerpo en una reverencia, el respeto en mi tono perfectamente calculado. Sin embargo, cuando levanté la vista, noté que su rostro estaba marcado por una mezcla de confusión y molestia. Sus cejas se fruncieron mientras me observaba, pero su expresión se oscureció aún más cuando su mirada se posó en Ibrahim, que se encontraba a mi lado.
"¿Qué haces aquí, Ibrahim?" preguntó en un tono cargado de desdén y molestia, sus palabras brotando con una frialdad que me hizo estremecer. La tensión entre ellos era palpable, casi tangible, y sabía bien que su relación, aunque ligada por el matrimonio, estaba llena de resentimientos velados y celos latentes.
Ibrahim, siempre sereno, no mostró ningún signo de incomodidad. Su mirada se mantuvo fija en la de Hatice, imperturbable. "Solo vine a comentarle algo que el sultán me mencionó sobre una salida," respondió con calma, aunque el subtexto en sus palabras era claro. Mientras hablaba, me lanzó una mirada rápida, como si buscara mi apoyo, antes de hacer una reverencia hacia Hatice, como si intentara apaciguar su enojo. Sabía que sus gestos estaban cuidadosamente orquestados para ganarse el favor de su esposa, pero también para reafirmar su posición en nuestra eterna rivalidad.
Hatice, sin embargo, no se dejó engañar por su deferencia. Su rostro se endureció, y sin previo aviso, lanzó una acusación que cortó el aire como una daga. "¡Esta víbora intentó matarme!" exclamó, señalándome con un dedo tembloroso por la ira, sus ojos chispeando de odio. Sus palabras resonaron en la habitación, cargadas de veneno.
Sentí un nudo formarse en mi estómago, pero me mantuve firme, mis ojos fijos en los suyos. Sabía que cualquier signo de debilidad sería aprovechado, no solo por Hatice, sino también por Ibrahim. Era una acusación grave, y aunque sabía que no había verdad en sus palabras, la situación podía volverse peligrosa muy rápido.
Ibrahim fingió una expresión de preocupación, sus labios curvándose en una mueca de apoyo mientras se acercaba a Hatice, colocándose a su lado como un esposo protector. "No te preocupes, Hatice," dijo, su voz suave, casi susurrante. "Estoy aquí para asegurarme de que nada te suceda." Pero mientras lo decía, me lanzó una mirada cargada de desdén, una señal silenciosa de que, a pesar de su fachada, seguía siendo mi enemigo en esta batalla silenciosa por el poder y la influencia.
Hatice, al sentir el apoyo de Ibrahim, sonrió triunfante, pero en sus ojos aún brillaba la desconfianza. "No me fío de ti," espetó, mirándome con desprecio. "Siempre has sido una amenaza para mí, y no me detendré hasta que el sultán vea la verdad."
Sabía que las palabras de Hatice no eran solo un arrebato de celos; eran una advertencia, una promesa de que esta guerra entre nosotros no había hecho más que comenzar. Y mientras Ibrahim permanecía a su lado, fingiendo ser el esposo leal, no podía ignorar la realidad de que me enfrentaba a dos enemigos, cada uno jugando su propio juego, pero ambos igual de peligrosos.
Me mantuve en silencio, sabiendo que cualquier palabra en ese momento podría ser usada en mi contra. Pero en mi mente, ya estaba formulando mis próximos movimientos. Porque en este juego de poder, no solo se trataba de sobrevivir, sino de ganar. Y aunque Ibrahim y Hatice parecían tener la ventaja en ese instante, sabía que la batalla aún no estaba decidida. La guerra por el poder y la venganza acababa de comenzar
-hoy e estado todo el día en mis aposentos sultana si algo le sucedió le afirmó que no fui yo-
Manifesté tranquilamente mientras llevaba mis manos hacia adelante de manera elegante observe la expresión de hatice algo molesta y furiosa
- estoy segura que mandaste a una de tus criadas o algún guardia tuyo-
Dijo molesta mientras miraba a su esposo queriendo que está la defienda
-de todas formas haremos una investigación sobre esto-
Me miró arrogante, con esa superioridad que siempre llevaba como una corona invisible. Yo, por mi parte, no me molesté en ocultar el desprecio que fingía sentir. Aunque por dentro, lo que de verdad sentía era algo mucho más complejo, una mezcla de temor, rabia contenida y, quizás, una pizca de admiración por la astucia de aquella mujer.
—Sultana, vaya a descansar. Se ve... derrotada —dije con suavidad
Sabía exactamente qué botón presionar. Era una batalla que ya había librado antes, y siempre, de alguna manera, lograba sacarla de quicio con apenas unas pocas palabras.
Sus labios se torcieron en una mueca de desdén. Bufó, pero no dijo nada más. Sabía que cualquier réplica la haría perder terreno. En cambio, se marchó con la barbilla alta, su vestido ondeando tras ella como una sombra furiosa, mientras podía escuchar cómo murmuraba maldiciones en voz baja a su esposo, Ibrahim.
Apenas desapareció por la puerta, el nudo en mi estómago se apretó aún más. Las paredes de la sala parecían encogerse alrededor mío, sofocándome. Me dejé caer con delicadeza sobre el sofá, cruzando las piernas como si aún tuviera todo bajo control, pero el aire pesado me decía otra cosa.
Respiré hondo, tratando de calmar el latido frenético de mi corazón. No podía seguir mucho más tiempo en esta situación, este juego extraño y peligroso entre Ibrahim y yo. Su presencia, invisible pero siempre sentida, rondaba la habitación como un espectro. Su silencio hablaba más que mil palabras. Siempre me observaba desde las sombras, desde la distancia, midiendo cada uno de mis movimientos, como un cazador acechando a su presa.
Me pregunté, por enésima vez, si alguna vez podría confiar en él. Si los intercambios tensos entre nosotros eran simplemente un juego de poder o si había algo más oscuro y profundo en nuestra relación. Sabía que Hatice también lo sentía, aunque su orgullo le impedía admitirlo.
El eco de sus pasos resonaba en el pasillo, cada vez más lejano. Era fácil verla como la villana de esta historia, con su rencor y sus celos siempre a flor de piel, pero en el fondo, ella también era una víctima. Víctima de las intrigas de Ibrahim, de las mías, de este círculo vicioso de engaños y rivalidades.
Volví a cerrar los ojos. Sentí una gota de sudor resbalando por mi sien. El calor sofocante de la sala aumentaba mi nerviosismo, como si el aire mismo conspirara contra mí. Sabía que pronto tendría que enfrentar a Ibrahim de nuevo, que esta dinámica enfermiza solo podía continuar hasta que uno de nosotros cayera.
Pensé en lo que Hatice había dicho aquella tarde, susurrando veneno en mis oídos: "Crees que lo controlas, pero él ya te ha destruido."
Me estremecí. Quizás tenía razón. Pero, ¿quién iba a destruir a quién realmemte
Bueno yo era hurrem y a mí nadie me derrota yo soy... asombrosa
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solo tu (Hurremxibrahim)
Romansahurrem estaba agotada de las constantes infidelidades del sultan que sin darse cuenta estaba buscando refugios en los brazos de otro y ese otro era...su mayor enemigo