El amor es un sentimiento sublime, persistente a través del año y el tiempo
Si pudiera definir el amor diría que es eterno y bello ,mi amor por el es como una llama eterna
Ardiente y hermoso yo podría escribir mil versos de amor pero por favor no sería suficienteAquellos días de dolor y traición que compartí con Süleiman finalmente habían quedado atrás, como un mal sueño que se desvanece con el amanecer. Durante demasiado tiempo, me había aferrado a la vana esperanza de que sus palabras, siempre tan bien hiladas y llenas de promesas, algún día se cumplirían. Me prometió el cielo, pero en realidad me entregó un infierno disfrazado de amor. Cada vez que cerraba los ojos, podía ver su rostro, escuchaba su voz prometiéndome un futuro que nunca llegó. Pero ahora, ya no más.
El sufrimiento que me había causado no era solo por su infidelidad, sino también por su indiferencia, por el modo en que me hacía sentir invisible, prescindible. Me consumí en noches interminables de llanto, esperando que un día él me mirara como solía hacerlo al principio, con esa intensidad que me hacía pensar que era yo la única en su mundo. Pero todo fue una mentira, una fachada construida sobre promesas vacías y un amor que nunca fue real.
La última vez que lo vi, su sonrisa era la misma de siempre: encantadora, hipnótica, y cargada de falsedad. Pero algo había cambiado en mí. Donde antes mi corazón se aceleraba, ahora solo sentía un vacío, una calma que jamás había experimentado. Ya no importaban sus palabras, ya no importaban sus promesas. Había dejado de ser prisionera de su juego.
Era tiempo de comenzar de nuevo, de dejar que las heridas cicatrizaran y de mirar hacia adelante, hacia un futuro en el que Süleiman no tuviera cabida. Había aprendido, con dolor, que el verdadero amor no se encuentra en las palabras vacías, sino en las acciones, y él nunca me había dado nada de eso.
Me levanté con una sonrisa inquebrantable, el corazón ligero como si hubiera dejado atrás un pesado lastre. El encuentro con Ibrahim había sido una bendición, un rayo de luz en medio de las intrigas y sombras que rodeaban el palacio. Sentí una chispa de alegría en mi interior, algo que hacía tiempo no experimentaba, y decidí aprovechar el día soleado para respirar aire fresco. Después de vestirme cuidadosamente, salí de mis aposentos y me dirigí al patio. La brisa suave acariciaba mi rostro, y el cielo, despejado y azul, parecía una promesa de paz.
Sin embargo, al cruzar por el harem, mi paso ligero se vio interrumpido por una presencia que me resultaba tan pesada como una tormenta. Mahidevran estaba allí, esperándome con esa expresión dura que siempre llevaba consigo, como si el veneno de su amargura se manifestara a través de su mirada.
—Te ves feliz, Hurrem —dijo, su tono impregnado de desdén, como si mi felicidad fuera un insulto para ella.
Me detuve, y por un instante contemplé si valía la pena siquiera responderle. Mahidevran siempre sabía cómo hacer hervir mi sangre, pero hoy no iba a permitir que me robara ni una pizca de mi alegría.
—Así es —le respondí, manteniendo la cortesía en mi tono—, estoy feliz. No entiendo cómo puedes estar tan amargada en un día tan hermoso.
Mi sonrisa era un arma disfrazada de cordialidad. Ella frunció el ceño, evidentemente molesta.
—No mientas, Hurrem. Tú siempre andas de mal humor —replicó, cruzándose de brazos, su expresión llena de soberbia.
Decidí que ya había tenido suficiente de su veneno por la mañana. Me acerqué a ella, lo suficientemente cerca para que nuestras miradas se cruzaran como espadas.
—Si estuviera todo el día como tú —le susurré—, me vería igual de vieja y fea.
Le sonreí con una mezcla de satisfacción y desprecio, mientras pasaba a su lado, sintiendo el calor de su furia arder en su silencio. Había aprendido a enfrentarla con palabras afiladas, no con gritos, porque eso era lo que más la hería. Sabía que había ganado esa pequeña batalla, y el sabor de la victoria era dulce.

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solo tu (Hurremxibrahim)
Romansahurrem estaba agotada de las constantes infidelidades del sultan que sin darse cuenta estaba buscando refugios en los brazos de otro y ese otro era...su mayor enemigo