Cosas que Pasan.

Capitulo ocho, normalidad.

Han pasado siete meses desde que este calvario comenzó, y al fin estaba terminando, Nereah recuperó su movilidad hace pocos días, ya estábamos a punto de cumplir un año de relación, estaba expectante a lo que nos depararía el futuro, esperaba seguir muchos años más con ella.

Penny por su lado, consiguió novio, su nombre es Finn, la verdad es que no sé mucho sobre este tipo, todo me ha sido informado por Burio, a quien le encanta hablarme de ella y de su vida, no es algo de lo que me encanta saber de todas formas, espero que les vaya bien y tengan éxito nada más.

Burio ha decidido a sus treinta años que quiere ser diseñador gráfico, nunca antes nos habíamos puesto a pensar en eso, yo no sé que quiero estudiar, no tengo idea de que hacer con mi vida después de todo, odio ser el tipo de persona que deja que pasen las cosas, tampoco he tenido tiempo para pensarlo, mi relación, el trabajo (al que volví recientemente) y mis amigos es lo único en lo que estoy enfocado por ahora.

Ya eran alrededor de las once y media de la mañana, tenía que prepararme para ir a trabajar, hace muy pocos dias retomé mis labores, Noco ha sido muy paciente conmigo y también muy amable. Esa noche después del trabajo iría a casa de Nereah para celebrar nuestro aniversario anticipado, ya que no tendré muchos días libres luego, me encantaría poder pedirle permiso a la señora Lucía para salir mas temprano hoy, pero sería muy descortés y aprovechado de mi parte considerando todos los favores que me han hecho, desde unas largas vacaciones de siete meses hasta los salarios que me seguían depositando.

—¡Mamá, ya me voy!, dile a papá que no llegaré esta noche —grité para dentro de la casa.

—¡Menos mal que empezaste a avisar!, ven un momento, necesito hablar contigo hijo —me respondió gritando.

Mi madre casi nunca quería hablar conmigo, cuando deseaba hacerlo es porque algo realmente importante estaba pasando, guardé mis llaves de la casa en el bolsillo y me dirigí a donde estaba ella. Nuestra sala era grande, mi familia era un poco adicta a comprar recuerdos o cosas raras que encontrarán bonitas, también les gustaba revisar las cajas con cosas viejas de ves en cuando, pude ver a mi mamá sosteniendo una polera que usé cuando era pequeño, una de color celeste con dibujos de pato, era mi favorita.

—¡No mames, vieja!, creí que era importante —me tapé el rostro con las manos.

—¿Por qué dejaste de usarla?, te encantaba —melancolica.

—¡Larga historia que dejaremos para mí día libre!, tengo que ir a trabajar —hice señas de que saldría corriendo si seguía hablando.

Mi mamá me miró intrigada, no tenía idea de la verdadera historia de porqué dejé de usar mi playera favorita siendo que aún me quedaba.

En la escuela normalmente podíamos ir con ropa cotidiana si nuestro uniforme estaba sucio o el centro de alumnos organizaba algo, no daban verdaderos problemas por la vestimenta, por eso me gustaba la escuela en la que iba, recuerdo que siempre que podía usar mi polera de patito lo hacía, sin embargo, una vez la chica que me acosaba me vio usándola se puso más intensa, me molestaba constantemente con que si quería que ella jugara con mi "patito", me hizo sentir tan incómodo y tan inseguro que dejé de usarla.

Sin querer mi expresión alegre se corrompió con el asco y la importancia de ser acosado sexualmente, mi madre me conocía muy bien, supuso que había algo mucho más oscuro que jamás le conté.

—¿Qué pasó, hijo? —preocupada, intentó esconder su intriga.

—No es nada, mamá... De verdad tengo que ir a trabajar —comencé a quebrarme.

—Te juro por todo lo existente que no le contaré a tu padre si no quieres... Dime qué pasó.

Le respondí que era algo que papá merecía saber, pero que no era el momento adecuado para hablarlo, le prometí que se lo contaría cuando pudiéramos tener un tiempo a solas en familia, ya que no era algo que quisiera divulgar a la ligera. Ella me dejó ir confiando en mis palabras, antes de salir de la casa fui al baño para peinarme.