-"Necesitas una pareja".
Dazai Osamu es el hijo mayor del actual líder de la manada del norte. Ya ha alcanzado hace unos años la edad propicia para enlazarse con un omega ó contraer matrimonio con una alfa o beta, porque para heredar el mando en un...
Nakajima se despierta esa mañana emocionado por sus planes de compartir un ameno desayuno con su más reciente amigo: Chuuya. Su idea de desayunar con alguien que no fuera el señor Fukuzawa lo emocionó mucho, nunca antes alguien se había sentido a gusto con su compañía, si no lo contaba a él. Se arregló temprano para llegar puntual, no le gustaría llegar tarde a su encuentro con Chuuya, por lo que pasa a buscarle en la cabaña donde tiene entendido que ha estado viviendo. El crujir de la nieve bajo su calzado para el invierno es el único sonido que irrumpe el aire mientras se acerca a su destino y es ahí cuando un alarido le crispa los nervios y lo hace estremecer en su sitio. Está a punto de correr al encuentro de Chuuya para ver qué le pasa, seguro de que la voz detrás ese quejido le pertenece, cuando alguien tira de su ropa por la espalda y lo detiene. Mira hacia atrás y Akutagawa lo mira impasible.
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⠀⠀―¡Suéltame, Chuuya está en problemas! ―Pobre inocente bebé, Akutagawa casi se compadece de él, quiere iluminarlo con el poder del conocimiento, pero si Atsushi no se ha dado cuenta, ese es su problema.
⠀⠀―¡Quédate quieto, chico tigre! ―insiste. Sin aviso, el alarido se convierte en una ola de gemidos que hace al albino ruborizar hasta las orejas. Akutagawa también se siente de pronto avergonzado y teniendo piedad de él, se lo lleva de allí―. Vámonos, esto es demasiado hasta para mi...
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⠀⠀Otro grupo de sonidos lascivos inunda sus inocentes oídos, logrando que siga a Akutagawa sin protestar. Lo lleva a una pequeña cabaña a varios metros de ahí, cuando el alfa se gira a mirarlo ofuscado, pero con las orejas algo rojas igual que él por el momento incómodo que acabamos de pasar.
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⠀⠀―Deja de seguirme, chico tigre.
⠀⠀―Pero tú me trajiste hasta aquí... Lo mínimo que puedes hacer es dejarme entrar y... ―se calla, pues su estómago gruñe vergonzosamente fuerte, demandando saciar sus propias necesidades. Ryunosuke rezonga y rueda los ojos, poniéndolos en blanco.
⠀⠀―Entra y no hables. De ser posible, ni siquiera respires en mi presencia.
⠀⠀―Pides imposibles.
⠀⠀―Mi casa, mis reglas.
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⠀⠀Atsushi cruza la puerta queriendo quejarse por la injusticia, aunque lo olvida tan pronto puede observar el interior. A simple vista, la sencillez abarrota los rincones en un espacio algo pequeño y austero. Una pequeña cocina de leña y una mesa con dos sillas de madera, algo viejas en apariencia, conforman el mobiliario junto a un sillón desvencijado, cubierto por una tela gruesa en color verde musgo, con una desgastada alfombra caoba en el piso de madera. Automáticamente se pregunta cómo duerme aquí, ¿en el piso? ¿Sobre la alfombra tal vez?
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⠀⠀―Espera aquí. No-toques-nada, Jinko ―enfatiza, palabra por palabra, mientras vuelve a salir.
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⠀⠀Atsushi, incapaz de objetar, permanece observando las cuatro paredes carentes de gran intento de decoración. Siente que la seriedad monótona de Ryunosuke es respirable en la pequeña cabaña. Apenas aguanta algunos pocos minutos a solas y cuando está a punto de ir a la puerta a ver si aún no regresa, divisa la alfombra movida de lugar bajo el sillón individual. La tela está doblada sobre sí misma, lo que le permite notar la misteriosa escotilla en el piso. Llevado por la indomable curiosidad, abre tirando de ella y descubre una escalera que lo guía a una zona iluminada bajo tierra.
⠀⠀El bichito del fisgoneo siguió picándole, haciendo de las suyas, lo que lo llevó a bajar por ellas para descubrir un nuevo mundo. Ahí, aunque luciera algo estrecho, se podía ver la calidez humana cubriendo las paredes. Cuadros con pinturas y hojas amarillentas, con dibujos coloreados claramente por una mano infantil. Quiso imaginarse a un pequeño Ryu pintando florecitas con los dedos manchados de alguna mezcla de pétalos de flor triturados y la imaginación no le da para tanto, ¿podrían ser de su hermana? Algunos mostraban a tres personas (o quería creer que esos palitos eran gente) que por los colores y la diferencia de estatura, puedo deducir que la tercera era Dazai. Además era el único en el dibujo con vendas.
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⠀⠀―¿Te mataría obedecer una simple instrucción? ―azuzó una voz detrás suyo, haciéndole exaltar por el susto.
⠀⠀―¡Sagrada Gea! ―grita, quedando casi pálido. Akutagawa apenas si notó la diferencia, y eso debido a que su aroma demuestra talante el momento de pánico que acaba de pasar.
⠀⠀―Te dije, claramente, que no tocaras nada, eso incluía meterte aquí.
⠀⠀―¿Aquí abajo es donde duermes?
⠀⠀―Sube, AHORA. ―Él corta la conversación de modo tajante, evadiendo la pregunta.
⠀⠀―Pero que gruñón.
⠀⠀―Estás tentando a tu suerte, chico tigre.
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⠀⠀Prefirió callar y no reclamar esta vez por el apodo. En su lugar, sigue al enfurruñado lobo sin poder quitar su atención de los detalles que no alcanzó a explorar, como los túneles que parecían llevar a las posibles habitaciones, dos por lo que podía adivinar. Deseó no haberse distraído tanto con los dibujos que posiblemente fuera en su mayoría de Gin, tal vez así habría alcanzado a llegar más lejos antes de ser atrapado en el acto. Al subir la empinada escalera, el aroma de alimentos le golpeó sin piedad las fosas nasales y su estómago, como poseedor de vida propia, reclamó la nula ingesta de estos. Gin ya estaba a la mesa degustando en silencio una hogaza de pan y un par de huevos estrellados, el mismo desayuno que reluce servido en dos platos más, todos de barro. Los cuencos humean con lo que reconoce al acercarse como té verde, lo sabe porque es el favorito del señor Fukuzawa. Sin embargo, los tres desayunos desentonan con las dos únicas plazas para ocupar, siendo que Gin ocupa una y Ryunosuke se ha acomodado en la otra.
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⠀⠀―Gracias por el desayuno. Eh... ¿Dónde me voy a sentar yo?
⠀⠀―En el suelo ―responde el mayor de los hermanos, como si fuera la cosa más obvia del mundo. Gin tose discretamente desde su lugar, logrando sacar un gruñido hastiado del moreno, que se levanta llevándose su plato y el cuenco con té hasta el sillón a unos pasos de la mesa. Chasquea la lengua en protesta mientras se sienta y se inclina para dejar el cuenco en el suelo antes de empezar a comer―. Bien...
⠀⠀―Gracias, Ryu- digo, Akutagawa ―se corrige veloz. Gin disimula una sonrisita tras el cuenco pegado a sus labios.
⠀⠀―Como sea. No te hagas ideas, agradécele a Gin.
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⠀⠀Atsushi se limita a sonreír, asintiendo. Pero el gesto casi se le borra por completo, cuando el joven alfa, carente de decoro alguno, sube una pierna sobre el brazo del viejo sillón, se recuesta nuevamente y sigue comiendo aún frunciendo el entrecejo. Atsushi acaba de mirar involuntariamente entre los pliegues del yukata a rayas azules y eso le hace calentar las mejillas como una lámpara de aceite encendida a pesar de que la falta de iluminación no le permitió ver nada más allá de la piel del interior de su muslo.
⠀⠀Debió sentir la mirada de Gin sobre él, por lo que desvía la mirada a su plato completamente avergonzado. No sabe qué pasa por su cabeza para pensar en ese tipo de cosas, tal vez la culpa es de lo que había escuchado sin querer esa mañana; lo había afectado más de lo que creía. A su lado, Gin esconde su sonrisa con una mano y su hermano los ve raro a ambos, luego mira feo a su comida y al cuenco con té puesto en el piso, preguntándose seriamente si su hermana había cometido un error al elegir los condimentos y había usado algún alucinógeno en su lugar, algo prácticamente imposible. No obstante, las risitas de ella y lo rojo que está el albino, dejan su cabeza dando vueltas sobre el asunto por un buen rato.
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