RECUERDOS

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C.11

Recuerdos

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Recuerdos

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"Por fin dentro", pensó Iván, aliviado después de tantos problemas. Tras una larga jornada llena de tensión, finalmente se encontraba en el interior de la comisaría. Aunque su entrada fue por la parte trasera, no había espacio para relajarse. El lugar estaba cubierto de un silencio espeso y tétrico, roto solo por los ocasionales gruñidos de aquellos seres que merodeaban por los pasillos.

Avanzaba por un corredor estrecho y mal iluminado. El eco de sus pasos resonaba en las paredes, lo que lo hacía sentirse más expuesto de lo que realmente estaba. No podía permitirse bajar la guardia, especialmente sabiendo que esos gruñidos cada vez sonaban más cerca.

Mientras caminaba, sus ojos atentos escaneaban cada esquina, cada puerta, buscando el camino hacia la sala principa

En su trayecto, tuvo que enfrentarse a varios zombis, eliminándolos con rapidez pero con una sensación creciente de desesperanza. Algunos los pudo evitar, pero otros lo obligaron a gastar sus ya escasas municiones. Su mente seguía dividida entre el instinto de supervivencia y el dolor emocional de saber que, posiblemente, esos zombis fueran antes personas inocentes, tal vez hasta compañeros potenciales.

Después de abrirse camino por el edificio, Iván llegó a una puerta con la inscripción "Sala Oeste". Al cruzar el umbral, se encontró en una habitación que parecía haber sido una pequeña oficina administrativa. Los escritorios de madera estaban cubiertos de polvo, pero aún conservaban placas con nombres. Miró las placas brevemente hasta que un cartel llamó su atención: una pancarta desgastada que decía "Bienvenidos Iván y Leon". El mensaje era simple, pero el significado le golpeó fuerte el corazón.

El aire pareció escaparse de sus pulmones. Se quedó mirando el cartel, sus ojos llenándose de una mezcla de nostalgia y dolor. Este lugar habría sido su nuevo hogar, su nuevo comienzo. Y ahora... ahora era solo una tumba. Un nudo se formó en su garganta al pensar en los que habrían sido sus compañeros de equipo, tal vez incluso amigos, convertidos en esas cosas. La culpa lo carcomía. Si hubiera llegado antes, tal vez habría podido salvar a alguien.

El peso de la situación era abrumador, y la sala vacía acentuaba su soledad. Finalmente, sacudió la cabeza, determinándose a continuar. Afortunadamente, la puerta al otro extremo de la sala Oeste lo condujo directamente al salón principal.

Llegó al salón principal, una gran estatua de piedra dominaba el espacio. Al principio, no vio más que el mármol frío y la penumbra, pero entonces lo vio: un hombre recostado al pie de la estatua, retorciéndose de dolor. Iván corrió hacia él, su preocupación inmediata eclipsando momentáneamente el caos a su alrededor.

¿Está bien, señor? —preguntó, arrodillándose junto al policía herido.

El policía levantó la vista con dificultad, sorprendido al ver al joven.

AMIGO RUBIO // Leon S. Kennedy //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora