Inglidh era un lugar hermoso.
No estaba ni cerca de impresionar tanto como Hoytt, pero su tipo de belleza era algo que no se solía ver en las grandes ciudades. Lo que es más, era difícil considerarla como una gran ciudad, pues su estética no se diferenciaba de los pequeños pueblos que se podían encontrar en el camino.
Tal y como el erradicador Kouga le mencionó a Renku semanas atrás, se trataba de un sitio bastante rural, rodeado de amplios campos y árboles que se unían al bosque. No habían murallas de piedra que rodearan a la ciudad, como uno esperaría, pero eso no significaba que la seguridad fuera escueta.
Tanto Renku como Kuroka quedaron boquiabiertos al ver que la ciudad estaba construida a los pies de una gran cascada, la cual conectaba con el río y suponía la fuente de la vitalidad del lugar. Se decía incluso que esa imponente caída de agua era un centro turístico bastante llamativo, y suponía como una de las razones por las que Inglidh se mantenía como un gran centro de reposo donde viajeros, mercaderes y visitantes de todo tipo se alojaban.
Prácticamente la ciudad consistía solamente de posadas, tabernas, un amplio mercado, uno que otro burdel y las cabañas de los aldeanos. Según Rob, pese a que la ciudad siempre estaba muy poblada y activa, realmente eran pocas las personas residentes de Inglidh.
La naturaleza de ese lugar, además del hecho de estar acompañando a un par de mercaderes, les facilitó mucho la entrada a los muchachos. Rob guió la carreta hasta un área determinada, donde estaban muchos otros hombres de negocios. Allí debían guardar sus productos, y con un par de monedas podían pagar a uno de los jovencitos que atendían a los caballos para que, además de eso, vigilara toda la mercancía.
Renku tenía planeado buscar un lugar donde pasar la noche, pero dado que Desmond y Rob los invitaron a quedarse con ellos en una posada, no dudó en aceptar. Después de todo, podría ser la última oportunidad que Kuroka tendría de dormir en una cama en mucho tiempo. Eligieron una no muy lejos de donde estacionaron la carreta, y apenas entraron se notó el agradable ambiente de esa ciudad; el comedor era amplio, lleno de mesas donde gente de todo tipo comía, bebía y reía. Un par de bardos recorrían el lugar con sus instrumentos, uno con un laúd y otro con una flauta. Cantaban armoniosamente, y por alguna propina aceptaban peticiones de los clientes. Una gran chimenea calentaba todo el lugar, y el brillo de su llama resultó agradable de ver.
Tuvieron suerte al encontrar las últimas dos habitaciones disponibles. Eran individuales y tendrían que arreglárselas para compartir, pues ese día Inglidh estaba especialmente conglomerado de gente, por lo que dudaban encontrar algo mejor en otra posada. Lo mejor era no arriesgarse.
Decidieron pasar esa noche en el comedor, donde unos viejos conocidos de Desmond lo reconocieron y lo invitaron a beber con ellos. Rob, por su parte, invitó a Renku a un burdel cercano. Él quedó en blanco, y cuando vio que Kuroka estaba relativamente lejos y escuchando a uno de los bardos cantar, se relajó. Terminó por declinar la oferta incluso cuando Rob ofreció pagar por él; al final, el joven terminó yendo por su cuenta.
Kuroka, por su parte, sí había escuchado disimuladamente la conversación, y de forma involuntaria sonrió satisfecha al saber que Renku no se iría con Rob.
El resto de la velada transcurrió sin muchos inconvenientes. Debido al largo día de trabajo que les esperaba, Desmond no bebió demasiado, ni tampoco lo hizo Renku. El muchacho estaba absorto conversando con gente que, al igual que ellos, acababa de llegar a Inglidh; gracias a eso puedo conseguir que le invitaran varios platillos. Kuroka, por su parte, pareció hartarse rápidamente del lugar. La música era hermosa y muchas personas resultaron ser muy simpáticas, sin embargo, tantas voces resonando al unísono terminó siendo algo incómodo, sin mencionar algunos comentarios inapropiados dados por un par de borrachos. Incluso terminó por golpear en la boca a uno que quiso pasarse de listo, noqueándolo al instante.
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Kurogami. Vol# 2
FantasíaLuego de que Renku y Kuroka sobrevivieran a la sangrienta batalla de la villa oculta en el bosque, comenzaron su viaje juntos. En pocos días de convivencia, las interacciones y confianza entre ellos aumenta, sin embargo, Kuroka no deja de notar que...