8. Maestro y aprendiz

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Hoytt se sumergió en una noche profunda, iluminada únicamente por los faroles de las calles.

Si durante el día las calles estaban casi vacías, ahora realmente lucía como una ciudad fantasma, pues eran muy pocos los que mostraban señales de vida. Las únicas personas que se presentaban en las penumbras eran los guardias de la ciudad, quienes patrullaban celosamente cada rincón de Hoytt. Muchos estaban cansados, otros asustados y algunos simplemente hacían sus labores de mala gana, ansiosos por rotar sus turnos. 

Muchos de ellos estaban frustrados ante la situación, pues la gran ciudad de Hoytt había sido reducida a uno de los parajes más deprimentes del reino. Se suponía que servir allí bajo las órdenes de la familia Shizaku significaría una vida asegurada, pero ahora preferirían estar en cualquier otro lugar. El resentimiento crecía en los corazones de esos hombres, las dudas e incertidumbres, y en algunos eso significó un flaqueo en su lealtad. 

Había muchas razones por las que los Shizaku podrían tener enemigos, y el brujo lo sabía perfectamente; ese resentimiento debilitaría las filas, y así un enlace con la Secta podría formarse para llevar el plan a cabo. 

Dentro de la mansión, algunos renegados mencionaron algo al respecto, y el cuervo fue capaz de escuchar detalles muy relevantes para el erradicador. Al parecer, cierto grupo de guardias se juntarían en los barrios bajos del sur para luego encontrarse con miembros sectarios. No se podía saber si el brujo estaría entre ellos, pero aun así era una oportunidad que no se podía dejar pasar. 

Allí, en la zona más excluida de la ciudad, donde los más pobres y enfermos se acumulaban con incluso más frecuencia que antes, tres hombres de semblante duro y postura firme esperaban en silencio a un cuarto individuo. Se ocultaban bajo capuchas que ocultaban sus rostros; no obstante, era seguro que formaban parte de la guardia de la ciudad. 

Llevaban varios minutos reunidos allí, en completo silencio, moviéndose únicamente para alejar a los indigentes que se acercaban a base de puntapiés y empujones brutos. Sus caídas y gemidos débiles de dolor al chocar contra el suelo maltrecho fueron lo único que se escuchó por un buen rato, hasta que una cuarta figura encapuchada hizo acto de presencia. Dada su vestimenta era evidente que también formaba parte de la guardia, sin embargo, resultó ser alguien considerablemente más alto, fornido y con una presencia más estoica. Solamente al ver las respuestas corporales de sus compañeros al verlo demostraron que se trataba de un rango superior. 

Se intercambiaron algunas palabras, que entre susurros tenues fueron difíciles de entender. Pese a estar tan apartados no descuidaban detalles como esos. No eran hombres inexpertos. Estaban tomando ciertas precauciones para que no los descubrieran, sin embargo, ninguno de ellos sospechaba que, pese a guardar un celoso silencio y haber vigilado sus espaldas con regularidad, dos figuras vestidas de negro los observaban atentamente desde el tejado de una casa. Así había sido por la última hora, y con una increíble paciencia esperaron a que los traidores efectuaran su primer movimiento. Era una lástima no poder escuchar claramente la conversación, pero en ese momento no fue muy difícil de interpretar; lo que realmente importaba era que los guiaran hasta sus aliados de la Secta, y en el mejor de los casos, que los guiaran hasta el brujo. 

 

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Kurogami. Vol# 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora