La mitad faltante

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En el vasto cielo donde las estrellas danzan,
tu luz resplandecía, un faro en la distancia.
Azrael, arcángel de alas de fuego,
en mi corazón llevaste un amor sin ruego.

Cada susurro del viento me trae tu nombre,
como un eco eterno que nunca se esconde.
Recuerdos de risas y momentos compartidos,
en la memoria guardo lo que nunca ha sido.

Tu sonrisa, un destello que ilumina mi camino,
en mis sueños te busco, en cada destino.
Aunque el tiempo nos separe, aunque el olvido llegue,
mi amor por ti, Azrael, siempre se protege.

Te vi volar alto, en la luz del atardecer,
y aunque la vida nos lleve por senderos de ayer,
sabré que en el silencio, en el rincón más profundo,
mi corazón te llama, cruzando el mundo.

Si el destino decide borrar lo vivido,
te prometo, mi amado, no estarás perdido.
En cada pluma que caiga, en cada estrella que brille,
te llevaré conmigo, donde la esperanza destile.

Aunque el tiempo y el espacio nos quieran separar,
mi amor por ti, Azrael, nunca dejará de estar.
Eres el susurro que da vida a mi canto,
y aunque estés lejos, siempre estarás en mi llanto.

Así, en esta noche, bajo el manto estelar,
te envío mi amor, mi eterno despertar.
Que cada lágrima caída sea un faro en la bruma,
y que el eco de mi amor, por siempre te consuma.




Tres años habían pasado desde que Dios bendijo el amor entre Azrael y Joel. En ese tiempo, los dos arcángeles vivieron en una paz que envolvía el cielo mismo. Juntos, recorrieron los confines del universo, llevando consuelo y luz a las almas que lo necesitaban. En cada gesto, en cada mirada, su amor crecía más fuerte, un faro de esperanza que brillaba incluso en los rincones más oscuros del cielo.

Sin embargo, a pesar de la dicha que compartían, algo en el corazón de Azrael nunca se llenaba por completo. El amor que sentía por Joel era profundo y verdadero, pero había una parte de él que seguía buscando, una inquietud que no podía explicar. Era como si, en lo más profundo de su alma, una pieza vital estuviera perdida. Y aunque no sabía qué o quién faltaba, esa sensación de vacío permanecía, silenciosa pero constante.

Joel, perceptivo como siempre, notaba la tristeza oculta en los ojos de Azrael, pero nunca lo presionó. Sabía que su amado estaba lidiando con algo más allá de lo que podían comprender en ese momento.

Una noche, mientras ambos contemplaban el cielo estrellado desde una alta torre de nubes, Joel rompió el silencio.

-Azrael, sé que algo te inquieta. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar, pero también sé que hay una parte de ti que sigue buscando. ¿Es algo que no puedo darte? -preguntó con dulzura, sin rastro de reproche en su voz.

Azrael lo miró, sus ojos reflejando las estrellas, y tomó una respiración profunda.

-No es que te falte algo, Joel. Lo que tenemos es perfecto, y mi amor por ti es real. Pero... hay algo en mí que sigue vacío, algo que no puedo definir. A veces siento como si hubiera perdido una parte de mi alma, una parte que sigue esperándome en algún lugar que no puedo recordar.

Joel asintió lentamente, comprendiendo las palabras de Azrael. No era un rechazo a su amor, sino una verdad que debía enfrentar.

-¿Crees que tiene que ver con aquello que perdiste antes de que estuviéramos juntos? -preguntó Joel con suavidad, recordando los fragmentos de memoria que Azrael a veces mencionaba.

ฺ݊◷໋͓֡🎟️᭄𝒟𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎́𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚒🎻ཻུ𖢻ֹֺ໋᳝·݊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora