En las aguas quietas del olvido,
donde el tiempo se disuelve en sombra,
mi nombre flota leve, desvanecido,
como un eco que ya no me nombra.Las huellas que dejé en tu piel,
el susurro que en tus sueños era brisa,
se deshacen como un pálido laurel
que en el viento su recuerdo avisa.No queda más que el silencio frío,
un vacío que el alma no llena,
un rincón en la memoria, sombrío,
donde el amor se vuelve condena.Y si alguna vez mi rostro en ti despierta,
será como una estrella ya caída,
un destello que en la noche, incierta,
se pierde para siempre en su partida.Azrael yacía tranquilamente en un jardín vasto y etéreo. A su alrededor, flores de colores vibrantes, árboles centenarios, y un aire de paz eterna lo envolvían. Los pétalos de las flores danzaban suavemente al ritmo de la brisa celestial, creando un susurro suave que apenas rompía el silencio. En el cielo, un sol dorado brillaba, aunque sin la fuerza que se ve en el mundo terrenal, sino más bien con una calidez acogedora que invitaba al descanso.
El arcángel cerró los ojos por un momento, sumergido en la armonía del lugar. Su figura, envuelta en ropajes blancos y dorados, era la viva representación de la calma. Azrael, el ángel de la muerte, cuyo toque era el último suspiro de cada vida, encontraba en esos momentos de soledad una forma de aliviar el peso de su tarea.
De pronto, el aire cambió. Algo nuevo se sentía en la atmósfera. Azrael abrió lentamente los ojos, y ante él, apareció Gabriel. Su presencia era imponente; sus alas blancas se extendían hacia el cielo, brillando con un resplandor celestial. Su rostro, normalmente sereno, ahora mostraba un toque de urgencia.
-Azrael-, dijo Gabriel, su voz como un eco suave entre las hojas, -El Festival de la Luna Roja está por comenzar-.
Azrael arqueó una ceja con curiosidad, pero no se movió de su posición reclinada. -El Festival de la Luna Roja… No lo había pensado en siglos-, comentó en un susurro tranquilo.
Gabriel se acercó, sus pasos ligeros pero llenos de propósito. -Es una ocasión especial. Ya sabes lo que representa. Debes estar presente. No es algo que podamos ignorar-.
Azrael suspiró profundamente, como si el peso de la eternidad cayese sobre él. -He asistido antes, pero... no es un festival que requiera mi presencia constante. ¿Por qué este año es diferente?-.
Gabriel sonrió, aunque su expresión aún conservaba ese toque de prisa. -Este año, Azrael, debes llevar un acompañante. Es la voluntad divina. No puedes ir solo-.
El ángel de la muerte frunció ligeramente el ceño. No era una tarea que él hubiese anticipado. Azrael siempre había sido una figura solitaria en su misión, un guía entre la vida y la muerte, sin necesidad de compañía. El Festival de la Luna Roja era una ceremonia de renovación, donde los cielos se teñían de rojo por una noche, y los ángeles celebraban la conexión entre los mundos. Pero nunca se había requerido que llevara a alguien consigo.
-¿Un acompañante?- preguntó, su voz más seria ahora, mientras se incorporaba, sus alas extendiéndose a su espalda.
Gabriel asintió. -Sí. Debes elegir sabiamente. No será un simple viaje. Este acompañante compartirá una parte del destino que aún está por desvelarse-.
Azrael se quedó en silencio por un momento, su mirada perdida entre los árboles que se mecían suavemente. El festival siempre había sido una celebración entre los ángeles, una danza de luz y sombras bajo la Luna Roja. Sin embargo, esta nueva condición añadía un peso inesperado.
-Lo entenderás pronto-, dijo Gabriel, notando la inquietud en el rostro de Azrael. -Pero el tiempo apremia. La luna se alzará pronto, y debes estar listo-.
Con esas palabras, Gabriel desplegó sus alas y, con un suave batir, desapareció en el cielo, dejando a Azrael en medio del jardín, contemplando las palabras que acababa de escuchar.
El silencio volvió a caer sobre el lugar, pero esta vez no traía la misma paz de antes. Algo había cambiado. Azrael se levantó, sus alas doradas brillando bajo los últimos rayos del sol celestial. La Luna Roja estaba por aparecer, y ahora debía encontrar a su acompañante.
Un paso incierto en la eternidad que siempre había conocido.
Azrael permaneció en silencio, procesando las palabras de Gabriel. El jardín, que antes había sido su refugio de paz, ahora parecía más pequeño, como si el peso de la responsabilidad se apoderara de cada rincón. Las palabras de su hermano resonaban en su mente: -Debes llevar un acompañante-.
Azrael giró su cabeza hacia donde Gabriel había estado, pero antes de que pudiera desaparecer del todo, Gabriel se detuvo por un momento, como si hubiese olvidado mencionar algo crucial. Dio media vuelta y sus ojos brillaron con un destello travieso, algo que Azrael rara vez veía en el arcángel de los mensajes.
-Azrael-, llamó Gabriel con una sonrisa que parecía contradecir la urgencia de su misión. -Casi lo olvido. He pensado en alguien para ti... Leroy-.
Azrael parpadeó, sorprendido. Leroy. Ese nombre no le era del todo desconocido, pero no era alguien que frecuentara los círculos celestiales más cercanos. Leroy era... distinto. Un ángel joven, sin mucho renombre en las jerarquías celestiales. Su tarea en los cielos no había sido particularmente significativa; siempre parecía estar al margen, observando más que participando. Mientras que otros ángeles tenían compañeros o roles definidos, Leroy parecía flotar solo, sin rumbo claro.
-¿Leroy?- repitió Azrael, un tono de sorpresa marcando su voz. -Es un ángel inexperto, no se destaca por sus habilidades en las ceremonias. Apenas participa en los encuentros celestiales-.
Gabriel rió suavemente. -Exactamente. Leroy es el único que aún no tiene pareja en este evento. Y, por alguna razón que desconozco, es precisamente él a quien debes llevar. No subestimes a los ángeles que caminan en la sombra, Azrael. A veces, los más insignificantes tienen un papel que ni siquiera nosotros entendemos hasta que llega el momento adecuado-.
Azrael contempló la idea con escepticismo. Leroy no era el tipo de ángel que parecía destinado para una ceremonia de tal importancia. No tenía la elegancia de los serafines ni la fuerza de los querubines. Siempre había sido un observador, un alma solitaria en un mundo de luces brillantes.
-¿Por qué Leroy?- insistió Azrael, aún incrédulo.
Gabriel, con la paciencia que lo caracterizaba, sacudió suavemente la cabeza. -Eso no te corresponde cuestionarlo. Solo cumple con lo que te piden. Él te espera en el umbral entre los jardines. No hagas que espere demasiado. La Luna Roja ya comienza a teñir el horizonte-.
Con un último batir de alas, Gabriel desapareció, dejando a Azrael de nuevo en su soledad. Pero esta vez, la tranquilidad del jardín se había ido. En su lugar, una sombra de duda y responsabilidad caía sobre él.
Azrael miró hacia el cielo, donde el primer destello de rojo comenzaba a pintar el horizonte. La Luna Roja se alzaba lentamente, marcando el inicio de algo más grande de lo que él mismo podía comprender. Un suspiro escapó de sus labios, mientras sus alas doradas se desplegaban con elegancia.
Caminó hacia el umbral del jardín, sabiendo que en algún lugar, Leroy lo esperaba. Aunque el joven ángel no tenía la experiencia ni la presencia de otros, había sido elegido por una razón. Azrael, siempre el que guiaba almas entre la vida y la muerte, ahora debía confiar en un acompañante para esta nueva travesía.
Al llegar al borde del jardín, sus ojos buscaron entre las sombras, y allí, de pie bajo un árbol cuyas hojas danzaban bajo el resplandor creciente de la luna, estaba Leroy. Su apariencia era humilde, su semblante tranquilo, pero en sus ojos había una chispa de curiosidad, como si intuyera que este viaje sería más que una simple ceremonia.
-Leroy-, llamó Azrael, su voz suave pero firme. -Te tengo que preguntar algo...-.
Así es, cambie el inició no me gustó pero aquí está el nuevo inició para q tenga más coherencia jsjdjdjdkd
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ฺ݊◷໋͓֡🎟️᭄𝒟𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎́𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚒🎻ཻུ𖢻ֹֺ໋᳝·݊
FanfictionEn el cielo estan los arcángeles de Dios, dos de esos arcángeles se enamoraron perdidamente uno del otro pero, ese amor sera correcto o los llevara al destierro? °Leer bajo tu propia decisión °No dejar comentarios ofensivos porfavor °Ships principal...