Algo oculto

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El Festival de la Luna Roja había dejado una marca indeleble en el corazón de Leroy. A pesar de haber estado junto a Azrael, la realidad de que su amor seguía prisionero del olvido lo hundía en una desesperación abrumadora. Cada día que pasaba después del festival, el peso de la impotencia lo aplastaba más. Sentía que había estado tan cerca de recuperar lo perdido, pero el hechizo de Dios seguía siendo una barrera imposible de atravesar.

Las estrellas brillaban en el cielo, pero para Leroy, el firmamento parecía opaco y vacío. Pasaba los días sumido en silencio, sus hermanos arcángeles lo visitaban, pero sus intentos de consolarlo no lograban aliviar el sufrimiento que lo consumía.

Mientras tanto, en otro rincón del cielo, Azrael no lograba encontrar paz. Desde el festival, esa sensación de vacío dentro de él había crecido. Algo se removía en su interior, algo que lo llamaba desde las sombras del pasado, pero no podía descifrarlo. Las imágenes vagas y los destellos que había sentido mientras caminaba junto a Leroy lo atormentaban, como si una parte vital de sí mismo estuviera perdida.

Fue entonces cuando decidió acudir a su hermano gemelo, Leonardo, el Arcángel de la Vida. Si había alguien que podía ayudarlo a desentrañar los secretos enterrados en su alma, era él. Leonardo tenía el don de ver los hilos de la vida, de comprender el flujo del tiempo y las conexiones profundas que entrelazaban las almas de los seres celestiales.

Azrael se dirigió al templo donde Leonardo vivía, un lugar lleno de vida, rodeado de árboles celestiales que florecían eternamente. La luz del día bañaba el jardín cuando llegó, y su hermano lo recibió con una sonrisa cálida, percibiendo de inmediato la angustia que Azrael cargaba.

—Azrael, hermano mío, puedo sentir que algo te perturba —dijo Leonardo, acercándose con suavidad—. ¿Qué es lo que te preocupa?

Azrael suspiró, sintiendo que las palabras eran difíciles de formar. Sabía que la verdad estaba enterrada profundamente, pero no sabía por dónde empezar.

—He estado sintiendo… algo, Leonardo. Desde el festival, hay un vacío en mi interior, un vacío que no puedo llenar. Estuve con Leroy, el arcángel que me acompañó, y sentí algo extraño, como si hubiera una conexión perdida entre nosotros. Pero no puedo recordarlo, por más que lo intente.

Leonardo lo observó en silencio, su mirada aguda y comprensiva. Sabía que lo que Azrael describía no era simple, y también sospechaba que había fuerzas más grandes involucradas.

—¿Has considerado que puede haber algo en tu pasado que ha sido bloqueado? —preguntó Leonardo, suavemente—. Algo que no puedes recordar por alguna razón más allá de tu control.

Azrael asintió. Era precisamente esa sensación la que lo había atormentado. Sabía que había algo importante, pero no lograba romper el muro que lo separaba de esa verdad.

—Es posible —dijo Azrael, con la voz cargada de frustración—. Pero no sé cómo acceder a esos recuerdos. Si es que alguna vez existieron.

Leonardo lo miró con compasión y asintió.

—Déjame ayudarte, Azrael. Mi don me permite ver los hilos de la vida, los recuerdos enterrados en las almas. Si hay algo bloqueado en ti, puedo intentar desvelarlo.

Azrael se sintió aliviado ante la oferta de su hermano. Sabía que si alguien podía ayudarlo, era Leonardo.

—Hazlo, hermano. Estoy dispuesto a saber la verdad, por más dolorosa que sea —respondió, decidido.

Leonardo asintió y lo condujo hacia el centro del jardín, donde un árbol milenario y luminoso se alzaba, sus hojas brillando con una luz dorada. Allí, se sentaron bajo sus ramas, y Leonardo extendió sus manos hacia Azrael, cerrando los ojos mientras sus energías se conectaban.

ฺ݊◷໋͓֡🎟️᭄𝒟𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎́𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚒🎻ཻུ𖢻ֹֺ໋᳝·݊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora