Bajo las estrellas eternas

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En el vasto cielo, donde la luz danza,
dos arcángeles brillan con dulce esperanza.
Azrael, el guía de almas perdidas,
y Leroy, el guardián de las vidas.

Con alas de fuego y corazones de estrella,
sus miradas se encuentran, el amor destella.
En el silencio eterno del firmamento,
susurran secretos, sus almas en aliento.

Azrael, de sombras y penas, se viste,
con su manto de calma, la tristeza despiste.
Leroy, el valiente, protector sin par,
en su risa resuena el eco del amar.

Juntos recorren caminos de luz,
donde el tiempo no muere, donde no hay cruz.
Sus voces resuenan en melodías divinas,
tejiendo en el cielo las más puras rutinas.

Bajo la luna que todo lo abraza,
sus corazones laten en eterna brasa.
Un amor que trasciende, que nunca se apaga,
Azrael y Leroy, donde el amor se embriaga.

Y así, en el reino de los ángeles puros,
sus almas se funden, destinos seguros.
En cada latido, en cada suspiro,
un amor eterno, el más bello giro.

Las estrellas brillaban más intensamente en aquella noche en el reino celestial, como si los propios cielos celebraran el amor que florecía entre dos de sus guardianes más fieles. Azrael y Leroy, unidos por un lazo que pocos comprendían, habían encontrado en su eternidad una conexión que iba más allá de sus deberes. En un lugar donde el tiempo no existía y las emociones eran etéreas, su amor se sentía tan tangible como la luz de las estrellas que colgaban sobre ellos.

Azrael, el Ángel de la Muerte, conocido por su serenidad y solemnidad, había decidido regalarle a Leroy, el Guardián de las Puertas de la Vida, una noche que quedaría grabada en sus memorias, en su eternidad. Había preparado un encuentro en lo más alto del firmamento, un rincón oculto de los cielos donde solo ellos podrían estar juntos, sin interrupciones. Allí, el cielo nocturno se extendía en una vastedad infinita, con galaxias girando en un majestuoso espectáculo de luces y sombras.

Leroy llegó al lugar con el rostro iluminado por una mezcla de curiosidad y emoción. Su cabello dorado brillaba como el sol naciente, y sus alas resplandecían suavemente en la penumbra celestial. Cuando lo vio, Azrael, que siempre había sido más reservado con sus emociones, no pudo evitar sonreír.

-¿Esto es... para nosotros? -preguntó Leroy, con una nota de asombro en su voz.

Azrael asintió, tomando su mano. -Quería que tuviéramos un lugar donde pudiéramos estar en paz, solo tú y yo. No tenemos que preocuparnos por el deber, por los demás. Aquí, solo somos nosotros.

Los dos arcángeles se sentaron en una suave nube que flotaba sobre el universo. A su alrededor, las constelaciones danzaban, como si siguieran el ritmo de un canto silencioso que solo ellos podían oír. El aire era ligero, y la energía que los envolvía estaba llena de una serenidad desconocida.

Azrael miraba el cielo con una expresión tranquila, pero sus pensamientos estaban centrados en Leroy. Aunque su papel como el Ángel de la Muerte lo había hecho distante para muchos, Leroy había derrumbado todas esas barreras. Con él, Azrael sentía que el peso de su deber se aligeraba, como si su mera presencia le trajera una paz que no había conocido antes.

-Nunca había visto las estrellas tan hermosas -dijo Leroy, apoyando su cabeza en el hombro de Azrael-. Siempre parecen más brillantes cuando estoy contigo.

ฺ݊◷໋͓֡🎟️᭄𝒟𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎́𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚒🎻ཻུ𖢻ֹֺ໋᳝·݊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora