Percy Jackson siempre había sido diferente, pero a los catorce años, su vida dio un giro inesperado. Una noche, mientras caminaba por las calles oscuras de Nueva York, una extraña sustancia negra se deslizó sigilosamente hacia él, envolviendo su cue...
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El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando Percy sintió algo extraño en su cara. Medio dormido, notó algo viscoso y frío. Abrió los ojos de golpe y se encontró cara a cara con la lengua larga y oscura de Venom, que hacía cosquillas en su nariz.
—¡Buenos días, Percy! —dijo Venom, riendo—. Hora de levantarse y brillar.
Percy se apartó bruscamente, casi cayéndose de la cama. —¡Venom! ¡¿Qué demonios estás haciendo?!
—Solo asegurándome de que no te quedes dormido y pierdas el desayuno —respondió Venom con una risa siniestra—. Además, ¿qué mejor manera de despertar que con una lengua babosa en la cara?
Percy trató de hablar, pero terminó soltando una carcajada. —Tienes una manera muy particular de hacer las cosas, Venom. ¿Podrías, no sé, solo decir "Buenos días" como cualquier otra persona?
—¿Y perderme la diversión de verte saltar de la cama? Ni hablar —dijo Venom, soltando otra risa que resonó en la habitación.
Percy se levantó, todavía riéndose y sacudiéndose el sueño. — Eres un parasito asqueroso .
-—¡Aaaah! No soy un parásito. ¡Disculpate! —protestó Venom, fingiendo estar ofendido—. Soy tu increíble y útil compañero simbionte, muchas gracias.
Percy rodó los ojos, sonriendo. —Está bien, está bien. Lo siento, Señor Increíblemente Útil Compañero Simbionte. ¿Eso es suficiente para ti?
Venom rió con satisfacción. —Mucho mejor. Ahora, ¿vamos a desayunar o tienes más insultos que lanzar por la mañana?
Percy se dirigió a la cocina, tratando de no reírse demasiado. —Definitivamente más insultos, pero después del desayuno. Necesito energía para eso.
—Sabia elección —dijo Venom—. Aunque la comida de esta escuela es horrible ¿ y si comemos cabezas ?
- ¡ No!
Venom solto un grito molesto - ¡ Solo una!
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Percy odiaba las matemáticas; eran tan estresantes. Suspiró mientras veía al profesor calvo copiando miles de números y letras en la pizarra. Cada vez que intentaba concentrarse, su mente se nublaba de frustración.
