Percy Jackson siempre había sido diferente, pero a los catorce años, su vida dio un giro inesperado. Una noche, mientras caminaba por las calles oscuras de Nueva York, una extraña sustancia negra se deslizó sigilosamente hacia él, envolviendo su cue...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Percy observó a su madre mientras conducía hacia el campamento mestizo. Grover, su mejor amigo y protector, estaba cómodamente dormido en el asiento trasero, envuelto en su habitual manta. La carretera serpenteaba a través de un paisaje que fluctuaba entre lo familiar y lo misterioso.
—¿Y ese campamento es bueno? —preguntó Percy, con un tono de curiosidad en su voz, mientras miraba por la ventana. Imágenes de árboles altos y sombras danzantes llenaban su mente.
Su madre lo miró con una mezcla de ternura y seriedad. —Es un lugar seguro para los semidioses, mi niño. Allí encontrarás amigos que entienden lo que eres, que comparten tus experiencias y, sobre todo, tus luchas. Estarás a salvo y podrás explorar quién eres en realidad.
Percy frunció el ceño, sintiendo el peso de su herencia. —¿Estaré seguro? ¿Y qué pasa si hay monstruos?
—Siempre hay sombras acechando, cariño —respondió su madre con una sonrisa suave—. Pero en el campamento, tendrás entrenamiento y apoyo. Cada día allí te hará más fuerte, más capaz de enfrentar lo que venga. Además, estaré contigo en espíritu. Puedes ir cuando quieras conmigo o hacia allá. Siempre estaré a tu lado, incluso si no estoy físicamente.
Percy asintió lentamente, mirando a su alrededor con una mezcla de determinación y cautela. La atmósfera estaba cargada de tensión, y podía sentir el pulso de la energía que emanaba de Venom, su imponente simbionte.
—Y tú, amigo Venom, ¿estás de acuerdo? —preguntó Percy, formando una sonrisa que ocultaba la batalla interna que libraba en su mente.
Venom, con su voz profunda y resonante, respondió: —Por supuesto, Percy. Juntos somos más fuertes. Este mundo no tiene idea de lo que los espera, pero nosotros sí.
Ambos compartían un vínculo único, una conexión que iba más allá de lo físico. Sentían las emociones y las intuiciones del otro, y aunque a veces sus opiniones chocaban, habían aprendido a trabajar en equipo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
