Capítulo 2

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Gianna

Me desperté temprano, con una horrible sensación en mi pecho. Hoy conocería a Alessandro, ¿Cómo sería él? ¿Sería cruel como todos los jefes de la mafia? No sabia si debía de escaparme con Marco, Pero lo intentaría. ¿Qué pasaría si me negaba a casarme con él? ¿Qué pasaría con Sofía?

Después de pensarlo mucho, decidí levantarme e ir al encuentro con Marco. Me puse una de mis típicos vestidos sin vuelo, de color verde agua y unos zapatos planos, de color blanco. No quería llamar la atención de mi padre ni de los sirvientes.

Mientras me terminaba de maquillar, pensé en Marco. ¿Estaré haciendo bien al irme? ¿Lograré hacerlo? ¿Cómo podré reunirme con el sin ser descubierta?
Salí de mi habitación y fui directo a la cocina para desayunar algo, allí fue donde me encontré a mi hermana Sofía desayunando.

—Buenos días —salude, dejándole un típico beso en la frente.

—Buenos días, Gianna —me dedicó una tímida sonrisa.

Acaricie su cabello. Es tan joven, no puede casarse aún. Debo ser yo la que se case, no ella. Debo quedarme, no puedo irme y dejarla en manos de aquel hombre. Debo quedarme.

—¿Gianna? —llamó mi atención Sofía— ¿En qué piensas?

Le sonreí.

—En nada, no te preocupes —Bese nuevamente su frente y tome una rebanada de pan, no tenía hambre para desayunar, tenía el estómago cerrado.

Salí de la cocina, aún con la mirada confundida de mi hermana sobre mi. Comí un pedazo de mi rebanada y camine hacia la sala, dónde voces se escuchaban, sabía que estaban allí. Ya había llegado.

Mi respiración comenzó a fallar, tenía calor y mi cuerpo comenzó a temblar. «Necesito salir de aquí», busque la primera puerta que diera al patio trasero. Abrí la puerta y sali de allí, estaba sofocada. El aire golpeó mi rostro como una bofetada.

—¿Gianna? —escuche que me llamaban, Pero no fui capaz de girarme. Mis ojos se encontraban cerrados, y mi respiración estaba acelerada. No quería hacer esto.— Gianna

Repitieron ahora tomándome de los hombros para darme un pequeño sacudon. Abrí mis ojos, encontrándome con una mirada fría y penetrante, de un color azul divino. El hombre que me miraba era más alto que yo, su cabello moreno con ondas y unas cejas bien marcadas, su rostro era rudo y se notaba áspero.

—¿Quién eres? —mi voz salió entrecortada.

—Alessandro Petrov

Amor a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora