Capítulo 3

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Gianna

Alessandro me miró con una sonrisa fría. Su mirada me hacía sentir como si estuviera desnuda ante él.

—Es un gusto conocerte, Gianna —Su voz hizo que un escalofrío recorriera mi espalda de lo baja y profunda que era.

No quería estar cerca de él, pero mi padre me había obligado a esto.

—No puedo decir lo mismo —Dije, sería.

Alessandro se rió, su sonrisa fría se convirtió en una carcajada baja y sarcástica. Su mirada se intensificó, como si estuviera desafiándome a seguir hablando.

—No esperaba que fueras tan directa —su voz llena de ironía —. Me gusta.

No quería que le gustara mi comportamiento, quería que me odiara.

—No era un cumplido.

Una carcajada volvió a salir de su boca, haciéndome estremecer.

—¿A no? —preguntó—. Pues lo parecía.

—pues, no lo era —contraataque.

Alessandro se acercó un paso más a mi, su mirada era penetrante, parecía ver más allá de mi. Eso me asustaba.

—¿Estás segura que quieres hablarme así? —dijo, con sus labios muy cerca de los míos. No sabia por qué estaba tan cerca, tampoco sabía por qué sentía cosquillas en la panza—. Te enseñaré a respetarme.

Sentí una presión en mi abdomen bajo, no sabía lo que era, pero no me gustaba.
De repente, mi padre apareció a su lado, con una sonrisa en su rostro. Rápidamente Alessandro se alejo de mi, mostrándose indiferente.

—Alessandro, creo que es hora de que hable de los detalles del matrimonio. —su voz estaba llena de alegría y entusiasmo.

No quería hablar de detalles, quería irme, no quería casarme con él.

—Estoy ansioso por discutir los términos de nuestro acuerdo —dijo Alessandro, sin despegar su mirada de la mía.

Trague saliva, nerviosa mire hacia mi padre. No sabia que hacer, no podía ver a Marco, si no llegaba se enojaría.

—Padre, debo de hacer algo primero yo…

—No, nada de eso —interrumpió papá—. No metas excusas para escapar de nosotros dos.

—Donde vayas te encontraremos —la voz ronca de Alessandro resonó por todo el lugar. Volví a tragar salir y solo me quedaba asentir y seguirlos hasta la sala.

Allí de encontraban mi madre y Sofía. Sofia parecía confundida, me miraba a mi buscando una respuesta, yo solo pude mirar hacia abajo, esperando que alguien que no sea yo le contará lo que estaba pasando. Mi padre fue el primero en hablar.

—Les presentó a Alessandro Petrov, futuro esposo de nuestra Gianna —su voz estaba llena de orgullo—. Antes que pregunten o se nieguen, la decisión ya está tomada, el joven Petrov ya firmó el contrato, solo falta que firme Gianna.

Dijo mi padre, tomando una lapicera junto con una hoja, que supuse que era el contrato de matrimonio. Lo tome con mis manos temblorosas, notaba la mirada de Alessandro sobre mi y mas nerviosa me ponía.

—Firma —ordeno mi padre.

Asentí, acomode el papel en la pequeña mesita de la sala, mire a mi hermana antes de firmar, le sonreí débilmente y firme.
Listo. No había vuelta atrás.

—Muy bien —festejó papá —. Ahora, Gianna se irá con Alessandro así hablan en privado.

¿A solas? ¿Con él? No, no, no.

Alessandro, al ver qué yo no reaccionaba, me tomo de la mano, sacándome de allí. Antes de salir escuché los gritos de mi hermana hacia mi padre.

—¡Cómo pudiste hacerle esto!

Suspiré, soltandome del agarre de Alessandro. Este me miró con seriedad antes de seguir caminando hacia la salida de mi casa. Mi casa era gigante, de paredes altas y llenas de pasillos que llevaban a distintas habitaciones, casi siempre me perdía aquí, no se como él no se pierde siendo la primera vez que viene aquí.

Al salir ví un choche de último modelo, de color negro. Alessandro se subió en él y me miró desde la ventanilla, como esperando algo.

—¿Tengo que subirme? —él asintió, suspiré y solo me subí. Ya no tenía nada que perder, lo había perdido todo en el momento que firme ese papel.

Al subir, me abroche el cinturón, esperando que arrancará, Pero no lo hizo. Lo mire confundida.

—¿No arrancarás? —confundida pregunté.

Este nego mirando hacia adelante. Okey. No sabia que pasaba. Me acomode recta en mi asiento, esperando a que algo pasara. Pero los minutos pasaban y nada sucedía.
Lo mire esperando a que notará mi mirada y me mirase pero nada.

—Oye, si vas a arrancar hazlo, si no, me bajo y me voy de aquí. —dije molesta

—¿Puedes callarte? —espetó— solo estoy pensando.

—¿Pensando? —espete

El suspiró antes de voltearse hacia mi, mirándome con sus ojos penetrantes.

—Escucha, —volvio a suspirar— no me es fácil llevar a alguien a mi casa, es mi hogar, y no quiero que nadie lo arruine, además tengo algo allí que nadie puede verlo.

Me sentí curiosa. ¿Que tendría?

—¿Puedo saber qué es?—pregunté más calmada. Él asintió y arrancó por fin el coche.

—Lo sabrás cuando lleguemos.

No sabia si quedaba muy lejos su casa, pero me quedé quieta en mi lugar, esperando ansiosar ver qué era lo que tenía allí.
Pasamos junto al parque donde me encontraría con Marco, mire hacia adentro del parque y suspiré, sabía que me llamaría en cualquier momento para gritarme por no haber ido. Pero sabía que había hecho lo correcto, lo correcto para la familia, quizás no para mí, Pero si para las personas que queria, como a Sofía.

Amor a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora